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¿Qué es la aventura? Un término que definimos todos

  • Sofía Arredondo
  • junio 17, 2019
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¿Qué significa «aventura»? Conoce el origen de la palabra que define al montañista y al amante de la vida al aire libre (con poema incluido).

El origen etimológico de las palabras nos permiten no sólo saber de dónde proceden sino las posibilidades que hay para emplearlas adecuadamente. No obstante, serán pocos los amantes de las actividades al aire libre quienes no sepan a qué se refieren cuando usan la palabra «Aventura» y «Aventurero«. Pero si vamos un poco más hacia adentro de este concepto descubrimos aspectos interesantes que explican la esencia del montañista y el amante de las actividades al aire libre.

¿Cuál es el origen de la palabra «Aventura«? De acuerdo al diccionario etimológico, la palabra Aventura «procede del latín adventura, forma neutra y plural del participio de futuro activo del verbo advenire (llegar), compuesto del prefijo ad– (aproximación, dirección, presencia), venire (venir) y el sufijo -urus/-ura que indica esa idea de actuante remitido al futuro, y que no hay que confundir con el sufijo de sustantivos -ura/-tura que indica actividad o resultado. En latín, Adventura significa «las cosas que han de llegar» y esta combinación de prefijo y raíz se refiere a aproximación (ad-) a los hechos inciertos que están por venir (ventura)«.

«Aventura» puede emplearse para hablar de diferentes cosas, desde una relación sentimental clandestina y pasajera, un género cinematográfico e incluso un suceso excepcional en el que uno participa sin ninguna seguridad de que se acabe con éxito.

En el mundo del montañismo, el «aventurero» es quien emprende una «aventura«. ¡Espera! no queremos parecernos a los diccionarios tautológicos (los que definen una palabra usando la misma palabra o una similar); recordemos su origen etimológico: «las cosas que han de llegar». Es decir, el aventurero es quien se aproxima a los hechos inciertos que están por venir. ¿Hechos inciertos? Sí, experiencias de naturaleza arriesgada normalmente compuesta de eventos inesperados, incluso con cierta clase de peligro.

¿Por qué alguien quisiera aproximarse a hechos inciertos que están por venir y que incluso lo ponen en peligro?

Ésta suele ser la pregunta que se le realiza a todo montañista, a lo que generalmente se responde: «porque es precisamente ahí donde salgo de mi zona de confort». Y entonces nace una segunda cuestión, ¿para qué tendríamos que salir de nuestra zona de confort? Para obtener experiencias que de otro modo no tendríamos: de entrada, saber que podemos llegar mejor y más lejos de lo que habíamos llegado, es decir, buscar la aventura es una forma de superarse a pesar de sabernos finitos, mortales.

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Las aventuras han existido desde que se tiene constancia de textos escritos, incluso antes, pese a no llamárseles así. Por ejemplo, en la época clásica (los griegos) les llamaban odiseas (sí, la Odisea de Homero, es un ejemplo). En la Edad Media, un gran ejemplo es Marco Polo, viajero veneciano que recorrió Asia Oriental; son también las novelas de caballería. En la Edad Moderna, época de las grandes conquistas, los colonizadores viajaron con propósitos lucrativos pero todo ello iba empapado de un aventurarse a lo desconocido; en el ámbito literario Don Quijote de la Mancha (el libro más leído después de la Biblia, escrito por Miguel de Cervantes Saavedra) es un extraordinario ejemplo que narra, justamente, las aventuras de su protagonista, Don Quijote, junto a Sancho Panza.

En la Época Contemporánea tuvieron lugar los primeros viajes que no perseguían fines monetarios ni científicos y en los cuales el objetivo fue aproximarse a hechos inciertos para superarse con destreza e ingenio. El ejemplo que nos queda más próximo: el montañismo.

Hoy en día, dentro del mundo de las actividades al aire libre la palabra «aventura» posee nuevas e innumerables connotaciones. Para muchos se trata ya de un cliché, de una palabra malgastada y bastante atractiva para las agencias de viajes que paradójicamente te venden un «todo incluido». Sin embargo, para algunos otros todavía define bien las expediciones en solitario a lugares remotos en países lejanos, donde la autosuficiencia, la experiencia y la valentía encuentran el mejor espacio para desarrollarse.

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Finalmente, la vida misma es una suma de hechos inciertos que están por venir pero, ¿eso nos convierte en aventureros por nacimiento? O quizá, ¿el aventurero es quien no acepta tener sólo quince días de aventura al año? Para Sebastián Álvaro, un reconocido periodista español (que ha realizado más de sesenta expediciones a ochomiles), la aventura «es el único sitio, el único momento, la única forma en que podemos robar tiempo a la muerte«.

Para ti, ¿qué significa emprender una aventura? ¿será, quizá, algo parecido a un viaje a Ítaca, como lo define el siguiente poema de Constantino Cavafis?

«Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.»

C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999

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Sofía Arredondo

Integrante del equipo editorial de Freeman Outdoors y doctora en filosofía del arte, originaria del Desierto de los Leones. Alma viajera con larga estancia en Cataluña recorriendo zonas de escalada europeas. Apasionada por escribir y escalar, busca transmitir valores de montaña, historia y conciencia ambiental en tanto que vehículos de desarrollo personal, social y económico.

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4 comentarios
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  3. Mauro Pesce dice:
    junio 27, 2019 a las 11:52 am

    ¿Y qué ocurre con la aventura cuando ya no existe ese «espacio en blanco» en el mapa, cuando se acotan los hechos inciertos posibles? Sebastián Álvaro habla de «recorrer mapas», un error sugerente.

    Responder
  4. Jorge Alberto Herrera López dice:
    junio 17, 2019 a las 4:19 pm

    Reflexión.

    De un tiempo atrás, a la fecha, se ha notado un auge en la promoción y práctica de actividades de aventura y al aire libre, llamándolos “DEPORTES EXTREMOS”, esta connotación es utilizada para comercializar, usando este término, principalmente por muchas personas o empresas, que se sienten ajenas a la naturaleza, pero en realidad estas actividades las ha realizado el ser humano de forma natural e Intuitiva, desde siempre. El ser humano esta creado para desplazarse a grandes distancias, escalar, correr, nadar, sortear algunos factores geográficos, climáticos; estar en contacto directo con su entorno, actividades cotidianas, parte del desarrollo, adaptación y evolución.
    Con el paso del tiempo nos hemos olvidado de nuestra propia naturaleza, nuestro origen básico, nuestra esencia. Nos hemos vuelto EXTREMOS, así es, ahora con los “avances” tecnológicos, el crecimiento desmedido, la sobre explotación de los recursos, los pésimos hábitos de alimentación, sedentarismo y por ende enfermedades de todo tipo, hemos llegado a un punto crucial, reflexionar, hacer un alto en el camino e intentar enderezar el rumbo.
    El ser humano ha perdido la brújula, y a pesar de la tecnología, nos hemos vuelto solitarios y estamos a merced del exterior, las modas han marcado los límites, el consumismo desmedido ha hecho que tengamos más de lo que verdaderamente necesitamos, se piensa que el confort y la comodidad son sinónimos de felicidad. El ser humano se ha tatuado un lema que dice: “más tengo, mejor soy”, procura no moverse, no hace el mínimo esfuerzo físico, ni intelectual, ya no busca en su interior, no reflexiona, cree tener datos e información, pero no así conocimiento y mucho menos sabiduría.
    Extremo es, pasar días enteros en centros y plazas comerciales, mirando aparadores, luces, incluso encerrado en lugares, dónde consume diferentes tipos de drogas y estupefacientes, con las justificaciones más estúpidas que uno pueda imaginar, se coloca vanidad para impresionar, también utiliza algunos metales y minerales preciosos para decir a los demás que su poder adquisitivo es mayor, adopta poses, costumbres y expresiones, que nos llevan a la distracción, olvidando nuestra capacidad de asombro, lejos de lo que algún día fuimos… Seres exploradores, de sí mismo, de la naturaleza, sabios y conscientes.
    Extremo es, no luchar por las cosas que valen la pena, la familia, los verdaderos amigos, la salud, el amor… Piensa que la calidad de vida es: acaparar, poseer, atesorar, llenar de objetos las cuatro paredes donde habita, ya no es paciente, ha caído en el juego de la inmediatez; inmediatez en las relaciones, en la comida, en la comunicación, en las sensaciones, en el amor… Rapidez en la vida.
    Las estadísticas indican que varios años de nuestra vida transcurren frente al televisor, computadoras, celulares… y así podría seguir con una lista interminable de actividades y conductas verdaderamente Extremas y verdaderamente inútiles…
    Ahora resulta que EXTREMO, es subir una montaña, correr por un sendero, nadar en aguas bravas, escalar paredes de roca, montar una bicicleta, navegar por el mar, ríos, lagunas, saltar al vacío, recorrer grandes distancias por la selva, el desierto, el bosque y combinar algunas o todas estas actividades… incluso hay quienes piensan que extremo es tener una súper camioneta último modelo, el equipo de moda, y la ropa de última tecnología, colocar sus bicicletas de última generación en el toldo, salir a cualquier lugar, rodar unos cuantos metros por el barro y comer quesadillas en el pueblo local.
    Existen distintas estaciones naturales, al invierno le sigue la primavera, y a esta el verano…etc. y así, se repiten los ciclos una y otra vez, desde hace millones de años, que al paso del tiempo se han modificado por acciones naturales y la mayoría de las veces por acción directa y descuido de nosotros, quienes lo mal habitamos, es curioso escuchar cómo muchas personas se quejan por la lluvia, por el sol, por el polvo, por el viento… El ser humano ahora es EXTREMO, el cual, habitar su propia casa (plantea tierra), le resulta extraño y ajeno…

    NO RETES A LA NATURALEZA, SE PARTE DE ELLA… (JAHL)

    Responder

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