Fotos y texto: Jose Juan Severino
Kevin Hernández Pulido y Jose Juan Severino Lendechy abren nueva ruta de escalada en el Nevaro de Toluca. No te pierdas el relato completo de apertura.
Kevin Hernández Pulido y Jose Juan Severino Lendechy tardaron un total de seis días en abrir una nueva ruta de seis largos en el Nevado de Toluca, a la que nombraron “Dolor, y gloria a la vieja escuela”. Conoce la historia completa, narrada por uno de los dos aperturistas, así como los datos más relevantes para escalar esta ruta de estilo alpino.
Por: Jose Juan Severino
Si practicas la escalada en roca y has visitado el Nevado de Toluca o algunas de sus cañadas, inevitablemente tu vista se ha perdido en aquellos enormes montículos de roca que lo rodean, paredes que seguramente fueron un parque de diversiones para generaciones pasadas en búsqueda de aventuras y nuevos retos. Líneas escalables por doquier, pero no accesibles a cualquiera. Sin lugar a duda, existen múltiples historias perdidas en sus paredes, sólo conocidas por generaciones de antaño, la vieja escuela; muchas de ellas, olvidadas en nuestros tiempos por actividades menos riesgosas y de más fácil acceso que posibilitan la escalada deportiva y el boulder.
Hace algún tiempo atrás me dio gran alegría leer el relato Mata y Patata, publicado en Freeman. Me sembró en la mente el realizar, en algún momento, un aventura similar. Todavía no había encontrado una línea que me enganchara realmente para detonar esa motivación y el posterior esfuerzo que se tendría que realizar. Emprender una escalada alpina no es una cuestión trivial, por lo que considero que primero se debe estar preparado para salir de tu zona de confort, se requiere tanto fuerza física como mental para responder adecuadamente a las variables que te presenta la montaña, como el acercamiento a la pared, el clima variable y extremoso, el equipo necesario, la hidratación, etc.
Fue hasta julio del año pasado, en una caminata familiar, cuando hicimos un ascenso por la Cañada del Oso, donde pude observar, al costado derecho del sendero, una pared con intensos tonos amarillos por la que discurrían un sistema de fisuras que van desde el suelo hasta la cima. Me pareció una línea lógica, limpia y elegante, la cual, ahora sí, despertó la motivación suficiente para escalar por allí. Meses después, todavía con la idea en mente, me di a la tarea de reconocer un poco el terreno, haciendo caminatas en torno al Cerro del Oso, identificando, para mi sorpresa, múltiples líneas, así como vestigios de material de escalada. No encontré, eso sí, clavos que continuaran a lo largo del sistema de fisuras, sino, tan sólo, en los primeros metros desde el suelo.
Una vez que tuve identificada la posible línea que seguiría, tocaría encontrar a alguien lo suficientemente loco para sumarse a este proyecto. Invité a diversos amigos, algunos con experiencia en escalada tradicional y artificial, otros solo con conocimientos de escalada deportiva. La respuesta generalmente era positiva, pero sin confirmar fecha y hora. La verdad, no era muy alentador el panorama. Para llegar a la cañada donde se encuentra el Oso, se tiene que hacer un trayecto a pie por la parte posterior al camino de terracería, esta caminata toma aproximadamente dos horas dejando el coche en el estacionamiento del Parque de los Venados, aunado a lo anterior, hay que cargar todo el material (taladro, levas, cuerda, agua, algún lunch, etc), unos 25 kilos aproximadamente, para después, al llegar al pie de pared, estudiar cómo escalarla (mil veces más tentador resulta Jilotepec).
No obstante, como bien dicen por ahí, siempre existe un roto para un descosido, o para este caso un ingenuo para un enajenado. No sé si por insistencia o por compañerismo, finalmente se animó Kevin Hernández Pulido (“el Kevin” para la banda), compañero de embarques ya desde algunos años. Si bien su experiencia en escalada en grieta o artificial es poca, ésta se compensa con la paciencia, el apoyo y la confianza que brinda cuando las cosas se complican en la pared.
Iniciamos este viaje el domingo 3 de marzo. Una noche anterior empacamos todo lo que pensamos que utilizaríamos: dos cuerdas dinámicas, una estática, Fisureros, Friends, taladro, baterías, tornillos, placas, arnés, mosquetones, cintas, ropa multi capa, agua y demás cosas que uno lleva por si las dudas. El resultado: unos 35 kilos en cada mochila. Cual mulas de carga, salimos tarde de Toluca, alrededor de las 9:30 de la mañana, con más ilusiones que realidades.
La intención era abrir una ruta que pudiera ser repetida posteriormente con cierta facilidad y seguridad, para lo cual nos planteamos montar bolts y cadenas en las reuniones de cada largo y así descender más fácilmente. La logística de cómo lo haríamos lo dejamos en segundo término, seguramente sería muy sencillo alcanzar la cumbre, ¿o, no?
Llegamos aproximadamente a las 10:30 de la mañana al Parque de los Venados, donde dejamos el vehículo estacionado e iniciamos con la penitencia de cargar las mochilas a través del sendero que conduce a la cañada del Oso. El ritmo era bueno pero no tan constante como se esperaba, teniendo que hacer unos cuatro descansos en el trayecto. Más o menos a las 12 del día nos encontrábamos al pie de pared; entonces, las expectativas estaban cediendo su lugar a la realidad: el hacer una caminata con ese peso en la espalda y a esta altitud, no hace que llegues a pie de vía con una energía desbordante que digamos. Pero ya estábamos ahí y el sol generaba un calor acogedor que contrastaban con las ráfagas de viento gélido que pasaban de vez en vez. Bueno, ahora sí a lo que venimos: preparar equipo, sistema, checar todo y vamos, pies en la roca.
La piedra comienza a verse un poco descompuesta, hay que buscar la mejor opción, izquierda, derecha, protejo, protejo, ¡esto va más cocido que un cierre! Lo primero que me cruzó por la mente cuando iba ascendiendo la pared fue, -“ojalá no se caiga nada porque hay bloques muy grandes y descompuestos”.
Lo que nos encontramos fue un tipo de roca un poco rara en su estructura, ya que se ve quebrada pero realmente tiene una consistencia sólida, además cuenta con una buena adherencia. Sin embargo, de esto nos dimos cuenta hasta las posteriores escaladas que hicimos. Ese primer día, y después de pasar tres horas colgado, pude llegar a un punto donde logré emplazar una reunión con un par de fisureros y un micro friend, (aquel que haya estado en una reunión con estos dispositivos sabrá qué tipo de tranquilidad brindan). “¡Perfecto! aquí pondremos la primera reunión, Kevin. Mándame el taladro. Oh, pero ¿cómo? ¡No! Olvidé una línea alimentadora, bueno te mandaré mi cuerda, listo, ya lo puedes subir, puf esta cosa como pesa, OK, debo acomodarme lo mejor que pueda para taladrar, ojalá no se salga la reunión, listo, ¡bajo!”. Me dolía todo, la espalda, las piernas, mi mente no quiere más estrés, otro golpe de realidad, abrir una ruta aquí no sería tan sencillo como lo pensé.
Después de descender y sentir esa tranquilidad que brinda poner los pies en el suelo, le ofrecí a Kevin que probara la ruta en yo-yo para que fuera limpiando alguna que otra roca suelta. Su mirada me lo dijo todo, estaba con dos capas de ropa y cruzado de brazos, experimentando seguramente un sentimiento de qué diablos hago aquí, pero a regañadientes aceptó hacer el ascenso si después de eso terminábamos el día.
Mientras escalé nunca sentí ese gélido viento que te golpea, algo muy diferente de lo que vive el asegurador. El frío te cala los huesos, más cuando el sol ya no da directamente y estás bajo la sombra de la gran pared.
Como pudo, Kevin fue subiendo y limpiando algunas rocas sueltas que se encontraba en el camino, así como matizando los pasos que podrían realizarse para liberar ese largo. Sin mucha demora llegó a la reunión, descendió de la misma y rápidamente recogimos los cacharros. Eran aproximadamente las 4:30 de la tarde y lo menos que queríamos era seguir en ese frío y de noche. Todavía había un trayecto pesado para regresar hasta el vehículo.
Al emprender el regreso mi cuerpo se sentía cansado, pero mi mente seguía repitiendo una y otra vez la secuencia de pasos y protecciones que debería aplicar la siguiente vez que fuera. Con sentimientos encontrados de no querer continuar en esa ruta y con la emoción de descubrir qué nos deparaba el siguiente largo. Llegamos al estacionamiento con los hombros destrozados, pero con una gran sonrisa, de esas que sientes cuando algo te motiva.
Domingo 10 de marzo: ¡a escalar! ¿donde? Al Nevado de Toluca, ¿donde más? Las lecciones aprendidas en la primera salida fueron: demasiadas cosas inútilmente cargadas, llevar línea de suministros y dejar de pensar que todos los largos se iban a poder liberar de una vez, así que se agregaron los ganchos de artificial al equipo. Adelantamos la salida a las 8:00 de la mañana, dejando las mochilas en unos accesibles 25 kilos que los hombros agradecieron. El ritmo de ascenso mejoró y estábamos al pie de vía aproximadamente a las 10:30 de la mañana.
La primera parte de la ruta, el primer largo con roca más quebradiza, viene seguido de roca será más sólida. Con esto en mente llegamos casi sin problemas a la primera reunión. A partir de aquí nuevamente era terreno desconocido. La primera preocupación que pasa por mi mente es una caída factor 2, por lo cual intento localizar dónde hacer un emplazamiento decente, apenas al salir de la reunión. Pero encuentro la roca más quebrada y podrida. Los nervios de nuevo regresan y me veo cayendo sobre mi asegurador con un bloque de piedra sobre de mí; todas las fatalidades posibles cruzan por mi cabeza. A unos tres metros de la primera reunión encuentro un buen lugar para colocar un fisurero, lo puedo emplazar sólidamente y eso me tranquiliza. Continúo buscando un camino seguro para ascender, escucho varias pisaderas crujir bajo mis pies.
La altitud y los nervios hacen que me sofoque y tengo que mantener un diálogo interno para tranquilizarme, después detecto un secuencia que me lleva a una pequeña repisa del lado derecho, la incertidumbre no disminuye, esta pequeña repisa se encuentra llena de musgo y tierra con zacate. Realmente no sé si es roca o solo un banco de tierra a punto de colapsar. Debo arrancar con mis manos estos manojos para ver si es factible continuar por ahí, el avance es lento y mis ojos piden clemencia de tanta tierra que flota con el viento.
Observo una grieta muy franca de mi lado izquierdo en la cual podré proteger si la alcanzo. Mi duda es si podré moverme con seguridad hacia ella, o si algún cúmulo de tierra y piedras caerá sobre mi asegurador. Finalmente puedo proteger y continuar por una grieta de palmas y puños de forma segura hasta alcanzar otra repisa con algunas lajas sueltas y más zacate. Nuevamente no sé si me encuentro sobre una repisa de roca o tierra, sin embargo, me permite montar una reunión bastante sólida para subir el equipo y asegurar a Kevin.
Estando los dos asegurados, nos pusimos a limpiar el lugar tirando las piedras sueltas y los manojos de zacate. Afortunadamente sí, nos encontrábamos sobre una repisa de roca sólida y Kevin pudo emplazar los tornillos de la reunión. En este punto había dos opciones a seguir, tenemos una grieta ancha tipo offwith de frente, sin embargo, se ven lajas grandes y sueltas en ella. La segunda opción es ir un poco a la izquierda, con una grieta franca de palmas y puños, pero con mucho zacate. Ambos teníamos ya suficiente tierra en todas partes como para continuar podando el cerro, así que optamos por seguir limpiando el largo que habíamos escalado con la idea de dejarlo lo mejor posible y no pasar la misma incertidumbre la siguiente vez que subiéramos.
Hicimos dos rápeles para limpiar la línea lo más posible. Este segundo largo realmente se encontraba lleno de vegetación. Al tocar el suelo, sentimos alivio y decidimos dar por terminado el día, aproximadamente de nuevo 4:30 de la tarde, esta vez el regreso fue menos tortuoso y más rápido, teniendo la sensación de que cumplimos la penitencia del día.
Domingo 17 de marzo, ¡al Oso! ¿esto ya es obligación o trabajo? Lecciones aprendidas, hay que llevar cepillo de alambre para poder limpiar el camino y lentes transparentes todo el tiempo para proteger un poco los ojos de tanta tierra. La cosa se ve más complicada a partir del segundo largo, pensando en esto, agregué los estribos de artificial al equipo. En esta ocasión nos acompañaron dos conocidos de Kevin, lo cual nos vendría bien para que cargaran cosas (broma). Ellos querían dar un paseo y conocer esta parte del Nevado. La salida fue más temprano, a las 7:30 de la mañana.
No sé si el cuerpo y la mente ya le estaban tomando cariño al camino, pero ya se hacía más fluido y llevadero. Eran las 9:40 am cuando estábamos ya al pie de vía. El primer largo todavía infunde respeto, sobre todo cuanto más temprano se realice más fría está la roca que entume los dedos. Pero también habíamos ganado confianza escalando estas secciones, que distaba mucho del primer día que llegamos aquí. Posteriormente, en el segundo largo, con cepillo en mano, me di a la tarea de seguir limpiando. Al encontrarnos en la segunda reunión, de nuevo teníamos frente a nosotros un terreno incierto y decidimos tomar la grieta de la izquierda, pues a simple vista parecía tener menos piedra suelta; sin embargo presentaba una mayor complejidad con una sección donde no había fisuras, y tendríamos que ver cómo superarla.
Al iniciar este tercer largo, del lado derecho hay una buena grieta de puños que se puede proteger sin problemas, pero tenía mucho zacate y piedras sobrepuestas que tuvimos que ir limpiando. El avance es lento y con precaución, los montículos de zacate tienen un tamaño considerable y múltiples piedras están sujetas a ellos. Llegamos a la sección donde se cierra la grieta; en esta parte hay pocas opciones para poner protecciones fiables, por o que si queremos seguir por esta cara se tendrán que utilizar los ganchos. En términos generales, progresar con ganchos en artificial es algo estresante y atemorizante, en cualquier momento estos dispositivos pueden saltar, moverse o romper la roca, lo cual en este caso generaría una caída de unos seis metros a una repisa y se pone mejor cuando los pies tiemblan.
En cierto punto, me encontré colgado en la pared sin posibilidad de retorno y pensé realmente porqué rayos hacía esto. Creo que Kevin pudo observar mi semblante en ese instante y me gritó: ¡mejor mete una placa ahí! La idea era genial y de hecho lo había contemplado; la duda era, ¿al subir el taladro y hacer presión contra la pared, no provocaría que se botaran los ganchos? Creo estuve unos 30 minutos tratando de encontrar la forma de salir de ahí, pero la pared no me daba mucha opción, o seguía subiendo o trataba de poner un tornillo, si subía y algo se rompía pues creo me dolería más, y si lograba emplazar una placa en la pared, sería la salvación ¿o también caería con todo y taladro en mano a la repisa?
La opción fue la segunda. Subimos el taladro con mucho cuidado, lo enganché a mi arnés y generando presión en los estribos al mismo tiempo que perforaba la roca, pude finalmente poner una placa. Cuando me aseguré a ella, creo que el aliento regreso a mí. Habían pasado unas dos horas desde que me encontraba en esta situación, pero ya con la seguridad que brinda un anclaje tan sólido me disponía a continuar. Sin embargo, no veníamos solos, había olvidado por completo los compañeros que teníamos este día, los cuales estaban más que aburridos esperándonos. Optamos por finalizar la ascensión en este punto, coloqué un eslabón de cadena sobre la placa y descendí a la reunión para iniciar los rápeles de regreso. Esta vez regresamos al estacionamiento más temprano y sin mayor complicación.
Domingo 24 de Marzo, lo que parecía ser algo sencillo y rápido de lograr, presentaba cada vez más retos. La salida fue a las 7:00 am, la caminata de acercamiento pasó de ser un martirio a un lapso transitorio sin mayor problema, 9:20 am a pie de vía. La idea de cómo solventar el paso donde nos habíamos quedado la semana pasada rondaba de diferentes formas en mi cabeza. Sin lugar a duda todavía habría que continuar con ganchos y estribos por algunos metros hasta alcanzar lo que parecía una repisa. El tener una placa al inicio de esos pasos brindaba mucha tranquilidad, sin embargo, habría que esforzarse todavía para superar esta sección.
Alcanzamos la segunda reunión sin contratiempos y recorrí el camino nuevamente que había limpiado la semana pasada hasta poder anclarme en la placa y observar cómo podría solucionar los siguientes movimientos. Detecté una pequeña fisura a mi lado izquierdo así como protuberancias donde podría usar los ganchos. Sin mucha vacilación, inicié el ascenso emplazando los ganchos en las salientes que me ofrecía la roca, cuando, de pronto, se rompió una de éstas, lo que generó un pequeño vuelo sobre la placa de la cual estaba asegurado. Inmediatamente pensé en qué me habría pasado si el domingo anterior hubiera tomado la decisión de continuar sin protecciones ¡Uf! Por fortuna no pasó a mayores y continué con la tarea de progresar por la diminuta fisura que me ofrecía la roca, colocando un stopper del tamaño de mi uña (aquel que considere escalar en artificial como aburrido o fácil, todavía no ha intentado abrir rutas desde abajo).
Después de ascender un par de metros encontré un agujero en el que pude colocar un Friend bastante sólido, lo que me brindó seguridad para intentar alcanzar la repisa superior escalando. Pude observar que en la parte superior existían unos buenos agarres, los cuales sí eran buenos, pero estaban llenos de limo y tierra. Al tomarlos, estuve realmente a punto de caer, sin embargo, pude subir mi pie izquierdo para utilizarlo como apoyo e impulsarme hacia la repisa. La teoría era más fácil que la práctica: a esta altitud realizar esfuerzos exige a los pulmones bastante trabajo, pero por fortuna ya me encontraba en la repisa, jadeando como loco, pero feliz por haber librado esta sección que había sido tan técnica.
Continúe avanzando por terreno fácil en búsqueda de un bloque de roca adecuado para poder montar la reunión. Después le pedí a Kevin que sujetara el taladro a la línea secundaria para poder emplazar los tornillos. Una vez montado el yo-yo, le comenté que intentara buscar la secuencia necesaria para poder escalar toda esa sección en libre, lo cual logró pero sin unir los pasos completamente; me comentó que él lo veía muy posible trabajándolo un poco. Me alegró mucho y pensé en intentarlo la próxima vez.
A partir del tercer largo lo que se presenta es todo un terreno poblado de zacate y lajas sueltas, que en escalada se puede considerar una cuarta clase. Se tiene que ascender con cuidado debido a que se encuentra todo apelmazado y con posibilidad de crear una avalancha de roca en algunas partes. Se tiene que transitar por esta parte aproximadamente 30 metros, hasta alcanzar de nuevo roca vertical. En esta ocasión no lo haríamos, ya habíamos cubierto la cuota de montar otra reunión y preferí colocar otra placa en la sección clave de la parte inferior. Nos interesa que esta ruta se pueda repetir lo más segura posible, quedando al final un tercer largo en mixto con primeras protecciones flotantes y dos placas en los pasos más complicados. Después de esto, iniciamos el descenso y el posterior regreso al estacionamiento.
Domingo 14 de Abril, después de unos fines de semana de descanso, retomamos el proyecto. Todavía había bastante trecho que recorrer y me emocionaba mucho saber qué otros retos nos presentaría la roca. Alcanzamos la segunda reunión rápidamente y me motivé a intentar la secuencia en libre del tercer largo, encontrando algunos pequeños agarres del lado izquierdo. No sería fácil, mi beta era un paso de compresión bastante apretado, haciendo una pequeña transición hacia la derecha a un buen agujero, para posteriormente hacer un bloqueo en una pinza, subir muchos los pies y un pequeño lance, para después salir hacia la repisa. La teoría ya estaba hecha, pero en la práctica no pude unir la secuencia, sin embargo, era posible. Continúe a la tercera reunión y Kevin encontró otra secuencia, al parecer más sencilla, pero por un error de pies cayó y no pudo encadenar la sección, para otro momento será.
Ahora requerimos armar el siguiente rompecabezas, ¿por dónde podemos subir sin generar una avalancha de rocas? En esta ocasión es prácticamente imposible quitar todo el zacate por donde pasas, así que debes moverte sigilosamente entre él y las rocas sueltas. Después de un par de sustos, logro llegar a la base de la siguiente piedra vertical. Ahora hay que ver dónde montar una reunión no sólo para continuar escalando sino también para que podamos regresar a la reunión anterior lo más seguro posible.
Se hace un poco complicado andar cargando el taladro, tirando piedras y seleccionar la siguiente parte a escalar. Encontramos cuatro líneas lógicas, la primera de izquierda a derecha, un imponente offwith de posiblemente unos 50 metros de largo, en el cual al menos se requieren unos 3 friends del 6 o big-bros, tan sólo verla impone respeto. La siguiente es una fisura que inicia con una grieta de manos, pero a la mitad también se ensancha y genera un pequeño techo, se ve muy prometedora, pero tiene unos bloques de roca peligrosamente amontonados en la parte media y superior que no quisiera tocar. La tercera opción, una grieta posiblemente de dedos pero con mucho zacate y tierra en ella; si se limpia creo que sería genial esa línea. Cuarta opción, que veo más accesible, una grieta transversal que zigzaguea hasta casi la cima, con un buen tamaño para palmas y dedos; se le ve con varios manojos de zacate y unas cuantas secciones sucias, pero considero que será menos complicado limpiarla y ascender por ella.
Después de esto, procedo a montar la reunión justo debajo de la línea mencionada y aseguro a Kevin para que se reúna conmigo. En la parte donde me encuentro ya no llegan los rayos del sol y el viento se siente más gélido que otros días. Bajar desde la reunión que puse hacia donde estábamos implica atravesar grandes bloques sueltos y posibles derrumbes de rocas. Lo tenemos que solucionar antes de proseguir, pues desde este punto podemos perder la reunión de la que habíamos partido.
Cuando Kevin se reúne conmigo me comparte su preocupación del descenso, ya que son aproximadamente 30 metros sin contar con puntos de orientación. Nos damos a la tarea de colocar otra reunión del lado derecho, la cual traza una línea casi recta con la anterior. Nos obstante, nos quedamos sin tornillos para poder emplazar otra reunión en la parte superior y que nos obligaría salir hasta la cima ese mismo día. Después de todas las vicisitudes que se nos han presentado, optamos por una decisión objetiva e iniciamos el descenso. Realmente no sabíamos cuántos largos debíamos recorrer hasta la cima. Limpiamos diversas secciones de rocas sueltas descendiendo sin mayor problema.
Domingo 5 de mayo, tuvimos que abandonar el proyecto por un par de semanas debido a diversas actividades personales, pero el compromiso seguía en pie, llegar a la cima del Oso. Tenía sentimientos encontrados, había sido duro escalar en ese cerro y, a un mismo tiempo, quería volver. En fin, arribamos a pie de vía a las 9:30 am, como ya era costumbre. Otra oportunidad más para encadenar el tercer largo. Me sentí bastante bien en los primeros dos y pensé que no tendría problemas en dicha sección. Cambié mi beta y no resultó ser buena decisión. Ni modo, otro día será.
Desde la tercera reunión esperé con ilusión que Kevin encadenara la sección. Me comentó que se sentía confiado para afrontarla, pero también cayó por un error en pies. Escalar aquí no es fácil y los esfuerzos generan bastante cansancio. Continuamos a la cuarta reunión tranquilamente. Desde este punto la pared no parece ceder brindándonos una escalada más fácil y accesible a la cima, nuevamente tendríamos que abrirnos paso a lo desconocido.
Iniciamos tirando unas cuantas lajas y limpiando un poco el zacate, como ya es costumbre. Hay una pequeña repisa antes de iniciar la parte vertical. Al acercarme a la pared observo una bien definida grieta transversal que realmente motiva a cualquier amante de la escalada en tradicional. El único inconveniente fue que desde abajo se veía más limpia de lo que estaba. Inicié el ascenso tratando de arrancar diversos manojos de zacate que dejaron muy buenos emplazamientos para los Friends. Todas las protecciones que fui colocando eran realmente sólidas y el tamaño de la grieta es bastante amable para las palmas y los dedos. Después de un par de metros, del lado derecho se presenta otro sistema de fisuras para los dedos con lo cual puedes ir jugando entre una y otra.
Casi por la mitad de la vía se observa un sección de lajas enormes solapadas entre sí, se asemejan a placas que fueron colocadas minuciosamente unas sobre otras, generando grietas por donde se puede ir progresando: simplemente genial. Al terminar esta sección pudimos instalar una nueva reunión en una pequeña repisa, desde donde aseguré a Kevin. Al reunirnos, le comenté que parecía que solo restaba ascender unos 20 metros hacia la cima, sobrepasando un pequeño techo por una parte sencilla pero muy sucia. Teníamos dos opciones, hacer cumbre o regresar el siguiente fin a escalarlo todo nuevamente, creo que para ambos, la opción fue sencilla, termínenos de una vez con esto.
En el ultimo largo me sentí como un jardinero en plena faena; debía arrancar zacate, musgo y tierra por todas partes para poder emplazar las protecciones y progresar. Después de hora y media de limpieza pudimos alcanzar la cima. Kevin me mandó el taladro y finalmente equipé la última reunión desde donde lo aseguré. Después de seis días de trabajo de equipamiento, habíamos concluido nuestro viaje, con una magnífica vista de todo el valle y de las paredes que rodean al cráter del volcán.
INFORMACIÓN DE RUTA | |
Nombre: | Dolor, y Gloria a la vieja escuela |
Aperturistas: | Kevin Hernández Pulido, Jose Juan Severino Lendechy |
Largos: | 6 |
Desglose de Grados: | 5.10, 5.9, 5.11, 4ta clase, 5.11, 5.9 |
Equipo: | Cuerda de 60m, juego de stopper, juego de levas hasta el 3.5 y cintas |
Nota: La mejor opción es descender haciendo rápeles, de otra forma se debe hacer una caminata desde la cima hacia el lado izquierdo, por un terreno muy descompuesto de rocas y rodear todo el cerro.