Parafraseando a Carl Sagan, primero fuimos humanoides cruzando un río para encontrar nuevos frutos, y nuestro destino, si no nos destruimos antes, es encontrar lo que está más allá de las estrellas.
La exploración es parte fundamental del espíritu humano. Ya sea subiendo una montaña, corriendo senderos, o alcanzando los límites de lo que es posible sobre la roca, expresamos ese deseo una y otra vez. Explorar el espacio no es la excepción.
Por: Jania Borja
La naturaleza curiosa del ser humano, lo ha llevado desde tiempos inmemoriales a desarrollar tecnologías con el fin de descubrir que hay más allá: más allá del horizonte en la playa, más allá de la superficie del mar, más allá de la base de la montaña, más allá de las estrellas.
Y cuando no es humanamente posible que esté presente en cada descubrimiento, busca la forma de enviar “mensajeros” que le den información. Es así que, con el objetivo de estudiar a los cuerpos planetarios del Sistema Solar, se han creado las sondas espaciales, y justo este 5 de septiembre de 2020, la sonda espacial Voyager 1, cumple 43 años de haber sido lanzada a su misión. El lanzamiento fue realizado por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA por sus siglas en inglés) en Cabo Cañaveral a las 12:56:01 del 5 de septiembre de 1977.
La misión original de la Voyager 1 era tomar imágenes de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno; y aunque fue lanzada pocos días después que su gemela, la sonda Voyager 2, cuyo lanzamiento ocurrió el 20 de agosto de 1977, al tener una ruta más rápida, la “rebasó” el 15 de diciembre del mismo año.
Voyager 1, el primer embajador de la humanidad en el espacio interestelar
La Voyager 1 es, actualmente, el primer objeto creado por el ser humano en llegar al espacio interestelar, ¡y no es ese su único “primer lugar”! Para lograrlo, fue la primer nave espacial en cruzar la heliosfera, la región espacial bajo la influencia del viento solar y su campo magnético; en 1979, encontró un delgado anillo más en Júpiter, así como dos nuevos satélites: Tebe y Metis; ese mismo año descubrió 5 satélites nuevos y un nuevo anillo en Saturno.
Las imágenes y datos enviados por la Voyager 1 de esa primera parte de su misión, han proporcionado información muy valiosa y por demás interesante para los científicos y para algunos que no lo son; de Ío, una de las lunas de Júpiter, envió imágenes que muestran una superficie con al menos ocho volcanes activos, lo que la hace uno de los cuerpos planetarios del Sistema Solar con la mayor actividad geológica. De Titán, una de las lunas de Saturno, las imágenes e información recibidas, sugieren que, junto con la Tierra, es el único cuerpo celeste del Sistema Solar que pudiera tener líquido en su superficie. Debido a los descubrimientos que realizó en esta luna de Saturno, los controladores de la misión decidieron que esta sonda hiciera un mayor acercamiento a Titán, lo que derivó en que la siguiente fase (Urano y Neptuno) quedara fuera de su agenda, siendo esto a cargo de la Voyager 2.
Después de este acercamiento a Titán, la Voyager 1 alcanzó una velocidad de 523 millones de kilómetros por año con una trayectoria que la alejaba del Sistema Solar. Ya con ese camino trazado, es el 14 de febrero de 1990 que se apuntan las cámaras de la sonda hacia atrás, y, desde una distancia de 6,000 millones de kilómetros, toma una serie de aproximadamente 60 imágenes del sol y los planetas, en lo que sería conocido como el “Retrato de familia” del sistema solar, el primero tomado “desde afuera”. Es justamente de esta serie de imágenes, que un miembro del equipo científico de Voyager, lanza a la fama la imagen conocida como “Pale Blue Dot” o “Punto azul pálido”, ¿te resulta familiar? Sí, justamente Carl Sagan, quien fuera también profesor de las Universidades de Harvard y de Cornell, y que estuvo vinculado al programa espacial estadounidense desde sus inicios, entre una lista muy larga de logros; esta imagen fue la que sirvió de inspiración para su libro “Un punto azul pálido: una visión del futuro humano en el espacio”.
Esas imágenes fueron las últimas de un total de 67,000 que tomaron ambas Voyager, ya que las cámaras fueron apagadas con el fin de economizar memoria y poder para su misión interestelar, la cual se denominó a partir del 1 de enero de 1990 como Misión Interestelar Voyager, con las dos sondas integrándola.
Un invento mexicano que trascendió el Sistema Solar
Y hablando de las imágenes que tomó la Voyager 1, ¿sabías que lleva a bordo el Sistema Bicolor Simplificado para la toma de fotografías? Tal vez el nombre del sistema no te dice nada, pero ¿qué tal el nombre de Guillermo González Camarena? ¡Exacto! La NASA decidió utilizar el sistema creado por este ingeniero, científico e inventor mexicano para que la Voyager 1 fotografiara Júpiter.
Las dos Voyager llevan cada una un disco, ambos llamados “The Sounds of Earth”, “Los sonidos de la Tierra”, los discos de cobre bañados en oro fueron preparados por el equipo científico encabezado por Carl Sagan; contienen instrucciones para reproducir su contenido e incluyen saludos en 55 idiomas diferentes, 35 sonidos de formas de vida terrestres (como el canto de las ballenas o risas humanas), 90 minutos de música, que van desde Mozart y Bach hasta Chuck Berry y Willie Johnson. También incluyen 115 imágenes de vida en la Tierra y mensajes de los que en ese momento eran el presidente de Estados Unidos y el Secretario General de la ONU, Jimmy Carter y Kurt Waldheim respectivamente.
Fue el 17 de febrero de 1998 que la Voyager 1 se convirtió en el primer objeto hecho por el ser humano en alcanzar la mayor distancia del Sol superando a la sonda Pioneer 10, estaba a 69.4 UA (UA: unidad astronómica), algo así como 10’382,092’226,580 kilómetros (¡sólo decir la cifra es un reto!). La sonda finalmente abandona la heliosfera e ingresa al espacio interestelar el 25 de agosto de 2012.
En el 40 aniversario del lanzamiento de la sonda, en 2017, la NASA anunció que seguía recibiendo información de cuatro de los sistemas de la sonda Voyager 1 que continuaban aún funcionales. Justo ese mismo año, y ya que estaba fuera de rumbo, expertos de la NASA lograron con éxito utilizar, después de 37 años sin uso, los propulsores TCM (de corrección de trayectoria) para reorientar la sonda, ya que los propulsores principales habían perdido capacidad de empuje.
Actualmente, esta incansable viajera, va alejándose cada vez más del sol a una velocidad de 61,070 kilómetros por hora y se encuentra a una distancia de 22,478.3 millones de kilómetros alejada de la Tierra, el punto azul pálido desde el cual salió a investigar, a informar, a descubrir, “hasta alcanzar lugares donde nadie ha ido antes”. ¡Buen viaje Voyager 1!
Conoce más sobre la misión Voyager 1 en la página oficial de la NASA aquí.