¿Has dejado comida o bebidas en las montañas para que otros compañeros las aprovechen? Aunque no sea basura, sí es un problema.
Al subir una montaña, escalar una ruta o realizar un recorrido populares, ¿has dejado comida o agua por si alguien más la necesita? Para muchos puede resultar extraña esta pregunta, sin embargo, otros más quizá respondan que sí, que lo han hecho con toda la buena voluntad para que otros miembros de la comunidad puedan abastecerse en medio del cerro.
Hace unos días Brad Gobright, un extraordinario escalador que no sólo rompió junto a Jim Reynolds el récord de velocidad en la Nariz de El Capitán con un tiempo de 2:19:44 (luego superado por Honnold y Caldwell), sino también un gran exponente de la escalada en solo integral, subió unas historias en su cuenta de Instagram donde mostraba la cantidad de botellas de agua que han sido abandonadas en la parte superior de El Capitán. Muchas de ellas son puestas previamente por escaladores que harán rutas de multilargo y así, al salir, contar con la hidratación que resulta complicado cargar a lo largo de la jornada de escalada. Sin embargo, la gran mayoría de las botellas son en realidad basura, pues nunca fueron recogidas, o los escaladores las dejan ahí pensando en que quizá otros compañeros las podrían usar.
Otra gran leyenda de la escalada internacional que probablemente no necesite introducción, Lynn Hill, quien cambió la definición de lo que es posible en la escalada en roca con su primer ascenso la Nariz en El Capitan, uno de los logros de escalada más importantes de la historia, escribió algo similar a Gobright,
“Aparentemente, muchas personas tiran “accidentalmente” o incluso intencionalmente su basura y deshechos humanos en El Capitán y ni siquiera vuelven a la base después de su ascenso para limpiar su desastre. Creo que, como una forma de mostrar respeto por la belleza de este magnífico lugar, todos debemos hacer el esfuerzo por limpiar la basura que encontremos. De hecho, creo que todos los que ascienden por la gran muralla deberían volver a la base con una bolsa de basura grande y limpiar todo lo que esté a la vista después de su ascenso.” – Lynn Hill
Al acercarnos a los refugios de los volcanes de nuestro país, como el Refugio de los Cien en el Iztaccíhuatl o el de Piedra Grande en el Pico de Orizaba, es usual encontrar una buena cantidad de botellas de agua y comida que han sido abandonadas por montañistas. En muchas ocasiones están en buen estado, por lo que se entiende que los visitantes deciden dejarlo con la buena voluntad de que otros lo aprovechen.
Si bien ésta es una acción que muestra la consideración que tienen los montañistas con sus compañeros de la comunidad, no obstante, en la gran mayoría de los casos, esto trae una serie de consecuencias. Suponemos que alguien más los bajará, lo cual no sucede. Animales se acercan e ingieren comida que no son parte de su alimentación. Y, finalmente, llenamos de basura los sitios que son sagrados para nosotros y esto no solo los ensombrecen, sino que además provocan graves daños sobre la flora y la fauna que habitan en él. Así pues, aunque el alimento o bebida que dejamos en la montaña no sea basura, sí es un problema.
Una botella de plástico tarda 450 años en desaparecer, es decir pasa 450 años contaminando y hasta 1000 años si está enterrada. La naturaleza tarda 10 años en convertir una lata de refresco en óxido de hierro y hasta 100 años una lata de atún. En la montaña, además, la altitud juega en nuestra contra y ralentiza la descomposición de las cosas.
Las montañas son fuente de todos los grandes ríos del mundo y de muchos menores. Las montañas desempeñan un papel esencial en el ciclo del agua al captar la humedad de las masas de aire, lo que es esencial para las poblaciones, los cultivos y las industrias más abajo. Asimismo, los ecosistemas de montaña son centros de diversidad biológica. Son espacios donde desempeñamos las actividades que nos apasionan. Cuidémoslas y seamos parte de la solución. Y tú, ¿qué huella dejas?