De los mitos mexicas a la vida urbana moderna: Descubriendo la armonía ambiental a través de la sabiduría ancestral.
Foto de portada: adaptación mediante IA de foto original. Sitio arqueológico de Cantona, Puebla. Raúl Morales, 2013.
Una ética antigua susurra permanentemente en la Ciudad de México. Es un espíritu que logra salvarse a pesar de la confusión y enfermedad que se deriva del humo, el ruido, la inseguridad y el consumo moderno. Basta rascar un poco, literal y figurativamente, para encontrar vestigios de sabiduría empírica de la que nuestro mundo, uno que ha domesticado el átomo, pero no sus vicios, podría aprender un poco.
En ese contexto viene a la mente Tlaltecuhtli, una deidad que se presenta como un emblema del equilibrio entre la vida y la muerte. En una época donde los rascacielos se elevan y las vastas extensiones urbanas crecen, es fácil olvidar nuestra conexión innata con el medio ambiente. Sin embargo, al contemplar las imponentes montañas que rodean la “Gran Tenochtitlán”, los recordatorios del mensaje de Tlaltecuhtli están en todas partes: es hora de que adoptemos la delicada danza de la naturaleza, reconociendo sus ciclos en nuestras vidas urbanas y fomentando un equilibrio para un futuro sostenible.
Redescubriendo a Tlaltecuhtli
Mucho antes de que la civilización basara su convivencia en pantallas y TikToks, los mexicas veneraban a Tlaltecuhtli, una deidad andrógina representada como una entidad monstruosa, desgarrada para formar la mismísima esencia de nuestro mundo. Árboles brotando del cabello, valles formándose desde la nariz y ríos fluyendo desde la boca, simbolizando cómo la Tierra da y toma, en un ritmo eterno. Nacimiento y muerte en balance, en un ciclo virtuoso que mantiene a la vida con vida (como diría Bill Bryson en “Una breve historia de casi todo”, al asegurar que “la vida solo quiere seguir siendo vida.”)
En 2006, en el centro de la Ciudad de México, un monumento fue desenterrado cerca del Templo Mayor, uno de los principales templos mexicas. Se trataba de una escultura masiva de Tlaltecuhtli; medía aproximadamente 3.7 metros por 4 metros. Este hallazgo arqueológico se convirtió en un testimonio tangible del profundo respeto y veneración de la civilización mexica hacia esta deidad. La escultura, con alto nivel de detalle, mostraba a la deidad en su representación clásica, siendo desgarrada, simbolizando su sacrificio que dio lugar al mundo que conocemos. Esta imponente pieza, que se puede observar en el Museo del Templo Mayor, establece un puente entre los antiguos mitos y la realidad contemporánea, recordando a los habitantes de la metrópoli y a sus visitantes de las raíces profundas y ricas del suelo que pisan.
Persiguiendo el Equilibrio Ambiental
Al igual que Tlaltecuhtli representa tanto la creación como el consumo, la vida moderna también oscila entre altos y bajos. Los edificios ascienden y caen, los negocios prosperan y quiebran y, en el corazón de este pulso urbano, hay una lección de aceptación. Entendiendo e internalizando esta dualidad – que los momentos de caída son a menudo precursores de momentos de ascenso – podemos navegar los desafíos de la ciudad con gracia y resiliencia. Es como en la escalada: los encadenes a vista son raros. Usualmente hay que caer muchas veces hasta lograr dar con la secuencia que permita encadenar la ruta.
Se dice que Tlaltecuhtli se tragaba al sol cada noche y lo vomitaba al día siguiente para que naciera un nuevo día. La tierra dejaría de nutrirse y las cosechas se perderían si no se alimentaba el insaciable apetito de sangre del llamado tanto “Señor de la Tierra”, como “Señora de la Tierra.” Los sacrificios se dedicaban a que no se detuviera el ciclo que permite que la vida siga adelante.
El mito de Tlaltecuhtli no es solo un cuento del pasado; es un llamado urgente para el habitante urbano de hoy. Al enfrentarnos a crisis ambientales, el mensaje de la deidad se vuelve aún más conmovedor. ¿Podemos modelar nuestros ecosistemas urbanos para reflejar el equilibrio que simboliza Tlaltecuhtli? Adoptar prácticas sostenibles, arquitectura verde y jardines comunitarios puede ser nuestra forma de imitar los sistemas equilibrados de la naturaleza en nuestras ciudades. Más aún, ¿podemos alcanzar el equilibrio individual en nuestras vidas para tomar decisiones armónicas con el entorno? ¿Podemos, desde nuestro grado de influencia en la comunidad, elegir el camino de la virtud ecológica y social?
Una de las críticas más frecuentes a los esfuerzos ambientalistas individuales es la que señala que el impacto de uno solo no es significativo para el gran escenario planetario, y es cierto, hasta cierto punto. Sin embargo, cada decisión que ha sido tomada para utilizar energía fósil, producir productos de un solo uso o generar dinámicas de consumo vertiginosas, han sido tomadas por individuos. Tal vez el popote que dejemos de utilizar no salvará al planeta del calentamiento global, pero sí las decisiones que se toman a nivel familiar, comunitario, corporativo o gubernamental. Tal vez tú que lees esta nota tienes la oportunidad de tomar decisiones que afectan la vida de muchos; este es tu momento de tomar aquellas que nos conduzcan al equilibrio entre la Tierra y el Ser. No hace falta dedicar un corazón palpitante a Tlaltecuhtli, pero sí podemos ofrendar nuestras decisiones diarias.