El montañista apasionado y el fiel seguidor de la filosofía “sólo se vive una vez” tienen más cosas en común de lo que pensamos.
Seguramente haz escuchado a alguien decir “YOLO”, un término que popularizó Drake, el rapero canadiense, y que es un acrónimo en inglés de “solo se vive una vez”. “YOLO” se volvió viral a partir de que Drake lo incluyera en “The Motto”, un bonus track de su álbum de 2011, Take Care. Desde entonces, este aforismo se ha convertido en parte de la jerga popular, del que se hacen distintas interpretaciones, muchas veces cayendo en un cliché y, en el mejor sentido, en una forma de comprender la vida.
¿Tienen algo que ver la filosofía YOLO y la forma de comprender la vida de los amantes del montañismo? Parece ser que sí, el montañismo y “YOLO” tienen similitudes, pero caminemos un poco más lejos de lo obvio y descubramos lo que la filosofía YOLO debería aprender del montañismo.
¿Cuál es el trasfondo de “sólo se vive una vez”? YOLO implica que uno debe disfrutar la vida al máximo y asumir desafíos audaces que de otro modo no aceptaríamos, incluso si eso significa grandes riesgos. YOLO se respalda en aquella otra filosofía del “Carpe Diem” (de Horacio, el poeta), que apuesta por vivir el presente. Es decir, en el hecho de que lo único que tenemos es el ahora y debemos aprovechar las oportunidades.
¿Qué tanto tomamos nuestras decisiones pensando en que sólo vivimos una vez?, ¿qué tanto elegimos nuestro camino partiendo del hecho de que sólo tenemos esta vida? Si tu vida volviera a comenzar, ¿estarías contento de elegir la misma? Estas son algunas preguntas más radicales de YOLO.
El YOLO montañista no embebe de la parte light de esta filosofía que responde al: “da igual, sólo se vive una vez”, sino se acerca más al übermensch de Nietzsche.
A grandes razgos, YOLO sostiene que la vida es absurda, es decir, que no hay un destino prevalecido, no nacemos “con un cometido” a priori, sino más bien somos nosotros los responsables de nuestras vidas y debemos elegir qué queremos hacer con ella. Un pensamiento cercano al de Sartre, el filósofo existencialista francés quien sostuvo que “estamos condenados a nuestra libertad”. De ahí que esta perspectiva de vida generalmente acepta los riesgos, toma decisiones radicales, aprovecha el momento y no guarda remordimientos de sus decisiones.
El montañista es un YOLO, pero lo lleva más lejos. Si el montañista defiende esta forma de entender la vida, no lo hace a la ligera. No puede. Vivir una vida entregada al montañismo (cualquier deporte de montaña) va muy de la mano de saberse efímero y creador de su propia realidad. Ahora bien, toma esta filosofía con responsabilidad, porque sabe que en la montaña no se puede simplemente pensar “da igual, sólo se vive una vez”; cada decisión implica un riesgo de muerte y porque valora la vida que ha elegido, avanza con prudencia.
El montañista entiende que la vida es sólo una, que la muerte está ahí, latente. Si entre muchas razones le apasiona el montañismo, es porque allí encuentra el espacio para llevar el cuerpo y la mente a lugares desconocidos. Porque con él desarrolla el poder y la fortaleza para decir ‘sí’ a todas las alegrías, pero también a los dolores de la vida. Porque con él puede perseguir valores como la independencia, la autorrealización, la liberación personal y la autodeterminación. Y ese camino es de los más riesgosos, sacrificados y duros.
El YOLO montañista no embebe de la parte light de esta filosofía que responde al: “da igual, sólo se vive una vez”, sino se acerca más al übermensch de Nietzsche, es decir, de aferrarse a esculpir sus características y circunstancias, a cumplir su máximo potencial para convertirse en quien realmente quiere ser, mientras su terreno de juego, la montaña, le recuerda que su libertad no es absoluta, porque las decisiones que toma pueden ser las últimas, y por ello es un YOLO responsable.