El viaje de Gabriela Patiño a uno de los festivales más famosos de Highline y la línea más larga que ha conseguido recorrer.
Por: Gabriela Patiño Vargas
Moab, ubicado en el estado de Utah, Estados Unidos, se caracteriza por sus grandes cañones y monumentos naturales formados en su mayoría por roca arenisca. Sus atardeceres desérticos se llenan de naranjas y rojos brillantes, donde el ser humano conquista el sueño de explorar su libertad.
Moab es un destino de deportes extremos y aventura, donde se lleva a cabo el mayor festival de highline reconocido mundialmente: “GGBY aka Turkey Boogie” siempre en la tercera semana de noviembre, durante las celebraciones del Día de Acción de Gracias.
Este años tuve la oportunidad de ir. El comienzo del festival fue como salido de un cuento de magia: presencié una de las bodas más originales: Ryan Jenks y Kimberly Weglin unieron sus lazos de amor suspendidos a casi 200 metros de altura, mientras las damas de honor colgaban y los bailarines de los aires (base jumpers) se aventaban al precipicio.
Así dio comienzo la 10ª edición de este festival, en un formato más formal gracias a la organización de Slackline U.S., Balance Community, Slacklife B.C. El evento reunió atletas de diferentes lugares del mundo, con 12 líneas instaladas que iban desde los 16m hasta los 273m y una red de coloridas cuerdas flotantes al medio del cañón.
Es increíble ver todo lo que el deseo de explorar, de ir más allá del límite puede representar. Los días consistieron en ver personas con disfraces, colores, oír música, risas, intercambiar palabras de apoyo, bailar, ponerse de cabeza y todo lo que una comunidad de changos puede ejecutar.
Telas colgando en los precipicios, talleres de yoga y acroyoga, parados de manos, técnicas de instalación de sistemas, y hermosos círculos de meditación cada tarde ante la puesta del sol, todo esto en Moab, donde la magia se comparte y se expande y la inspiración es tangible todos los días.
Como atleta, después de una semana, uno de mis objetivos era probar cada una de las líneas instaladas ahí. Lo conseguí y con mucha satisfacción. Me di cuenta de que el fruto de la continua práctica me ayuda a llevar mis pasos más y más lejos.
Desde las líneas pequeñas, hasta las más largas, cada una tiene su satisfacción. Pero mi sorpresa más grande, donde todo fruto floreció, fue el último día, al subirme a la línea de 225m y en la que, sin expectativas, comencé a caminar. Después de experimentar miedo, inseguridad y ganas de rendirme, al final luché, me sobrepuse y me sentí agradecida y en total conexión con la vida y con todo lo que me rodea.
Cayendo y levantándome, conseguí proyectar alrededor de 150m. Hasta ahora es la caminata por los aires más larga que he tenido, definitivamente una semana de acciones de gracias y motivaciones para seguir caminando en pasos de amor guiados por los sueños para convertirlos en realidades.