“El hombre en la arena”, uno de los discursos más famosos de la historia, pronunciado por Theodore Roosevelt, y que inevitablemente despierta inspiración.
Theodore Roosevelt fue el vigésimo sexto Presidente de los Estados Unidos (1901-1909) y es recordado por su personalidad exuberante, su lucha contra los monopolios y la regulación de las empresas, por defender la democracia y el progresismo.
Asimismo, Roosevelt fue el primer estadounidense en ganar el Premio Nobel de la Paz. Cuando terminó su periodo, se embarcó en un safari por África y un tour por Europa, fue un gran amante de la naturaleza y promovió la conservación ambiental. De hecho, en otro de sus grandes discursos, “La conservación como un derecho nacional” (1908) afirmó,
“Esta Conferencia sobre la conservación de los recursos naturales es en efecto una reunión de representantes de todas las personas de los Estados Unidos convocada para considerar el problema actual más grave antes de la Nación; y la ocasión de la reunión radica en el hecho de que los recursos naturales de nuestro país están en peligro de agotarse si permitimos que continúen los antiguos métodos inútiles de explotarlos durante más tiempo.”
– Theodore Roosevelt
–“Walden” de Thoreau, el libro que todo amante de la naturaleza debe leer–
Ahora bien, queremos hablar de otro discurso. Se trata, en realidad, de El Hombre en la Arena, el fragmento más conocido del discurso La Ciudadanía en una República que Theodore Roosevelt pronunció en La Sorbona (Universidad de París, Francia) en 1910 y en el que, con una acertada y profunda belleza realiza una oda al explorador, pero ¿qué tiene que ver esto con el montañista?
“No es el crítico quien cuenta;
ni aquél que señala cómo el hombre fuerte se tambalea,
o dónde el autor de los hechos podría haberlo hecho mejor.
El reconocimiento pertenece al hombre que está en la arena,
con el rostro desfigurado por el polvo y el sudor y la sangre;
quien se esfuerza valientemente; quien yerra,
quien da un traspié tras otro,
pues no hay esfuerzo sin error ni fallo;
pero quien realmente se empeña en lograr su cometido;
quien conoce grandes entusiasmos,
las grandes devociones;
quien se consagra a una causa digna;
quien en el mejor de los casos encuentra al final el triunfo inherente al logro grandioso,
y quien en el peor de los casos,
si fracasa,
al menos fracasa atreviéndose en grande,
de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota.” -Theodore Roosevelt
Las palabras de Roosevelt se dirigen a los exploradores, no concretamente a los exploradores de la naturaleza, pero sí a quienes aspiran a salir de su zona de confort. Sin duda, aquí se extrapolan sus palabras a otro ámbito, quizá no pensado por él mientras redactaba el discurso, pero que de algún modo toca el mundo del montañismo. Por supuesto, le habla a otra gente y otra época.
“Creo en el ejercicio para el cuerpo, siempre que se tenga en cuenta que el desarrollo físico es un medio y no un fin.”
– Theodore Roosevelt
No obstante, aceptando estirar la liga, el discurso sin duda despierta motivación en todos aquellos montañistas que sueñan con superar sus propios límites, abrir nuevos horizontes, explorar lugares desconocidos y que, sobre todo, no sólo lo hacen por sí mismos sino siempre en lineamiento con los valores comunes.
–¿Qué es la aventura? Un término que definimos todos–
Cuando afirma, “Si un hombre tropieza es algo bueno ayudarlo a ponerse de pie. Cada uno de nosotros necesita una mano de vez en cuando”, ¿acaso no es este uno de los valores más importantes para la comunidad montañista: extender la mano, ayudar al prójimo y si es el caso, dar incluso media vuelta para ayudarle a salir de la montaña, aún cuando esto implique no llegar a la cima?
“Autocontrol, dominio de sí mismo, sentido común, el poder de aceptar la responsabilidad individual y sin embargo, de actuar en conjunción con otros, coraje y resolución – estas son las cualidades que marcan a un pueblo magistral.”
– Theodore Roosevelt
Pareciera, con estas palabras, que Roosevelt habla de los montañistas, de aquellos que reconocen el bien común por encima del bien individual, de aquéllos que aceptan la vulnerabilidad a cambio de vivir las mejores experiencias, de aquéllos que asimilan el frío, el hambre y el cansancio si eso les traerá una sabiduría que les permitirá reconocer que lo más importante en la vida no está en un centro comercial ni en acumular cosas materiales y que todo ello, además, va en equilibrio con la naturaleza.
“El ciudadano debe tener altos ideales, y sin embargo, debe ser capaz de lograrlos de manera práctica. Ningún bien permanente viene de aspiraciones tan altas que se han hecho fantásticas y se han convertido en imposibles e incluso indeseables de realizar.”
– Theodore Roosevelt
¿Quiénes, si no los montañistas, han abierto el horizonte hacia lo que antes se consideraba imposible? El montañista es utópico pero no estúpido ni fantasioso: suda en la arena, busca ese nuevo proyecto, camina, porque reconoce que soñar no sólo es posible, sino necesario, porque sabe que si desea producir un resultado irrazonable en su vida, como vivir su sueño y hacerse cargo de su destino, tiene que ser una persona irrazonable, utópica.
Por ello, afirmamos junto a Roosevelt lo siguiente,
“La iniciativa individual, lejos de ser desanimada, debe ser estimulada; y sin embargo debemos recordar que, conforme la sociedad se desarrolla y crece más compleja, encontramos continuamente que las cosas que una vez era deseable dejar en manos de la iniciativa individual pueden, bajo condiciones cambiadas, ser realizadas con mejores resultados por el esfuerzo común.”
– Theodore Roosevelt
-Sigue leyendo, Montaña y escalada: utopías que marcan un rumbo al horizonte–
1 comentario
Quiero crecer y si metodología me gusta