Fotos: cortesía de Arturo Montero
Entrevista al arqueólogo Arturo Montero, descubridor del sitio arqueológico en el Pico de Orizaba con más de mil años de antigüedad.
El arqueólogo Arturo Montero reconoció en diversos estudios de investigadores la afirmación de una posible existencia de un sitio arqueológico en el Pico de Orizaba. En 1994 llevó a cabo una primera exploración por la región, siguiendo estas referencias bibliográficas.
“En 1994 estuve cerca pero me tocó una tormenta eléctrica muy fuerte y tuve que suspender y salir de ahí. Hoy sé que en aquella ocasión pasé a unos doscientos metros del sitio arqueológico.” – Arturo Montero
Asimismo, durante estos años, Arturo Montero estudió sitios arqueológicos que podrían tener características similares. Denominados “tetzacualcos”, estos lugares son santuarios prehispánicos que se encuentran en las montañas, como los hallados en el Iztaccíhuatl, el Popocatépetl y en el Monte Tláloc.
Con el estudio de diversas fuentes del siglo XVI, como la Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme del fray Diego de Durán, así como en Historia general de las cosas de la Nueva España del fray Bernardino de Sahagún, que mencionan a los tetzacualcos, Arturo Montero observó que los adoratorios estaban orientados astronómicamente.
En el 2005, Montero observó una foto satelital georeferenciada y detectó esta alteración en el terreno. El año pasado, a través del Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), fue a explorar con un los guías de montaña Rodolfo Hernández, Martín Moreno, Nadia Mota y Ariana Jiménez, así como con investigadores del INAH.
Efectivamente, el pasado mes de octubre el equipo descubriría un adoratorio en el Citlaltépetl, popularmente conocido como Pico de Orizaba, de más de mil años de antigüedad y a más de 4000msnm: Poyauhtlán. Y este sitio, tanto como los otros, está posicionado geográfica y astronómicamente.
“En el México antiguo utilizaban casualidades geográficas y factores astronómicos para posicionar los sitios. De hecho, este último está estrechamente relacionado con la medición del tiempo prehispánico, alineación que corresponde con la de Teotihuacán para el 13 de agosto al ocaso. Sin duda, es un sitio con gran importancia, es un espacio ritual, porque ahí los astros, la montaña y el ser humano son Uno. Los tetzacualcos explican el lugar del hombre en el mundo.” – Arturo Montero
La sospecha histórica
Desde el siglo XIX, el famoso investigador y fotógrafo de culturas precolombinas Désiré Charnay, quien excavó el tetzacualco de Nahualac, en el Izta, reconoció la existencia de estos adoratorios de montaña del período Tolteca.
Después José Luis Lorenzo, el glaciólogo y arqueólogo español exiliado en México, siguió avanzando en la investigación en Las zonas arqueológicas de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl. Desde este período se han registrado no más de seis construcciones arqueológicas por encima de los 4000msnm: en el Monte Tláloc, el Nexpayantla en el Popo, en el Izta: El Solitario, El Caracol, y finalmente el Nahualac.
Adoratorios únicos, se pensaba que ya no había más. Pero José Luis Lorenzo tomó una fotografía aérea en 1957 donde se puede observar una formación atípica en la ladera del Volcán Pico de Orizaba; una formación que recordaba a las rectangulares de los sitios en el Popo, el Izta y en el Monte Tláloc. Sin embargo, Lorenzo nunca mencionó haber dado con el lugar.
Finalmente, el arqueólogo norteamericano Winston Crausaz volvió a mencionar en su libro Pico de Orizaba or Citlaltepetl la posibilidad de que existiera un sitio cuadrangular en el Pico de Orizaba.
Todas estas referencias, detectadas por el arqueólogo Montero, posibilitaron el descubrimiento de este adoratorio en el Pico de Orizaba.
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