Por: Diego Montaño
Ser joven es creer que todo va a ser para siempre. Mi sueño de juventud siempre fue el alpinismo de alto nivel y Ueli Steck fue quien alimento esas fantasías. Ueli era un fenómeno mediático de alta producción que quizás algunos hayan criticado por su fama o por su estilo, pero que merecía cada gramo de esa fama al jugar en un nivel propio y más allá del rango de la mayoría.
En el fondo, la opinión de cualquier grande del alpinismo sobre el llamado “máquina suiza” describe a una persona humilde, sincera y con los pies siguiendo sus posibilidades.
La razón del éxito de Ueli es simple: trabajó sus capacidades como nadie. Este alpinista fue todo un ídolo y afectó la manera en la que yo y los pocos alpinistas que conozco nos aproximamos a la montaña. La respuesta a su muerte de la comunidad internacional dentro y fuera de la montaña es prueba más de ello.
Debo decirlo: su muerte se sintió personal, pues nos hace ver que nadie es invencible y que ni el más perfecto de los alpinistas está exento de cometer un pequeño error que cueste muy caro. Tal vez nunca sepamos con claridad qué provocó su caída pero el aprendizaje es claro.
La vida de Ueli Steck fue un detonante de un cambio generacional. Su imagen y estilo cambiaron el juego en las montañas y es fácil ver su legado en los proyectos que tantos otros alpinistas conducen actualmente. La Maquina Suiza fue un hito en el deporte y, más aún, en la expresión de lo que el ser humano es capaz de logra. Lamento profundamente que el tiempo de Ueli Steck haya terminado y que no pueda seguir impactándonos con sus proyectos y logros.
Sin embargo, Ueli sabía bien el riesgo al que se enfrentaba. En 2008 Iñaki Ochoa moría de edema en la arista del Annapurna y, de entre los mejores alpinistas del mundo que acudieron a su rescate, solo el suizo alcanzó a llegar antes de que muriera, ya que nadie más tenía sus capacidades. Lo que habría sido en sí mismo una hazaña del alpinismo moderno, fue solo un gesto de apoyo que Ueli entregó sin preocuparse siquiera por no tener el equipo apropiado: Ueli Steck subió a 7,500 metros con botas de trekking para intentar salvar a Iñaki.
Desnivel: No conocías a Iñaki…
Ueli Steck: Bueno, nos vimos en el campo base, nos tomamos un par de cervezas juntos y hablamos del tiempo. Fue la primera vez que coincidí. Está claro que no era amigo mío, desde luego, pero aunque lo hubiera visto tan sólo una vez en mi vida, habría ido a ayudarle igual. Por ejemplo, a ti no te conozco, pero imagínate que tienes problemas, que estás tirado en el suelo porque has sufrido un infarto, intentaría ayudarte y haría todo lo posible por salvarte. -Desnivel. “Gracias Ueli“, 17 de diciembre de 2008.
¿Qué más hizo Ueli, además de ser una gran persona? Subió en 14 horas la pared sur de Shishapangma (una de las 14 montañas más altas del mundo), hizo el primer ascenso alpino y en solitario a la pared sur del Annapurna, abrió la ruta de roca más dura de los Alpes en la cara norte del Eiger, algo que ni Sasha DiGiulian -una de las escaladoras más fuertes del planeta- pudo encadenar. Ueli Steck escaló La Nariz de El Capitán en Yosemite en 4 horas en su primer intento, y corría maratones como entrenamiento casual. El hombre era un alpinista que entrenaba como atleta olímpico que, gracias a su fama, inspiró a toda una generación.
No es casualidad que otros grandes como Conrad Anker, Simone Moro y Alex Honnold coincidieran en la calidad de Ueli. Tal vez un logro más grande que el de simplemente romper récords sea el de conseguir hacerlo con el aprecio y respeto de tus semejantes; Ueli lo alcanzó todo.
A un par de días de la muerte de Ueli Steck me quedo con un sabor de fragilidad sobre la vida. Su partida es un frío recordatorio de que un resbalón lo puede acabar todo, y que ni el más perfecto alpinista está libre de cometer errores. Me quedo con sueños rotos de ver grandes logros hacerse realidad gracias al talento y corazón que se llevó con él. Me quedo sin el ídolo de mi juventud pero con profunda inspiración para ir a escalar y disfrutar del entusiasmo que causa tener un objetivo en la montaña y en la vida. Me quedo con un profundo agradecimiento a Ueli Steck por alimentar sueños de ese calibre.
Sentimos una profunda tristeza por la pérdida de nuestro amigo y colaborador, el gran Ueli Steck. Nosotros fuimos los que le apodamos La Máquina Suiza, y él siempre dijo que odiaba el nombre. De alguna forma hacía sentido: su necesidad de control y precisión fue fundamental para su psique, y fue una gran parte de lo que lo convirtió en el alpinista que definió nuestra generación. – Reel Rock Tour.
Comentarios no permitidos.