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Día Mundial de la Tierra: No se celebra, se lucha

  • Sofía Arredondo
  • abril 22, 2025
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Hoy, como cada 22 de abril, las redes sociales se inundan de mensajes verdes, promesas corporativas de “sostenibilidad” y fotos de paisajes prístinos. Pero el Día Mundial de la Tierra no es una celebración: es un recordatorio de que estamos en resistencia. Una resistencia contra la indiferencia, contra el consumismo voraz, contra un sistema que nos ha convencido de que somos espectadores y no actores de la destrucción o la salvación del planeta (bueno, del ser humano, en realidad).

La Tierra no necesita un día. Necesita que todos los días sean una resistencia activa.

La crisis climática no es futuro: es presente

No hablamos de un problema lejano. Los glaciares se derriten ahora. Los ríos se secan ahora. Las comunidades originarias son desplazadas ahora. Y mientras el discurso oficial nos distrae con soluciones individuales —recicla, usa menos plástico—, las grandes corporaciones siguen contaminando impunemente.

Pero hay una trampa en este relato: la idea de que nosotros, como individuos, no tenemos poder. Es cierto que el 70% de las emisiones globales provienen de solo 100 empresas (Carbon Majors Report, 2017). Pero también es cierto que nosotros decidimos qué empresas sobreviven. Cada compra es un voto. Cada consumo, una elección política.

Ansiedad climática vs. Desinterés climático: Dos caras de la misma moneda

En un extremo, están quienes sienten un peso insoportable: saben que el colapso viene y se paralizan. Leen cada informe científico como una sentencia, ven en cada ola de calor o inundación un presagio, y cargan con una culpa que no les pertenece. En el otro extremo, quienes niegan, minimizan o simplemente no quieren saber. Afirman,«¡siempre ha habido cambios climáticos!» o se refugian en un «total, ya qué puedo hacer yo».

Ambos son síntomas del mismo problema: un sistema que nos ha robado la capacidad de actuar.

Barry Commoner lo dijo claro: «Las causas radicales de esta crisis no las hallamos en la interacción del hombre con la naturaleza, sino en la interacción de los hombres entre sí». La crisis climática no es un fallo técnico, es un fallo humano. Es el resultado de un modelo que prioriza el beneficio inmediato sobre la vida, que convierte montañas en mercancía y comunidades en souvenirs. Un modelo que, además, nos ha convencido de que somos impotentes.

La ansiedad climática nace de asumir una responsabilidad que debería ser colectiva, pero que el sistema individualiza: «Recicla, apaga las luces, no uses popotes». Mientras, el desinterés climático es la reacción lógica ante un problema que parece tan grande y tan lejano —y tan manejado por otros— que desconectarse parece la única opción.

“Cuando se persigue el origen de cualesquiera de los problemas del medio ambiente salta a la vista una verdad ineludible: las causas radicales de esta crisis no las hallamos en la interacción del hombre con la naturaleza, sino en la interacción de los hombres entre sí… En suma, a la paz de la naturaleza debe antecederle la paz de los humanos”. — Barry Commoner

¿Cómo romper este ciclo?

  1. Rechaza la falsa dicotomía entre «salvar el planeta» y «seguir viviendo»
    • El capitalismo nos vende que la sostenibilidad es un sacrificio. Pero ¿qué es más sacrificado: cambiar nuestros hábitos o perder los ríos, los bosques, el aire limpio?
    • La verdadera libertad no está en consumir sin límites, sino en construir un mundo donde el consumo no sea sinónimo de destrucción.
  2. Convierte la angustia en rabia organizada
    • La ansiedad climática es un lujo que no nos podemos permitir. Los pueblos originarios llevan siglos luchando contra el extractivismo: no se paralizan, se organizan.
    • Como dijo la activista hondureña Berta Cáceres: «Despertemos, humanidad, ya no hay tiempo».
  3. Rechaza el «solucionismo individual»
    • No es tu huella de carbono, es la de las petroleras. No es tu culpa, pero sí es tu lucha.
    • La acción individual importa, pero solo si se convierte en presión política, en boicot masivo, en demanda de cambios estructurales.
  4. Reconecta sin romanticismos
    • La naturaleza no es un «espacio para visitar», es nuestra matriz. Como escribió Jean-Luc Nancy: «El sentido es ‘ser-à’, pero también ‘ser-à-más-de-uno’». No hay ecología sin comunidad.
    • La recreación outdoor no debe ser un escape, sino un acto de reciprocidad: si la montaña te da paz, ¿qué le devuelves? ¿Defensa legal? ¿Denuncia? ¿Menos turismo y más respeto?

La crisis climática no se resolverá con pequeños gestos, sino con un cambio radical en cómo nos relacionamos —entre nosotros y con la Tierra—.

Convierte la angustia en acción colectiva

Reconecta con la naturaleza: No como turista, sino como parte de ella. Como dice Jean-Luc Nancy: “El sentido es un tensor de multiplicidad”. No hay ecología sin comunidad.

Infórmate y comparte: El conocimiento es poder. Habla de crisis climática sin caer en el catastrofismo paralizante.

Únete a movimientos: La lucha ambiental es comunitaria. Busca colectivos que trabajen en defensa del territorio, reforestación, o presión política.

Sé un cliente exigente. Rechaza la fast fashion (la segunda industria más contaminante del mundo). Exige durabilidad, no obsolescencia programada Compra local, aunque sea más caro. El precio barato siempre lo paga alguien más: el planeta, los trabajadores explotados, las futuras generaciones.

El mito del turismo “verde” y la recreación responsable

El turismo comercial es antropocéntrico. ¿Qué significa esto? Que pone al hombre en el centro de todo interés. Es extractivista. La naturaleza, las culturas y las comunidades locales están “al servicio”. No es casualidad que el turismo contribuya con el 8% de las emisiones globales (Climate Trade).

Pero hay otra forma: la recreación al aire libre consciente. No se trata de visitar la montaña, sino de aprender de ella. En 2021, la recreación outdoor contribuyó con 454 mil millones de dólares al PIB de EE.UU. (Outdoor Industry Association), tres veces más que el petróleo y el gas. Es un modelo económico que no explota, sino que protege.

Viaja menos, vive más

Defiende el territorio: La mejor manera de “amar” un lugar es luchar por su protección legal. Si vas a la montaña, hazlo con humildad: aprende de las comunidades, no las folklorices. Evita los “destinos virales”: El overtourism mata ecosistemas.

La Tierra no necesita héroes, necesita complicidades

No caigamos en el engaño del ecogestheroísmo (es una crítica irónica al discurso que reduce la lucha ambiental a acciones individuales —como reciclar, cambiar focos o usar bolsas de tela— mientras ignora las verdaderas causas estructurales de la crisis climática. Es la idea de que «si todos hacemos nuestra parte, el planeta se salvará», un relato cómodo para las corporaciones y gobiernos que evaden su responsabilidad).

No se trata de salvar el planeta solo con tus acciones individuales, sino de cambiar el sistema desde la raíz.

  • Presiona a los políticos: Exige leyes reales contra la crisis climática.
  • Boicotea a las marcas destructivas: No hay “capitalismo verde”.
  • Rechaza el discurso del “consumo responsable”: No es tu huella de carbono, es la de las petroleras.

Hoy no es «un día». Es una trinchera. La Tierra no se celebra: se defiende.

¿Y tú, en qué lado de la historia estás?

Continúa leyendo: «Friluftsliv»: la filosofía escandinava de conectar con la naturaleza

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Sofía Arredondo

Integrante del equipo editorial de Freeman Outdoors y doctora en filosofía del arte, originaria del Desierto de los Leones. Alma viajera con larga estancia en Cataluña recorriendo zonas de escalada europeas. Apasionada por escribir y escalar, busca transmitir valores de montaña, historia y conciencia ambiental en tanto que vehículos de desarrollo personal, social y económico.

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