Aunque el clima te trate mal, siempre querrás regresar
Después de un intenso mes en la Patagonia argentina los integrantes de la expedición mexicana están de regreso. Estuvieron en el Chalten buscando hacer algunos ascensos a estas imponentes agujas de granito que cortan el cielo y atreaen a cualquier escalador con ganas de aventura y experiencias épicas.
En esta ocasión lo intenso no provino de la escalada o su dificultad, sino de la presión mental, paciencia, desesperación, frustración y estados de ánimo por los que pasaron debido al mal clima. Ventanas de buen clima que en un principio aparentaban ser de presión bastante alta y de más de dos días, se iban reduciendo a escasas horas de buen tiempo, lo que los dejaba sin oportunidad de escalar.
Por Daniel Araiza
En un mes tuvimos 36 horas de buen clima, divididos en dos ventanas. En la primera decidimos atacar desde el Chalten y después de dos intentos fallidos logramos escalar la Aguja Guillaumet. Salimos a las 7 de la noche del camping y después de una larguísima jornada de caminata nocturna, llegamos finalmente al paso Guillaumet a las 5:30 de la mañana, en donde fuimos recompensados por las excelentes vistas del amanecer, justo antes de dirigirnos a la base de la ruta del colador Amy.
Después de cruzar la rimaya, continuamos en simultaneo por la rampa de nieve y hielo, la cual conduce un expuesto paso de roca que te incorpora a la ruta Founrouge-Comensagna. Escalamos unos cinco largos de cuerda y después ganamos el glaciar de la parte superior, para finalmente gozar de 15 minutos de un clima perfecto y poder pararnos en la cumbre de la aguja. Estuvimos ahí por más de una hora disfrutando de las vistas de Mermoz, Fitz Roy y a lo lejos, el Cerro Torre.
Comenzamos el descenso a Piedra Negra y después hacia Río Eléctrico, pero llegamos exhaustos y con pocas probabilidades de agarrar un aventón, pues eran las 11 de la noche. Caminar los 17 kilómetros de regreso al Chalten no eran opción, pero por fortuna, mientras nos preparábamos para pasar la noche ahí, pasó un carro y nos llevó hasta el único restaurante abierto en el Chalten, en el cual disfrutamos de una abundante cena y una merecida cerveza.
De regreso en el Chalten y sin mucha esperanza de que el clima mejorara, nos dimos cuenta que la temporada estaba para hacer rutas cortas de roca o alguna ruta de hielo. Una semana después de bajar de la Guillaumet se presentó otra ventana, en la que Luigy y Perseo intentarían escalar el Mocho y la Media Luna, en tanto que Rodolfo y yo haríamos un intento a la Supercanaleta del Fitz Roy. Así que partimos en diferentes direcciones.
Quienes fuimos al Fitz Roy realizamos un gran esfuerzo, pero lamentablemente y después de un avance constante, Rodolfo comenzó a padecer un malestar estomacal que mermó de manera importante su estado de salud. El clima era perfecto, pero después de esperar y esperar, el malestar no cedió, por lo que decidimos no continuar. Y aunque por un momento pensé en seguir en solitario, finalmente entendí que teníamos que funcionar como cordada, por lo que uní las cuerdas y comenzamos el descenso. Al final, después de rapelear los mil metros y cruzar la rimaya, pudimos disfrutar de una espectacular vista y un impresionante atardecer.
“Nos encordamos con 30 metros de cuerda entre los dos y comenzamos. La escalada fue muy disfrutable y bastante fluida, protegía las reuniones ya montadas en ambos lados de la canal y ocasionalmente metía algún empotrador, pero nunca usamos los tornillos de hielo que llevábamos”
Por su parte, Perseo y Luigy se dirigieron a escalar en el Mocho, una pared que se localiza debajo del emblemático Cerro Torre. Su objetivo era escalar Bois de Benitiers, una ruta con 400 metros de roca de buena calidad, pero al llegar y debido a que estaba ocupada, decidieron aventurarse a la ruta Espolón Este.
Durante la escalada comenzaron a percatarse que era una ruta poco transitada debido a la mala calidad de la roca. Después de algunos momentos épicos de escalada, con protecciones que dejaban mucho que desear, a las 3 de la tarde se encontraban a 50 metros del final de la ruta. En ese momento lo mas fácil era subir y bajar por otra ruta que tenía las reuniones muy bien marcadas y que parecía mucho más transitada. Después de una escalada delicada y comprometida hasta la cumbre, comenzaron el descenso que tampoco fue fácil.
“Una de las cosas que hemos aprendido en la escalada alpina, es que la intuición tiene un papel muy importante, al igual que tus habilidades y capacidad para leer la ruta”
De regreso ya todos en el Chalten y con una última ventana de relativo buen clima, decidimos volver a Niponino para intentar un par de vías más. Lamentablemente la caminata de aproximación nos empapó hasta los huesos y el buen clima nunca llegó, por lo que fue una despedida muy al estilo Patagonia, con nubes entrando rápidamente y los vientos incrementándose.
Definitivamente la escalada en Patagonia es una mezcla de varios factores que hacen que puedas o no hacer cumbre. Muchos de ellos tienen que ver con la preparación física y mental, pero también con el trabajo de cordada y compañerismo. Aprendimos mucho y estamos convencidos de que regresaremos algún día para hacer nuestro sueño realidad.