Rafael R. Márquez es escalador y montañero de larga carrera que colabora con Freeman y nos comparte ahora lo que vivió en una de las rutas más icónicas de Potrero Chico en el norte del país.
[dropcap size=big]E[/dropcap]l tiempo ha sido aceptable, en comparación con otros días. Aún así el viento frío me entume un poco cuando me detengo. Súbitamente llega un banco de neblina que hace que pare, es muy espeso y no puedo ver para dónde sigue la ruta, es una parte fácil pero tengo que decidir si continúo para la izquierda o para la derecha debido a que en medio hay un grupo de plantas que te arañan y atrapan tus ropas a la menor provocación.
La última placa segura está por debajo de mis pies así que tengo que esperar pacientemente sin poder ver mi camino. No siento miedo, aún cuando no tengo la confianza de estar detenido de una protección cercana. Han sido tantos largos que he entrado ya en una especie de trance con la ruta, del tipo que sólo se alcanza cuando has escalado un multilargo sin detenerte y has llegado a un acuerdo con la ruta: vas recorriendo con pies y manos toda su superficie, como si aceptara que la acariciaras o, en ocasiones, le rascaras una comezón pétrea que ha tenido durante cientos de años. Por eso te permite estar allí donde pocas veces alguien ha pasado, recordando la primera vez que alguien la tocó.
Aparece un poco de viento y con él se va la neblina que me mantenía detenido. Por fin veo la siguiente placa que estaba a un escaso metro y medio y sigo escalando. Llego a la reunión y empiezo a recuperar la cuerda. Viene una oleada de aire caliente, lo sé porque con ella llega una parvada de cuervos que aprovecha estas corrientes para planear y recorrer todo el cañón sin tanto esfuerzo. Es reconfortante por unos segundos sentir ese cambio de temperatura.
Largo tras largo seguimos avanzando entre partes confusas porque ya no sabemos en qué parte estamos. Hemos perdido la cuenta y especulamos qué largo será el 10d porque después de ese encontraremos el 12.
-¡Este es el 10d!!!- Me grita desde arriba Pet mientras escala, pero cuando termino el largo le digo: -Se me hace que te lo catorceaste, no creo que haya sido éste.- Por fin es obvio el 12a al que sabíamos que llegaríamos pero no así a quien le tocaría puntearlo. Sí, le toca a Pedro, pero el paso más fuerte está escurriendo agua por una grieta, por lo que tiene que pasarlo en artificial sin siquiera poder intentar escalarlo en libre.
Seguimos subiendo, es mi turno y toca una escalada fácil mezclada con una travesía algo aérea que hace que me ponga nervioso. De pronto no hay más pared, solo un camino por la arista y después de algunos bloques tambaleantes, la reunión. Por fin, después de 23 largos, estamos en la cima de Time Wave Zero.
Time Wave Zero es una de las rutas más largas de escalada deportiva en Potrero Chico y toda Norte América. Recorre 23 largos que superan en total los 700 metros de recorrido vertical. El grado máximo (5.12a), lo otorga el largo 21, al cual usualmente se llega después de medio día de escalada continua o de una noche durmiendo en la pared. Ha sido escalada en solo integral en menos de 2 horas.
¿Has escalado Time Wave Zero? Cuéntanos tu experiencia en la ruta.