¿Te has preguntado, por qué vas a las montañas? Estas son cinco razones importantes.
11 de diciembre: Día Internacional de las Montañas. #MountainsMatter
Nos llamarán idealistas al escucharnos hablar de las montañas. Nos llamarán románticos al oírnos expresar nuestro insaciable deseo de salir en busca de nuevas aventuras.
Y, ¿cómo habrían de comprendernos sin antes haberlo vivido? La vida del montañista nos recuerda esa célebre frase de Nietzsche, “Aquellos que eran vistos bailando, eran considerados locos por quienes no podían escuchar la música”.
¿Por qué vamos a la montaña? Una antigua pregunta que se hizo famosa por primera vez en la década de 1920. George Mallory dio una respuesta increíblemente compleja o desdeñosa: “Porque está ahí”.
Es posible que desees escalar una montaña para relajarte, para salir, por amor al logro o la sensación de dominio atlético, o simplemente para obtener una buena vista.
Pero algo es cierto, en las montañas, podemos estar muy perdidos pero queremos continuar, porque al llegar muy alto, a la cima, finalmente nos encontramos.
“No es la montaña la que conquistamos, sino a nosotros mismos”.
—Edmund Hillary
Porque enriquecen el espíritu
Los paisajes, el contacto con la naturaleza, el entorno cambiante, el esfuerzo que da recompensas, la vista desde la cima. Porque en la montaña conocemos nuestros propios límites y superamos nuestros miedos; nos lleva a lugares de increíble belleza, y nos desafía a encontrar reservas de fortaleza y recursos sin explotar.
Subir montañas escalando, caminando o corriendo ofrece una serie de desafíos físicos y mentales que se desarrollan en algunos de los lugares más hermosos de nuestro planeta. Superar esos desafíos, tener una sensación de logro y aprender un poco más sobre uno mismo es tremendamente gratificante.
Emancipación del Status quo
Los problemas cotidianos se relativizan y los lujos se transforman en cosas básicas: una taza de té, un cielo estrellado, el abrazo de aliento de un amigo. Los viajeros sabios llevan solo lo que se necesita para el viaje.
Porque en las montañas aprendemos que las cosas siempre están cambiando y que solo necesitamos encontrar otra táctica para superar el cambio. Cuando la vida se pone difícil, recordamos que todo lo que podemos hacer es poner un pie delante del otro y continuar.
Las montañas son completamente implacables, impersonales y no responden a ninguna autoridad superior. El peligro parece conducir la adrenalina que nos hace volver a las montañas. Tal vez es un reflejo sobre la falta de entusiasmo en nuestra vida cotidiana.
El espíritu de aventura y de cierta emancipación al status quo que nos ofrecen los deportes de montaña, pueden contribuir a la búsqueda de una sociedad más armónica que en la que vivimos actualmente.
Porque nos unen e interrelacionan
Porque la lealtad y la amistad surgen de forma natural. Porque las montañas llaman a personas de otros lugares que hablan un mismo idioma con el que nos identificamos, porque basta estar ahí para saber que algo nos une.
Porque es inútil, porque subir montañas no nos da calor, comida ni seguridad, sino simplemente una profunda alegría compartida que, después de todo, “es el fin de la vida” (George Mallory).
Porque nos brindan salud física y mental
Incluso sin pretender hacer ejercicio, estar en la montaña revitaliza. En las montañas no sólo se construye una fuerza y ?? resistencia increíbles, sino también descubrimos la importancia de nuestra alimentación.
Porque aprendemos que el frío, la falta de aire, el cansancio, el desgaste, el fracaso, son importantes para llegar al éxito. Poder visualizar ese progreso, luego representarlo, medirlo y reflexionar sobre él, crea una brújula o faro: nos permite mantener una dirección clara para nuestro futuro, incluso cuando estamos sumergidos en las trincheras de la vida cotidiana.
Porque nos hacen valorar el cuidado al medio ambiente
Después de observar cómo se ven los lugares intactos, queremos protegerlos. Finalmente, es posible entender por qué hay tantas reglas en los parques nacionales y agradecemos que existan y se respeten. Después de escalar montañas valoramos lo que tenemos.
Porque aprendemos que el método que utilizamos para ascender a un pico es esencial para el esfuerzo y un elemento clave para medir el éxito de una expedición. Aprendemos que el fin no necesariamente justifica los medios: reconocemos que la auténtica aventura de conocer la montaña ha de realizarse bajo los propios términos de la naturaleza, y no los impuestos por nosotros.
-Sigue leyendo, 11/12/18: DÍA INTERNACIONAL DE LAS MONTAÑAS #MOUNTAINSMATTER-
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