¿Qué pasa cuando dos escaladores de bloque y deportiva se enfrentan a un multilargo clásico en el Cañón del Cobre? Fernanda González, atleta mexicana que frecuenta los podios de la vertical, nos cuenta la experiencia.
Embarcados en Macuchi
Por: Fernanda González
Hace poco viví una de las aventuras más exigentes de mi vida. Fue una experiencia que me demandó mucho a nivel emocional, más que físico, una de esas veces en las que te pones a prueba sólo por curiosidad, para saber de qué eres capaz.
Subí junto con un compañero una ruta llamada Macuchi. Es un multilargo de 300 mts. que se encuentra en Chihuahua, junto a la gran Cascada de Basasiachic y dentro del Cañón del Cobre. Fue abierta en 2005 por Luis Carlos García Ayala, Julio Taboada, Diego del Mar, Pablo Fortes y Daniel Castillo.
Todo empezó con la idea de buscar cordada para hacer un día de escalada intenso pero dentro del rango de mis posibilidades. Perseo, mi novio y cordada por excelencia tenía planeado subir El Gigante, la pared más alta dentro del territorio mexicano, eso significaba que en esta ocasión yo tendría que ser más proactiva y buscar por mi cuenta otro compañero, si soy muy honesta: era prescindir de la comodidad y seguridad que siempre me ha dado escalar con Perseo.
El grado más alto de la vía (según la guía) era de 12+, el cual me parecía bastante accesible, si no para encadenarlo sí para resolver el paso y continuar subiendo. La intención de cualquier manera, no sería liberar Macuchi, más bien escalarla y resolver cada sección incluida ahí. Investigando y analizando los topos me tranquilicé al ver que estaba bien protegida, con plaquetas en los 7 largos (¡algunos de 57 mts!), todo dentro de la escalada deportiva a la cual estoy muy acostumbrada.
Mi amigo Elías fue quien se animó a emprender esta aventura conmigo. Para él también sería una experiencia muy nueva, pues aunque es un escalador fuerte en su disciplina (Boulder), no había hecho multilargos anteriormente.
El día antes de subir, otra cordada de amigos había conseguido el ascenso en sólo 5 horas sin ninguna dificultad aparente, por lo que sentimos confianza de seguir sus pasos. Preparamos el equipo la noche anterior y también nuestro desayuno, planeábamos salir como a las 5:00 AM para tener suficiente tiempo de bajar el cañón (que tomaría 1 hr aprox.), prepararnos y comenzar el ascenso. Yo pasé una noche difícil, con ciertos nervios y dudas sobre la escalada al día siguiente y sobre la manera en la que nos íbamos a acoplar Elías y yo, pues habíamos escalado juntos tan solo algunas veces y en condiciones mucho más amables. Por la mañana se retrasó un poco la salida al tener uno que otro contratiempo, como cuando descubrimos que un gato había entrado a la casa y se había comido los sándwiches que habíamos preparado desde el día anterior, cuando nos perdimos un poco para encontrar el pie de la vía, entre otras cosas.
Teníamos planeado alternarnos para puntear, de manera que a mi me tocara subir el tercer largo (12+). Comenzamos así, ascendiendo más lento de lo que imaginábamos; un poco por el cuidado que había que tener al tomar ciertos agarres flojos, otro poco por el peso de la mochila al cual no estábamos acostumbrados, y otro poco por la falta de experiencia de ambos. No sabía qué hora era exactamente pero sí sabía que llevaba asegurando a Elías en un mismo largo por demasiado tiempo, el sol estaba ya sobre mi y la posición en la reunión había ocasionado que mis piernas yo todo lo demás se durmieran completamente. Cuando Elías llegó a la reunión vimos el celular y nos percatamos de que habían pasado 4 horas desde que empezamos subir, ¡tan sólo íbamos en el segundo largo!
La vista del cañón era hermosa y la cascada a mi lado derecho sonaba con fuerza durante todo nuestro recorrido, además provocaba un arcoíris increíble que se comenzó a ver desde el segundo largo. Esto hacía que tuviera sentimientos encontrados dentro de mi: preocupación y duda del ascenso, pero disfrute y motivación por estar en un lugar tan espectacular. Llegué a dudar si lo mejor sería abandonar la misión pero me motivaba pensar que la ruta no tenía que ser repelada para bajar, pues arriba hay una salida y se puede caminar para regresar a tierra firme. Los largos eran bonitos, onces técnicos de placa y algunos diedros. Ahora, en retrospectiva puedo decir que la escalada era muy disfrutable y técnica.
Así continuamos con los típicos “achaques” de dos escaladores deportivos que no están acostumbrados a la gran pared, errores que parecen tontos pero que allá arriba cuestan caros, como tener unas gatas demasiado apretadas y los pies hinchados de tanto sol; acomodarnos al revés en las reuniones; sacar las cosas de la mochila sin el cuidado especial que se debe tener; pensar que los agarres están sólidos en una ruta de aventura; y en general: subestimar el grado de compromiso que requiere subir una pared alta. Llegó un largo en el que mi pies (que parecían más bien tamales) ya no cabían en mis zapatos, por lo que no sabía cómo iba a subir más de la mitad de la ruta que quedaba arriba de mi. Me empecé a preocupar por el ascenso y por el tiempo que nos estaba tomando subir, ya no había vuelta atrás y de alguna manera teníamos que motivarnos mutuamente para continuar hacia arriba.
Las protecciones eran buenas pero había secciones en las que estaban bastante separadas unas de otras, la cuerda comenzaba a pesar por ahí de los 50 mts., y la comunicación entre Elías y yo no era la mejor. ¡Se empezaba a respirar el estrés! Nuestro amigos que estaban en Basasiachic se asomaban desde lejos y se empezaban a preguntar qué nos estaba tomando tanto tiempo, comenzaba a escuchar la llegada de los mensajes en el celular preguntando cómo íbamos (sí, la señal es impecable ahí en el cañón).
Por ahí de las 6:00 PM yo ya me sentía incómoda, con miedo y con algunos pensamientos desventurados que me quitaban energía cada segundo. Elías parecía demasiado cansado y en shock aunque no decía mucho, se notaba que la experiencia también estaba siendo dura para él. Recuerdo un largo en el que sin decir nada, comenzó a pasarme la anillas para colgarlas en mi arnés, dándome a entender que quería que yo punteara el siguiente largo.
Un largo después, empezó a anochecer para percatarnos de que Elías no tenía lámpara, por suerte, la luna llena que alumbraba el cañón ayudó a que él lograra más o menos encontrar el camino. Me di cuenta de que necesitaba ponerme las pilas y meterle velocidad a las cosas, por primera vez en mi vida de escaladora tomé liderazgo de la situación, me colgué todas las anillas a mi arnés y me dispuse a subir como fuera los 4 largos que todavía teníamos por delante.
Subí lento pero constante, y cuando era el turno de mi cordada gritaba con fuerza, un poco para motivarlo y otro poco por desesperación. El colmo fue cuando perdida en unos bloques del tamaño de un refrigerador que se veían muy flojos, tuve que desescalar y hacer una travesía larga hacia la derecha para llegar justo a un agarre de pinza con un alacrán parado fijamente en frente de mi cara. La verdad es que le tengo pavor a esos insectos, pero ese día hicimos migas y compartimos agarre, además continué parándome muy cerquita de él. Me sorprendí de cómo pude ir viendo el panorama en grande y dejar de lado las pequeñeces.
Unos amigos ya estaban acercándose para rescatarnos y por suerte estaban esperándonos en el último largo. Salimos con muchos nervios como a las 9:00 de la noche. Temblábamos y estábamos sumamente deshidratados. Yo estaba demasiado sensible, insolada, hambrienta y, seguro, ¡muy apestosa! Fueron más de doce horas en la pared, por lo que en ese momento agradecí mucho a los que nos ayudaron al final, guiándonos por el camino de bajada que todavía nos tomó aproximadamente una hora y media. Me sentía afortunada de pisar tierra firme de nuevo. Elías no dijo mucho pero se agachó a besar la tierra.
Fue un día en el que aprendí mucho: de la escalada, de los riesgos y sobretodo de mi misma. Macuchi me dejó un feeling agridulce, agrio porque seamos honesto, ¡fue un embarque! pero lo suficientemente dulce como para seguir aprendiendo de esto y hacerlo de nuevo.
Agradezco a #fivetenmexico #bebrave #anasazi y a #tokalaescalada por el apoyo.