Dr. Atl, uno de los más grandes pintores de los paisajes mexicanos, nos muestra, a través de su obra, algunos aspectos fundamentales para la vida.
Dr. Atl, bautizado por sus padres con el nombre Gerardo Murillo, nació un 8 de octubre de 1875 en Guadalajara, Jalisco, reconocido como uno de los más grandes pintores que ha tenido nuestro país. Se dice que el seudónimo Dr. Atl (significa agua en náhuatl) surgió tras haber experimentado una tormenta en altamar en el Atlántico.
Fue un apasionado de la exploración, la geología, la vulcanología, la filosofía, la historia, la crítica de arte y la política. Su afición por los volcanes mexicanos lo llevó a ascender frecuentemente el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, así como presenciar el nacimiento del Paricutín el 20 de febrero de 1943 y por el que escribió el libro Cómo nace y crece un volcán: el Paricutín, 1943.
Siendo joven ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes; por su gran desempeñó obtuvo una beca para estudiar pintura en Europa, además de filosofía y derecho. Descrito por Diego Rivera como «botánico, yerbero, astrólogo y hechicero», Dr. Alt dedicó gran parte de su vida a rendirle tributo a la naturaleza nacional a través de extraordinarias pinturas que reflejan no sólo la belleza de los paisajes mexicanos, sino las emociones que en él despertaba su contemplación.
A volver a México impartió clases en la Academia de San Carlos a alumnos como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. En sus obras utilizó técnicas originales con colorantes que él mismo ideó y denominó “Atl colors”. Fue un gran impulsor del movimiento artístico nacionalista y los primeros intentos del muralismo.
Sin duda, como montañistas, al observar las obras paisajísticas de Dr. Atl, éstas despiertan, naturalmente, una sensación de plenitud, asombro y regocijo invaluable. A través de sus lienzos Dr. Atl nos habla con un lenguaje que entendemos, que hemos experimentado y que nos apasiona. Pero, si profundizamos un poco más en su discurso pictórico, encontramos también otros aspectos que quizá no se ven a primera vista pero de los que podemos aprender como montañistas.
“…Así, sobre las convulsiones de la tierra se levantan incomparables de belleza y de desprecio los grandes volcanes de México…”
Las sinfonías del Popocatépetl, Dr. Atl.
Reconocer la invaluable belleza de los paisajes mexicanos
Quizá este es el punto más sencillo para los montañistas. Si Dr. Atl recibe por parte nuestra un reconocimiento, es el de haber posicionado la belleza de los paisajes y volcanes mexicanos en lo más alto y no sólo a nivel artístico, sino también a nivel científico, con sus estudios en vulcanología.
Cuando observamos las pinturas de Dr. Atl, sin duda, nos provoca sensaciones que reafirman el enaltecimiento de los parajes naturales que conforman la geografía de nuestro país; paisajes que, a su vez, hemos observado, hemos vivido y hemos caminado. La obra de Dr. Atl nos recuerda la importancia de cuidar y defender los volcanes de México.
–El Pueblo Cubierto de Lava: documental mexicano sobre el Paricutín–
Contemplar, antes de actuar
Para crear las majestuosas obras que Dr. Atl realizó, el pintor se mudó a las faldas del Izta y el Popo y así poderlas contemplar directamente. Antes de crear, Dr. Atl pasaba horas admirando y aprendiendo del movimiento, las transformaciones y ritmos naturales de dichos volcanes. Sólo así pudo capturar estéticamente la esencia de esos paisajes, «aprendiendo a leer las montañas».
De algún modo esto puede ser una gran enseñanza para la forma en que practicamos montañismo. Recordando las palabras de Eduardo Martínez de Pisón, «Se debe aprender a leer las montañas. Particularmente el paisaje de montaña es una fuente de satisfacciones sin límite que, además, proporciona un disfrute de la vida mucho mayor, pero hay que aprender a mirarlo. Cuanto mejor es nuestra capacidad de observación y de “estar ahí” en todos y con todos los sentidos, la recompensa es más profunda. En la montaña entendemos de otro modo la dimensión de las cosas, las proporciones, pero para ello, hay que estar dispuestos».
Cuanto mejor aprendamos como montañistas a «leer el paisaje de las montañas» mayor será no sólo la fuente de satisfacciones que obtengamos en ellas, sino la forma en que comprendamos la vida y el lugar que ocupamos en el Planeta.
–El timelapse del Izta y el Popo que te enamorará: por Timelapse México–
Llevar la belleza de la naturaleza a todas las dimensiones de lo social
La relación que estableció Dr. Atl con los paisajes de México le permitió reconocer la importancia de estos entornos a nivel social y político. Se dice que su cambio de nombre a Dr. Atl (agua en náhuatl) fue con miras a reafirmar sus raíces mexicanas, indígenas.
Pero más allá de esto, Dr. Atl fue claramente un hombre involucrado en aspectos políticos, por ejemplo, con el impulso al movimiento artístico nacionalista y los primeros intentos para realizar muralismo en edificios públicos, pero también en la Revolución mexicana y que, nos convenzan o no, lograron el renacimiento artístico mexicano.
Ahora, décadas después, Dr. Atl nos recuerda con su arte la importancia de proteger las montañas de México.
–Montaña y escalada: utopías que marcan un rumbo al horizonte–
Superar las adversidades y encontrar oportunidades en las condiciones
En una experiencia un tanto más personal, Dr. Atl fue amputado de la pierna derecha y no pude ascender más montañas. Sin embargo, esto no lo detuvo en su pasión, y se las arregló para sobrevolar México y capturar los paisajes desde las alturas en busca de las mejores representaciones. Así, desarrolló del género pictórico que denominó “aeropaisaje».
Dr. Atl fue un artista indomable al que nada lo detenía; su fuerza impulsora siempre vino de los paisajes mexicanos, a los que les rindió tributo durante toda su vida, más allá de sus condiciones físicas.
Recordar lo efímero del ser humano
Si observamos con detalle las obras paisajísticas de Dr. Atl nos percatamos de que no hay representaciones humanas, aunque al mismo tiempo no se trata de pinturas meramente realistas, sino expresiones cargadas de profundas emociones.
Esa ausencia del ser humano en sus paisajes no nos hace más que pensar en lo efímero de la vida. Nuestro paso por la Tierra dura un segundo frente a la milenaria historia de la naturaleza. De ahí que vivir con pasión y dedicación sea uno de los mejores ascensos que se pueden lograr.
Por cierto, la obra de Dr. Atl se encuentra expuesta en el Museo Nacional de Arte, en Ciudad de México, hasta el próximo 29 de septiembre de 2019. No te pierdas la exposición: «Atl, fuego, tierra y viento».
–La Montaña Mágica de Thomas Mann: reflexión de la vida en las alturas–