La ciencia, herramienta de exploración más sofisticada creada por la especie humana, logró, por primera vez en la historia, fotografiar un agujero negro.
De acuerdo a lo comunicado este diez de abril de manera simultánea por diferentes organizaciones del mundo, Científicos del Telescopio del Horizonte de Sucesos (EHT, por sus siglas en inglés) lograron la primer fotografía de un agujero negro ubicado en el centro de la galaxia M87, empleando el sistema de telescopios llamado Event Horizon.
La foto, que no es sino una imagen difusa de un aro de luz entorno a un centro oscuro, muestra literalmente un nuevo horizonte en los límites de lo que el ser humano es capaz de explorar, no con botas y piolet, sino con telescopios y ciencia, para asomarse un poco más lejos a los confines del universo.
La frontera en cuestión es el llamado “horizonte de sucesos”, que representa la frontera donde nada, ni la luz, puede escapar, donde el tiempo se detiene, y donde el tejido de la realidad es inextricable. El horizonte de sucesos es ese aro de luz difuso, pero es tal vez el centro de la foto, el espacio negro, lo más sorprendente. Se trata, en efecto, de una mirada al abismo.
Esta fotografía significa, así, evidencia de la aventura del ser humano por entre los mares, montañas y senderos de un territorio al que no podemos acceder con la fuerza de nuestras piernas, pero sí con el poder de nuestra mente, expresada a través del conocimiento y la técnica. En ese sentido, fotografiar un agujero negro es resultado del mismo apetito de descubrimiento que tuvo quien caminó por primera vez un glaciar, aquel que se adentró en una caverna, o quien simplemente empuja cada día más lejos sus propios límites.
El brillo del descubrimiento contrasta, como es usual en la historia de la exploración humana, con su contexto. Si Colón viajó en un barco con enfermos y delincuentes, mientras que Hillary empleó un ejército para encumbrar el Everest (y olvidar, en conjunto, a Tenzing), la primer fotografía de un agujero negro ocurre en un mundo de horrores e ignorancia. La Tierra entera, debido a la técnica empleada para lograr la fotografía, fue la carabela de este descubrimiento.
Sin embargo la exploración queda y, con ella, la inspiración para seguir adelante. Nuevas cumbres llegarán y nuevos horizontes serán vislumbrados. La esperanza, como siempre, es que crezcamos, en conjunto, lo suficiente para lograr lo que Sagan llamó el fin de nuestra larga infancia, aquello que marcaría nuestro regreso a casa, a nuestro lugar en las estrellas.