Reflexiones en torno a la problemática latente de la masificación de las montañas: entre el libre acceso y el acceso restringido.
El flujo de personas en las montañas va en aumento preponderante. No importa si hablamos de pequeños cerros que no llegan a los 2000msnm o de los gigantes ochomiles en los Himalayas, cada vez son más las personas de todos los rincones del mundo interesadas en llegar a las cimas.
Igualmente, día con día nacen empresas internacionales que se suben al barco de satisfacer el apetito voraz por llegar a las cumbres. ¿Cómo? Facilitándole a los montañistas el ascenso. Y ya hay empresas para todos los bolsillos, incluso para los que buscan lo más lujoso.
Las montañas han representado desde hace más de un lustro un espacio de libertad, de encuentro con lo desconocido, de meditación y soledad, aventura y superación. Tanto más atractivas han resultado para el hombre, cuanto más éste se encuentra sumergido en un estilo de vida rodeado de distracciones, prisas, angustia y todo tipo de contaminación: las montañas son una zona de escape, de salida, son “la otra opción”.
Pero la polémica respecto al libre acceso o no a las montañas es una realidad presente, cotidiana y global. ¿Por qué? Hay, en términos generales, dos posturas distintas.
Montañas con libre acceso
Por un lado están quienes afirman que, al ser territorio de libertad, las montañas deben ser espacios a los que pueda acceder la población. El contacto con la naturaleza es “un derecho”. Además, con esto se consolidan sociedades más saludables.
Por ello, las montañas deben ser espacios públicos (no privados), de libre acceso y disfrute para todos.
Montañas reguladas
Por el otro lado, están quienes afirman que las montañas son, hoy en día, el único territorio sobre el planeta que no se ha visto “tan” afectado por el deterioro y destrucción del hombre y que deberían de protegerse y, por ende, regularse.
Las montañas son pulmón, manantial y hogar. Son entornos naturales frágiles. Por ello, consideran, son urgentes las restricciones de acceso, cobros de entradas y protocolos especiales.
De lo que no hay duda es que el perenne deseo por el disfrute de las montañas ha traído consecuencias ambientales. Basta con ir a nuestros volcanes mexicanos, desde el Monte Tláloc hasta el Pico de Orizaba, para encontrar, en cualquier rincón de los senderos, basura, deshechos fecales, caminos cada vez más deteriorados por el paso del hombre y sus mascotas, que generan, a su vez, la pérdida de la flora y fauna endémica.
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En el Everest, la situación no es muy distinta. Incluso podría decirse que es peor. Se calcula que este colosal contiene 50 toneladas de basura y año con año los poblados aledaños sufren las consecuencias por la contaminación de sus aguas.
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El Mont Blanc, otra de las altas montañas más atractivas en el mundo, recibe unas 30 mil personas cada temporada (junio-septiembre) y sufre de los mismos problemas. De hecho, las autoridades competentes de esta zona alpina francesa recientemente tomaron cartas en el asunto, estableciendo una nueva medida que entrará en vigor el próximo 2019 para la ruta de Saint-Gervais -la normal o Goûter-.
Con la finalidad de frenar el deterioro ambiental y los problemas de seguridad de la montaña -por el “efecto Kilian”-, el alcalde de Saint-Gervais, Jean-Marc Peillex, afirmó en su cuenta de twitter lo siguiente,
“¡Por fin! Se tomó una decisión consensuada tras la reunión organizada por el Prefecto Lambert. Estoy orgulloso de anunciar que en 2019 el Mont Blanc no será ultrajado. Será obligatorio tener una reservación en el refugio y también se fijará una cuota de ascensiones diarias.” – Jean-Marc Peillex
-Sigue leyendo sobre el “Efecto Kilian” aquí-
#montblanc #saintgervais ENFIN !!!! une décision consensuelle a été prise lors d’une réunion organisée par le Préfet #Lambert Je suis fier d’annoncer qu’en 2019 le #montblanc ne sera plus bafoué. Réservation obligatoire en refuge et un quota d’ascensionn…https://t.co/PrQhtkuEU6
— Jean-Marc PEILLEX (@PEILLEX) September 3, 2018
Sin duda, el problema es mucho más complejo y amplio que lo que sucede a unos cuantos miles de metros sobre el nivel del mar. Desde los mares profundos, pasando por las costas, cuencas, ciudades, valles y faldas de las montañas, hasta el aire que respiramos, la huella ecológica que el hombre deja a su paso es latente y alarmante.
Hace unos días, Antonio Guterres, jefe de la ONU, advirtió a la humanidad que quedan solamente dos años para actuar contra el cambio climático (sí, ese tan evidente pero que Trump no logra ver) si es que queremos evitar “consecuencias desastrosas”.
Hoy podemos emplear la reforestación o decir “NO” al plástico como medidas de solución, pasado mañana quizá ya ni esto nos funcione, (de acuerdo a la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México, nuestro país produce 9 millones de botellas de plástico al año, y hay 90 millones de botellas de refrescos y de agua hechos de PET reciclable, pero no biodegradable).
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Por poner un claro ejemplo, de acuerdo a los especialistas, a los glaciares mexicanos les quedan dos años de vida. Es decir, de confirmarse, para el 2020 no habría más glaciares en nuestras altas montañas.
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Entonces, cerrar las montañas al público, ¿es solución?
El contacto con la naturaleza es vital. Entre muchas razones porque, en palabras de Eduardo Martínez de Pisón, la montaña da una recompensa moral.
“El paisaje de montaña es una fuente de satisfacciones sin límite que, además, proporciona un disfrute de la vida mucho mayor, pero hay que aprender a mirarlo. Cuanto mejor es nuestra capacidad de observación y de “estar ahí” en todos y con todos los sentidos, la recompensa es más profunda.” – Eduardo Martínez de Pisón
-Sigue leyendo sobre Eduardo Martínez de Pisón, alpinista y geógrafo erudito, aquí-
El acceso a la montaña es un derecho, sí, pero como todo derecho conlleva responsabilidades y educación. Esta última no basta con ser teórica, estudiada en libros, sino a través de experimentar su contacto directo.
“Si pierdes el contacto con la naturaleza, pierdes el contacto con la humanidad.” – Krishnamurti
Sin embargo, la velocidad del deterioro medioambiental del Planeta es mucho mayor que la efectividad de la concientización y educación de las poblaciones para proteger los espacios naturales. Cada día organizaciones, fundaciones y empresas trabajan en pro de lo anterior, pero no basta.
Por el momento, lo que está claro es que regular el acceso es una solución. Las restricciones de acceso -número de personas que ingresan, material y equipo que portan y basura que traen consigo de vuelta-, cobros de entrada -para mantener limpias las montañas- y protocolos especiales -programas que promuevan el acceso sustentable a las montañas- son cruciales y, sobre todo, urgentes.
Lo ideal, claro está, es que con el tiempo este tipo de medidas no sean necesarias e, incluso, nos resulten absurdas. Pero no podemos pretender ser dioses en lo deportivo, sin serlo en lo más humano: cuidando nuestros espacios naturales.
Dicho lo anterior, ¿tú qué solución propondrías para proteger y cuidar nuestras montañas, en un mundo en el que crece exponencialmente el turismo en estos espacios naturales?
En el siguiente video, el Dr. Isaías de la Rosa nos explica el deterioro ambiental que sufre el Nevado de Toluca, volcán que recibe, en temporada, hasta 25 mil visitantes por fin de semana (más mascotas).
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