¿Saben tus hijos de dónde viene la comida? Aprender esto, así como a cosechar alimentos, es parte esencial de su educación.
En las grandes ciudades, los niños generalmente se ocupan de ir a la escuela, hacer tarea, pasar largas horas frente a pantallas, con suerte practicar alguna actividad deportiva extracurricular y poco más. Pero, ¿sabe un niño de ciudad de dónde vienen los alimentos que consume?
Sin una educación ambiental más o menos básica (lo cual es más frecuente de lo que pensamos), los niños crecen pensando que las frutas y verduras vienen del supermercado, y esto es producto de la desconexión de las ciudades y sus habitantes con el campo, concretamente con el origen de lo que comen a diario.
De acuerdo a una encuesta realizada a 1601 niños por Woolworths, en Australia, un tercio de los niños no podían identificar frutas y verduras, y estaban confundidos acerca de dónde provenían los productos. Entre ellos, el 92 por ciento no sabía que los plátanos crecían en las plantas. En Inglaterra, la encuesta realizada a 27,500 niños por la British Nutrition Foundation (BNF) reveló que casi un tercio de ellos también tenían confusión sobre la procedencia de los alimentos.
La problemática se repite en distintas ciudades del mundo. Los niños no saben de dónde provienen los alimentos frescos: que la mantequilla proviene de la leche de vaca, que las manzanas y los plátanos se cultivan en arboles, las papas se cultivan bajo tierra; menos aún, los niños generalmente no tienen idea de cómo cocinar alimentos. La comida, para ellos, es algo que sale de un paquete, de un refrigerador o de un frasco sin que realmente comprendan que hay una historia de fondo.
Cuanto más avanzamos tecnológicamente, más nos alejamos de comprender verdaderamente de dónde provienen nuestros alimentos. Esa desconexión entre la granja y el tenedor se va ampliando con cada generación y la razón es simple, todo lo que necesitamos para alimentarnos viene empaquetado desde un supermercado.
Y sí, quizá nos preguntemos, si en todas partes hay supermercados y éstos están siempre suministrados con todo tipo de alimentos, ¿qué necesidad habría de que un niño sepa de dónde vienen las papas?, o mejor, ¿qué necesidad hay en que coseche sus propios tomates?
Aquí hay cuatro razones básicas que muestran por qué los niños deberían saber y aprender a cosechar sus propios alimentos.
Conexión con el mundo
Un niño que no sabe que la zanahoria que come necesitó de tierra, calor y agua para nutrirse y crecer, ¿cómo puede valorar la conexión que tiene con el mundo que le rodea?, ¿de la importancia de las estaciones, las épocas de lluvia y estiaje?, ¿cómo puede tener una noción de comunidad y de conexión con la naturaleza?
En un pequeño huerto, cortando lechuga para la cena, es sencillo sentirse cerca de la naturaleza, pero bajo las luces brillantes del supermercado nos olvidamos fácilmente de eso y buscamos una buena oferta, independientemente del costo real de producción de aquello que consumimos. Un niño que aprende sobre la cadena alimentaria, desde su siembra y cosecha hasta su consumo en la mesa, es un niño que será consciente de que somos individuos interdependientes.
–10 consejos para ser eco-friendly desde casa en tiempos de COVID-19–
Respeto por lo vivo y cuidado del medio ambiente
Tener un pequeño huerto en casa genera en los niños una visión más completa de la vida, ayudándolos a ampliar su círculo de preocupación desde ellos mismos y sus amigos hacia la humanidad en general, la naturaleza y el planeta.
Valorar el trabajo y cuidado que se requiere para la cosecha y producción de alimentos muestra a los niños cómo dependemos directamente de suelos saludables, de la lluvia, el sol, las abejas y el resto de la biosfera para mantenernos vivos, y de cómo no podemos (ni debemos) separarnos de esto.
Revalorización de lo que tienen
No valorar lo que cuesta producir un kilo de tomates hace que haya menos reparos en desperdiciarlos. Cosechar sus propios alimentos, aunque representen tan sólo una parte muy pequeña de lo que consumen cada día, desarrollará un sentimiento de autosuficiencia en los niños, lo que además les brindará seguridad y confianza en sí mismos.
Ver crecer y madurar las plantas antes de comerlas crea entusiasmo, anticipación y una sensación de logro para tus hijos. La mejor manera de enseñar a los niños sobre la comida es a través del descubrimiento. Y la mejor manera de descubrir la comida es hacer que cada niño cultive alimentos y cocine con ellos.
–Senderismo con niños: información básica para crear la futura generación outdoor–
Aprender a comer sano
Los niños prefieren la comida procesada (alta en azúcares, sal y conservadores), porque no saben lo que están comiendo. No conocer la variedad de frutas y vegetales que existen hace más difícil probarlos, enriquecer la dieta y lograr una mejor nutrición. Ignorar todo el proceso y vivir entre comida empaquetada, ultraprocesada o rápida los encamina hacia el sobrepeso y la obesidad.
Los estudios de investigación han confirmado que el cultivo en casa mejora los hábitos alimentarios de los niños; y si aprende sobre los alimentos frescos y saludables puede influir en sus padres. Por ello, reforzar la educación alimentaria como la respuesta a los problemas de salud derivados de las nuevas dietas es crucial hoy en día.
¿Cómo podemos enseñar a un niño a cultivar alimentos?
Primero que anda, hay que saber cuatro cosas: realizar un pequeño huerto en casa no ocupa demasiado espacio, no se necesita dedicarle demasiado tiempo, es relativamente barato y no es un proceso demasiado complejo. Aquí algunos consejos generales para comenzar:
Dónde: No se necesita un jardín grande para comenzar a cultivar alimentos. Una opción son las macetas o cubos reciclados. Sólo hay que asegurarnos de que tengan hoyos en la parte inferior para el drenaje del agua, así como de que le dé un poco de luz (dependiendo de lo que se quiera cultivar).
Cómo: Con algo de tierra fértil (que se puede comprar en el mercado más cercano), agua y algunas semillas o germinados. De hecho, uno de los aspectos que más maravillan a los niños es observar todo el proceso, desde cómo germina una semilla, realizar su siembra, y ver cómo nace y crece. Se ha demostrado que la experiencia práctica de cultivar sus propios alimentos hace que los niños estén más ansiosos por probar nuevos alimentos.
Cuándo: La selección de alimentos que se buscará cultivar dependerá de la época del año (algo más que hará que los niños se sientan conectados con el mundo que los rodea). Asimismo, el tiempo que se le dedicará al huerto no deberá pasar los 20 o 30 minutos dos veces por semana, o quizá un par de horas durante el fin de semana.
Tips: elija plantas que sean fáciles de sembrar, que crezcan rápidamente y que el fruto o verdura se pueda comer directamente de la planta; incite a sus hijos a que participen en el cuidado de su huerto, en su riego, detección y eliminación de posibles plagas; cocine con su hijo usando los alimentos cosechados por él mismo.