¿Quiénes, si no los escaladores, pueden identificarse mejor con los hombres de la prehistoria? Las paredes de roca revelan nuevos mundos.
Hay algo que conecta al escalador con nuestros antepasados del paleolítico y el neolítico: las paredes de roca. Visto desde una mirada artística (y algo romántica), tanto el escalador como el hombre de la prehistoria, aquél que habitó el planeta hace 35 mil años (aunque vestigios encontrados en África señalan que podrían incluso tener 73 mil años de antigüedad), han encontrado en las paredes de roca un espacio para expresarse (de formas muy distintas, claro está).
Las pinturas rupestres son una de las manifestaciones artísticas más antiguas de las que se tiene constancia y en ellas se revela un dato interesante. En su inicio, investigadores de distintos lugares del mundo consideraron que las pinturas eran una representación de la realidad que aquellos hombres vivían; por ejemplo, dibujos de los actos de caza, esto es, escenas de la vida cotidiana, una copia de la realidad puesta ahí, en la pared.
No obstante, al profundizar en el estudio de estas pinturas se descubrió que no se trataban de meras representaciones de la vida cotidiana, sino expresiones mucho más ricas en su sentido artístico: en ellas, los investigadores identificaron que bestias y hombres se encontraban en estados alterados de la consciencia, propios de los rituales, es decir, prácticas de carácter mágico, espiritual. Pero lo que es aún más interesante es que en estos actos (los de expresarse con pinturas en paredes) el hombre descubrió el poder de la creación: no representar en la pared algo tal y como es en la realidad, sino darle un giro, un sentido diferente, abrir un mundo con nuevos significados, una cosmovisión, es decir, verse a sí mismos habitar el planeta de un modo distinto.
Salir de la vida cotidiana (rutinaria, urbanizada y casi prediseñada), para llegar al sector de escalada, ponerse el arnés, las gatas y ascender una pared de roca que invita a expresarnos a través de nuestro cuerpo y nuestra mente de maneras muy distintas, ¿a caso no es este uno de los mayores placeres de los que goza el escalador? La escalada sí, es un deporte, una actividad recreativa, pero para muchos también constituye una forma de vida, de expresión, de abrirse un mundo nuevo y cargado de otros significados, de verse a uno mismo habitar el planeta de un modo distinto: cosmovisión.
¿Te has preguntado, alguna vez, qué pensaría un hombre al encontrar vestigios de magnesia en la roca, pero dentro de 35 mil años? Si en aquél futuro ya no existiera la escalada, muy probablemente el hombre se plantearía que esas huellas podrían significar el rastro de antepasados que encontraron en las paredes una forma de expresarse y de vivir de modo distinto: una cultura.
Las pinturas rupestres, como cualquier patrimonio cultural, permiten al hombre conocer su pasado para entender su presente. Si nosotros como escaladores luchamos por el acceso libre a las zonas de escalada porque no dudamos de la importancia de este deporte en nuestra vida, nadie mejor que nosotros (bueno sí, los arqueólogos) puede identificarse con nuestros antepasados quienes, también en la roca, encontraron un espacio para la creación de un mundo diferente.
México
Es paradójico pensar que, de acuerdo a la reflexión anterior, aún cuando el escalador puede llegar (aunque no sea su obligación) a proteger las pinturas rupestres porque comprende la trascendencia que éstas tienen a nivel histórico, social y cultural, no obstante, pueda darse el caso que sea precisamente él quien no respete el patrimonio cultural.
No solamente en el extranjero se ha presentado el cierre total o parcial de zonas de escalada por el hallazgo de pinturas rupestres. Un caso relevante es Santa Linya, donde fueron descubiertas las pinturas rupestres más antiguas de Cataluña y donde, gracias al diálogo entre escaladores y arqueólogos y el respeto de los primeros, se ha permitido continuar con la práctica de este deporte en un espacio delimitado dentro de la cueva.
En México se han encontrado pinturas rupestres de gran relevancia como las de Arroyo Seco, en Guanajuato, Achichipico en Morelos, Cañada el Marrón en Nuevo León, Cueva el Oso en Chihuahua, Sierra San Francisco en Baja California Sur. Entre ellas hay una que cobra relevancia para la comunidad de escalada del país, la de la pared de Las Ánimas, ubicada en la zona conocida como El Salto, en Santiago, Nuevo León.
A finales de agosto del 2016 el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) cerró parcialmente la pared de Las Ánimas. Dicha prohibición atiende a la protección, conservación e investigación del sitio arqueológico La Ciénega, el cual es considerado como patrimonio arqueológico de Nuevo León. La resolución está sustentada en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos. Las rutas afectadas son: “Last step of your last day”, “Tufalero”, “Unga bunga”, “La guitarra de lolo”, “Fantasmagoria” y tres proyectos más, aún sin nombre.
La escalada se ha podido seguir llevando a cabo en las áreas no delimitadas, pero es de suma importancia atender al llamado del INAH, ya que de no respetarse lo establecido se podría cerrar el acceso a más rutas, al sector completo o incluso a la zona de escalada. Continuemos, como nuestros antepasados, creando nuevos mundos que son hoy estilos de vida que invitan al respeto, la inspiración y la conexión con los espacios naturales.