La naturaleza, en la forma de un pequeño virus que amenaza particularmente a los humanos, está poniendo a prueba nuestra forma de habitar la Tierra.
El Día Internacional de la Madre Tierra es celebrado por muchos países el 22 de abril de cada año, elegido para crear conciencia común ante los problemas medioambientales, de conservación de la biodiversidad, de sobrepoblación, contaminación y otras preocupaciones ambientales para proteger nuestro hogar, el Planeta Tierra.
Pero este 22 de abril del 2020 se vivirá distinto por la situación derivada del coronavirus. Todos los días nos inundan noticias negativas sobre el virus, lo cual es comprensible en tiempos de crisis. Pero aunque probablemente somos conscientes de esto, tiene un efecto secundario bastante inesperado: un impacto positivo en el medio ambiente. Desde que comenzó el brote, se han tomado medidas para limitar su propagación en todo el mundo: se ha detenido la producción industrial de productos como el de ropa, se han disminuido radicalmente los vuelos de avión, así como el tráfico vehicular, entre otros.
Si nos paramos a pensar un momento, el nuevo virus nos ha llevado, en el mejor de los casos, a replantearnos nuestros estilos de vida, esa «normalidad» que gozábamos antes de que azotara numerosas ciudades del mundo y que nos ha mantenido encerrados en casa. Como todos sabemos -y lo vivimos-, la pandemia está afectando la economía y la salud de miles de personas en el mundo; y por ello trastoca aspectos profundos de la vida, no sólo de la vida cotidiana, sino de los efectos que tenemos sobre el Planeta que habitamos.
«Nos dormimos en un mundo y nos despertamos en otro», afirma un texto que gira por Internet. Así es, de pronto la cotidianidad, la rutina, lo que considerábamos esencial, pierde valor. Entonces, un hogar, el alimento y los abrazos se convierten en un privilegio -lo han sido desde hace un largo tiempo, pero quizá ahora es más evidente-.
Correr campo a través, escalar cada fin de semana, subir todas las montañas, no son sólo una actividad diferente, también son disfrute de unos cuantos. Y esto es cierto, el coronavirus está generando una apreciación revivida de la importancia que tiene el aire libre para el ser humano no sólo en términos recreativos, sino también de salud física y mental, y no únicamente para los montañistas que extrañan practicar sus deportes, sino para la población en general.
Hace unas semanas fue noticia internacional que el artista suizo Gerry Hofstetter iluminara el Cervino -también conocido por su nombre alemán, Matterhorn-, para brindar un mensaje de esperanza al mundo en este periodo de confinamiento y aislamiento social por la pandemia del nuevo coronavirus. Al caer la tarde, Hofstetter -quien trabaja con la oficina de turismo en la ciudad de Zermatt, Suiza-, proyecta imágenes con frases como «Solidaridad» o «Quédese en casa», así como símbolos de un corazón sobre un fondo blanco.
Miles de personas alrededor del mundo padecen la crisis ocasionada por un virus y ahora afirmamos: «no quiero volver a esa cotidianidad». ¿Cuál sí elegir? No lo sabemos con seguridad y quizá las opciones son diversas. Lo que está claro es que el coronavirus ha hecho evidente que el problema de la pobreza no es la pobreza en sí misma, sino la riqueza, esto es, que pocos tengan mucho. Y que esa cotidianidad que ya no queremos: consumir desesperadamente tantas cosas que no son esenciales, debe superarse con aspectos más vitales, como los son un hogar y seguridad médica.
Así, también, la situación actual ha puesto en evidencia el grado que ha alcanzado el uso intensivo y a menudo irracional de los recursos naturales. Algunas especies animales se revitalizan, el agua de lagos y mares se limpia, y un aire más puro y una atmósfera más transparente embellecen los paisajes que alcanzamos a vislumbrar desde las pequeñas ventanas de nuestras casas. Por un momento este 22 de abril, Día de la Tierra, se da bajo una situación de respiro para el Planeta.
Entonces, el artista Hofstetter elige las montañas, esos lugares que estaban ahí miles de años antes de que existiera la humanidad, para recordarnos que aquí sólo estamos de paso, que todo lo que tenemos nos es «prestado», y que ni la más grande de las riquezas funciona como escudo ante un virus. Esa triada cotidiana de la sociedad capitalista: encuentro humano, mercancías y consumo, se desvanecen ante una situación que nos recuerda que el mundo está bien -por no decir mejor- sin nosotros.
¡Un mayor espíritu de comunidad, una población más agradecida y una sociedad menos derrochadora suenan como legados positivos de coronavirus!
Finalmente, quienes sentimos una gran pasión por el aire libre, quienes no comprendemos la vida sino saliendo cada que se puede a la montaña o al mar para practicar alguna actividad, reflexionamos y valoramos todavía más aquello que allí descubrimos y que por ahora no tenemos: libertad.
Afortunadamente, cuando observamos las frases proyectadas en una montaña, «esperanza» – «solidaridad», no nos resultan ajenas porque quienes practicamos el outdoors tarde o temprano hemos tenido la necesidad de repensar la casa como escenario de vida, trabajo, educación, salud y seguridad. Cuando nuestra casa no se limita a cuatro paredes de concreto sino al mundo entero cargado de posibilidades, la exploración y la aventura -que no requieren de mayores lujos-, señalan un posible camino a seguir, porque allí cada paso se da sabiendo que no somos conquistadores, sino invitados.
«Nos dormimos en un mundo y nos despertamos en otro.
De repente, Disney no tiene magia, París ya no es romántico, Nueva York ya no se levanta, La muralla china ya no es una fortaleza.
Los abrazos y los besos se convierten en armas, y no visitar a padres y amigos se convierte en un acto de amor.
De repente, te das cuenta de que el poder, la belleza y el dinero no valen nada, ya que no pueden darte el oxígeno por el que quizás estás luchando.
El mundo continúa su vida y es hermoso. Solo pone a los humanos en jaulas. Creo que nos está enviando un mensaje:
«No eres necesario. El aire, la tierra, el agua y el cielo están bien sin ti. Cuando regreses, recuerda que eres un invitado». – Anónimo.
–Practicantes outdoors insisten en violar cuarentena: ¿y el sentido de colectividad?–
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