Esta es la segunda parte del relato que cuenta la aventura de mexicanos que se atrevieron a conducir 5 mil kilómetros hasta los Bugaboos para hacer realidad su sueño. Encuentra aquí la primera parte.
Rutas de Tributo, segunda parte
Por: Perseo González
Fotos: Zenith Adventure Media / Perseo González / Equipo Rutas de Tributo
Amaneció poco después de las 6 de la mañana. La noche había sido tranquila, ni los osos ni los puercoespines visitaron nuestro campamento. Abrimos los ojos y poco a poco comenzamos a activarnos. No podíamos creer que por fin estábamos aquí. Habían pasado más de 2 años desde que esta idea nació y casi 6 meses desde que tomó forma.
La dinámica, lo habíamos platicado, sería la siguiente: en una caminata de entre 4 y 5 horas subiríamos todos el primer día hasta el Applebee camp. La distancia no era mucha, pero sería en un terreno con bastante desnivel y con las mochilas cargadas a tope. Ahí pasaríamos la noche para la mañana siguiente hacer el acercamiento a “East Creek” (El bivi en la base de la pared), En esta segunda etapa ya no nos acompañarían Fernanda, Sofía ni Pelos. El acercamiento tendría que ser rápido y con precaución, por lo que el grupo se reduciría al mínimo (Benja y Cristobal, Luiyi y yo).
Dormiríamos en la base del ruta para muy temprano en la man?ana siguiente atacar. Cristobal y Benja llegarían hasta el punto donde las cuerdas y las gatas se hicieran indispensables y no pudieran grabar más. A partir de ahí estaríamos por nuestra cuenta. La escalada y el video estarían en nuestras manos.
– You guys better hurry up. There is a storm expected at 12 (Será mejor que se apuren, se prevé tormenta a las 12). – Nos dijo amablemente un tipo de unos 50 años que nos vio empacando con demasiada calma el equipo en el estacionamiento.
Una de las cosas más difíciles de viajar es grupos grandes es adaptarse a los distintos ritmos de cada uno de los miembros. Para nosotros escaladores, fue adaptarnos a lo lento y lo complejo que puede ser preparar el equipo de video cada día y, para Benja y Cristobal, fue entender lo importante que es en estas situaciones ser veloces y versátiles.
– ¡Comiencen a caminar, ya casi? estamos listos! – Nos dijo Benja mientras nos hacia señales como aleja?ndonos con las manos.
Fer, Luiyi, Sofía y yo tomamos camino por la vereda que se adentraba en el bosque. Solo tuvieron que transcurrir unos segundos para caer en cuenta de lo afortunados que éramos. Grandes pinos, arroyos, flores y cascadas te daban la bienvenida al lugar, como quien protege un santuario. Sin embargo la mañana estaba cerrada y las nubes volaban bajo, aún no habíamos visto lo mejor.
-¡Increíble! No puede ser. – Sofía se encontraba boca abierta admirando lo que por unos instantes se abrió? frente a nosotros. El valle se extendía entre pinos y arroyos hasta llegar a la lengua de un glaciar. Desde ahí una gran base de hielo crecía por cientos de metros rumbo a la cumbre de la montaña. Crevases, grietas y todo tipo de formaciones congeladas iban conquistando el ascenso hasta que en un gran pilar de granito lo interrumpía partiendo el hielo y creciendo rumbo al cielo colocando la pieza del paisaje que faltaba para hacer de esto un cuadro mágico.
Estábamos admirando el paisaje cuando cayeron las primeras gotas de lluvia. – Avancemos que nos queda mucho por subir. – Les dije pretendiendo que no estaba deseoso de tirarme un buen rato a descansar el gran peso de mi mochila. – Siendo escaladores deportivos principalmente, estamos acostumbrados a la comodidad de un acercamiento de 10 minutos, y aunque no era mi primera vez en el terreno alpino, al desmedido peso de mi mochila me hacía preguntarme si estaba en el lugar correcto para mis vacaciones de verano.
Venga Maquinas, ¡a darle!- Nos gritó de lejos Cristobal, quien llegaba junto a Benja. Estaba oficialmente lloviendo y nos quedaban cerca de dos horas de ascenso que transcurrieron entre intermitentes remojones. Antes de darnos cuenta estábamos llegando a la puerta del “Kain Hut”
-Are you guys staying here tonigth? (¿Se quedarán esta noche?) – Nos preguntó un tipo con acento escoces y nariz prominente –Im Alister the custodian of this place by the way. (Soy Alister, el cuidador del lugar, por cierto.)
–We are not sure, we were planning to go to the Applebee tonight. (No sabemos, pensábamos ir a Applebee esta noche)– contesté con mi mejor inglés posible.
–Are you guys aware that there is a big storm coming tonight right? 15cm of snow. (Están al tanto de que se aproxima una gran tormenta esta noche, ¿verdad? 15 cm. de nieve.)
-Yes, of course…. What?! (Sí, claro… ¡¿Qué?!) – Me quedé con los ojos clavados en su mirada tratando de procesar lo que nos estaba diciendo. Ya habíamos pospuesto el viaje 4 días tratando de encontrar una buena ventana de clima. Se suponía que las cosas estarían bien desde hoy.
A partir de ese momento entraríamos en el desgastante juego del clima alpino. Pronósticos positivos con realidades negativas, altas expectativas con fuertes decepciones.
Estábamos en el grupo debatiendo la mejor alternativa cuando la tormenta nos llegó nuevamente. Evaluamos qué sentido tenía caminar una hora más para pasar una noche en la nieve cuando aún nos quedarían varios días antes de poder bajar. Decidimos pasar la noche ahí.
– Your lucky I have space, usually this place is packed. (Tienen suerte de que tengo espacio, usualmente el lugar está lleno) – Nos dijo mientras lo seguíamos adentro.
Nos secamos, acomodamos nuestras cosas y bebimos té. La calidad de ese refugio es sorprendente. Nos preguntamos si algún día lograríamos tener algo así en las montañas de México. El día transcurrió entre platicas de la ruta, análisis del clima y proyecciones del plan de ataque que tendría que seguir esperando.
Llegó la mañana siguiente pero el sol no se presentó a la cita. Nuestra reservación para una única noche de refugio había vencido y a pesar de la lluvia salimos rumbo al Applebee camp. En tan solo 45 minutos en el campamento experimentamos, sol, nieve, granizo y lluvia. Los debates sobre las posibles soluciones al clima y los miedos a fracasar en la expedición se hicieron cada vez más presentes y más intensos. Cada día, el reporte del clima prometía una buena mañana al siguiente día, pero cada mañana el clima seguía decepcionando.
Tratamos de mantener los ánimos altos aprovechando para hacer pequeñas escaladas y caminatas en la zona. Realizamos “Mctech Arete”y otros picos más. Pero la realidad era que por mas frustante que llegará a ponerse la situación, con el simple hecho de estar en Applebee y disfrutar los paisajes era suficiente para mantenernos felices.
El campamento está enclavado en una pequeña meseta que descansa bajo algunos de los puntos más importantes de esa cordillera. La Bugaboo Spire y el Snow Patch Spire. Entre ellos se podía ver el colador que originalmente era el camino para la South Howser Tower.
-Ni lo piensen. Ir por ahí no es opción. – Nos dijo un tipo de ojos verdes y cabeza pelona que venia llegando al campamento, su mirada dejaba ver la satisfacción de estar llegando a su lugar de descanso.
-Estuvimos 3 días allá arriba. Ni un solo rayo de sol, ni una sola oportunidad de tocar la roca. Nieve y lluvia todo el día.
– ¿Y el colador? – Preguntamos.
-No, ni lo piensen, tiene un par de años en malas condiciones, cae mucha piedra y no es nada extraño que haya accidentes letales cada temporada ahí. Tendrán que acercarse por el lado del “Pigeon”.
– Ok, -asentimos aprovechando la ventaja de encontrar a alguien que pudiera hablarnos con más claridad de lo que nos esperaba. -¿Y qué tal esa ruta?
-Bien, aunque es demandante, el cansancio no es el problema. La parte interesante está en el puente de hielo.
-¿El que??
-El puente de hielo. Por el momento es el único acceso al “East Creek”. Les recomiendo pasar muy temprano cuando el día es más frío. Cuando vean el vacío perderse en la obscuridad del glaciar a sus pies agradecerán que el hielo sea lo más solido posible.
Nos dio un par de tips más, se despidió y se fue a dormir. Una nueva nube cargada de agua se posó sobre nosotros y nos obligo a refugiarnos en la casa de campaña.
Nuestra paciencia estaba llegando a su fin. Así también nuestra comida, nuestro dinero y sobre todo nuestros días. Aún faltaba manejar 5000 kilómetros para regresar a México y todavía ni podíamos ver la “South Howser Tower” a lo lejos. Consideramos seriamente lo que significaría fracasar en el proyecto. Un viaje tan largo, tanto dinero y tantas expectativas. Todos esperarían una cumbre y un video que contará su conquista. Me entristecí de pensar que regresaría con las manos vacías.
Cuando de repente se escuchó un grito.
-¡Hey, salgan ahora! –Estábamos tan inmiscuidos en la presión del fracaso que no nos percatamos de que la lluvia había parado hace mucho. –¡Vean esta luz por favor!, –dijo Pelos y señaló el horizonte.
Lo que los días anteriores se había mostrado como un valle cerrado y gris era ahora una acuarela de colores cambiantes; naranjas, rosas, violetas, y para rematar, una gran luna se elevaba del sobre los picos del fondo. El paisaje se seguiría abriendo como nunca antes hasta que la noche entrada. Hicimos planes para partir a la mañana siguiente.