Preguntamos a la comunidad de montaña por qué aman a las montañas en México, y su respuesta fue desbordada. Aquí un poco de las palabras que volcaron.
La montaña aguarda nuestro regreso.
Hace unos días, en el marco del festejo del próximo Freeman Film Festival del 14 y 16 de noviembre, realizamos una iniciativa para que cinco afortunados pudieran ver el festival antes que nadie.
La actividad giró en torno a una pregunta abierta al público ¿por qué amamos las montañas?
No sólo la cantidad de respuestas (más de 70), sino la profundidad de las mismas, nos revelaron el gran abanico de experiencias y sentimientos que la montaña nos provoca a cada uno.
En nuestro post encontramos muchas y diversas explicaciones: “porque en la montaña la felicidad es auténtica”; “porque te encuentras a ti mismo”; “porque te hace sentir vivo”; “porque te hace darte cuenta que eres uno más, es decir, te enseña la humildad”; “porque muestra tus límites y te motiva a superarlos”; “porque te enseña a controlar y valorar el miedo”; “porque es el territorio de la libertad”; “porque nos despierta nuestro lado libre y salvaje”; “porque allí se rompen los paradigmas”; “nos ayuda a trazar nuestros propios horizontes”; “porque en la montaña aprendemos a encontrar la paz interior”.
¿Hay realmente algo único que envuelve todas y cada una de nuestras experiencias en la montaña y que genere nuestro amor por ella?
¿Por qué nos atraen los lugares salvajes si podemos estar en casa con una manta viendo la televisión, sin pasar frío, hambre y dolor?
A lo largo de la historia la relación que el hombre ha tenido con la naturaleza y lo salvaje ha estado regida por el contexto social, económico y político de cada época.
Hoy en día, la vida cotidiana corre cada vez más a prisa, la rutina se sumerge en el estrés, el consumismo, la distracción y el ruido. Si bien podemos vivir de forma estructurada, acomodada y predecible, esto, a veces, se torna aburrido, insignificante y, en ocasiones, triste.
¿Qué sucede, entonces cuando vamos a la montaña?
Descubrimos que no necesariamente tener una “zona de confort” le proporciona un sentido a nuestras vidas, así como tampoco felicidad o libertad.
Las experiencias que tenemos en la montaña liberan nuestra mente del estrés y desarrollan nuestra capacidad de concentración, lo cual genera confianza en uno mismo, así como el replanteamiento de los que creemos que son nuestros propios límites.
La montaña, como comentaron nuestros participantes, nos abre un mundo de posibilidades y horizontes no “descafeinados”.
Es en lugares inhóspitos y desconocidos, rodeados de paisajes salvajes, dictaminados por la austeridad: una tienda de campaña, un sleeping, una fogata y una pasta con tomate compartida entre los amigos, donde descubrimos lo que realmente es un hotel de cientos de estrellas.
¿Por qué amamos las montañas?
De alguna forma, los comentarios de la comunidad coincidieron, palabras más, palabras menos, en lo siguiente:
Porque es una forma para salir de la vida cotidiana.
Porque nos proporciona el reencuentro con el hombre, con la naturaleza y con la libertad individual.
Porque, lejos de nuestras zonas de confort, la montaña nos permite estar del lado de la vida, no de quien la amenaza.
Porque, cuando se trata de una verdadera aventura, ir a la montaña es volver a nuestro estado natural, es volver a casa.
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