Por Carla Gamboa.
La verdad es que yo nunca me lo había preguntado, es más, creo que ni siquiera había estado consciente del hecho de que son los árboles los que producen el oxígeno que respiro, y que si ellos no están, no hay forma en que yo pueda respirar.
Yo soy de esas personas que siempre disfrutaron de la naturaleza. En cada salida a escalar, me sentía contenta y siempre fui capaz de admirar su belleza. Podía reconocer un árbol bonito, pero claro que nunca me pregunté qué tipo de árbol era, ni su edad, ni nada en referencia a su vida. Es más, creo que ni siquiera era consciente de su vida. Sabía que estaba vivo, sí, pero así, consciente, consciente, pues no, la verdad no.
Fue hasta muy recientes fechas que empecé a darme cuenta de que estos seres eran mucho más que sólo “cosas” bonitas, y, poco a poco, también me di cuenta de que, aunque parecían bonitos, no estaban tan bien como yo pensaba. Los veía verdes y ya, pero no me daba cuenta de las condiciones de su corteza, de sus hojas, o si la cantidad de follaje que tenían era suficiente. Los veía verdes y ya, bonitos.
Desde que tengo memoria, cada año podaban los árboles de mi colonia. Cada año pasaban los señores de Luz y fuerza y los podaban para que no tocaran los cables. Mis poco entrenados ojos sólo se daban cuenta de que no tenían hojas. No recordaba ni remotamente que, según me habían enseñado en la escuela, los árboles hacían fotosíntesis, y que gracias a esa fotosíntesis es que podían vivir y, de paso, producir el oxígeno que respiro y que esa fotosíntesis se hacía a través de las hojas. ¿Cómo?, me pregunté un día. Si los arboles no tienen hojas, ¿cómo es que viven? Entonces me di cuenta de que un árbol desmochado (como se dice realmente a aquella atrocidad de supuesta poda que les hacen), en realidad, significa matar a un árbol de inanición. Es decir: se ahogan.
Como dije, no fue hace mucho que empecé a darme cuenta de varias cosas, y a preguntarme algunas otras. Pero debo confesar que lo que realmente me asustó, fue cuando me enteré cuántos árboles necesitaba para garantizar mi dosis diaria de oxígeno… Resulta que, de acuerdo con varios estudios de distintas universidades de gran reconocimiento, ¡son ni nada más y nada menos que veintiséis! Veintiséis para mi solita. Veintiséis árboles, adultos, sanos y robustos. Lo que significa que, si en mi casa vivimos tres, entonces, sólo para nosotros, ¡necesitamos setenta y ocho!
Después de enterarme de esto, me puse a investigar cuántos árboles tenemos en la Ciudad de México. Para no variar y perder la costumbre, resulta que no existe un dato duro reciente, ni un censo demasiado formal. Pero según los datos de la Universidad de Chapingo del 2010, se calcula que existen alrededor de 3.5 millones de árboles en la Ciudad… ¿Cómo?, no puede ser, me dije. ¿Cuántos somos en la Ciudad de México? ¿Cuántos árboles necesitamos?
Según el último censo, somos 8.8 millones habitantes sólo en la Ciudad de México, sin contar zona metropolitana. La verdad es que nuca he sido muy buena en matemáticas, pero no hay que ser un erudito para darse cuenta de que no hay forma de que salgan las cuentas. Tomando en cuenta estos datos, resulta que tenemos un déficit de más de 170 millones. Sí, más de 170 MILLONES de árboles.
Yo no sé tú, lector, pero yo me apaniqué. Entonces pensé que debía hacer algo, porque la verdad de las cosas es que las malas noticias no acaban ahí.
A mí la escalada me ha dado muchas cosas, entre ellas un esposo, que además de ser un increíble escalador, también es un excelente arborista: llámese arborista a aquel especialista en árboles. Una profesión ni muy conocida ni muy reconocida en México, pero altamente solicitada en países con mayor conciencia ambiental que la nuestra.
Bueno, pues comento esto porque resulta que ya había escuchado varias veces a Axel (mi esposo) hablar sobre el problema del muérdago. Para mí, el muérdago no era otra cosa más que esa plantita que cuelgan en Navidad en Estados Unidos, y que nada más sirve como pretexto para que te den besos. Pero ya con un poco más de preocupación sobre el tema, decidí abrir bien los oídos y sentarme a que Axel me explicara qué cosa es el muérdago y por qué existe tanto revuelo al respecto. Pues resulta que en México hay un serio problema de infección de muérdago. El muérdago es una plantita semiparásita que se enreda en los árboles, y, como no es capaz de producir su propio alimento, drena al árbol al que ha invadido hasta que lo mata. Se contagia por los pájaros que comen la fruta y luego cambian de árbol, lo cagan y lo infectan. No existen vacunas, líquidos, insecticidas ni sprays milagrosos que la puedan erradicar. La única forma que existe para quitar el muérdago es trepando al árbol (con cuerdas y arneses, por favor) y quitar el muérdago a mano. Aquí los escaladores me darán la razón en que es completamente insensato pedirle al jardinero que se trepe con una escalera, ya que seguro entenderán la importancia de usar gente profesional con equipo de seguridad para hacerlo.
La cuestión con esta plaga es que es muy contagiosa y mata al árbol en un periodo no mayor a siete años. En este momento, aún con la increíble falta de datos que tenemos en México, sabemos que el 40% de los árboles del D.F. están infectados. O sea que: por si no fuera suficiente el hecho de que tenemos muy pocos árboles, casi la mitad están enfermos y se van a morir en un periodo no mayor a esos siete años.
Creo que en este momento ya podemos tener una mejor idea de que tenemos un problema muy grave. Este problema no se presenta sólo en la Ciudad de México, también ha alcanzado nuestras zonas de escalada. Hemos visto lugares como Los Dinamos, o Jilo infestados de muérdago. También se ha encontrado en varios estados de la República.
El principal problema que vivimos en nuestro país con los arboles no es el muérdago. El muérdago es sólo un síntoma, pero no es la auténtica enfermedad. El verdadero problema radica en que los arboles se encuentran increíblemente débiles, su sistema inmunológico está afectado por muchísimas razones. Porque están plantados en lugares inapropiados y no pueden crecer: sus raíces están rodeadas de cemento. Porque están saturados de partículas suspendidas que no son capaces de procesar debido a la contaminación prominente de la ciudad. Porque tienen estrés por el ruido, porque no los regamos y pensamos que con la lluvia tienen suficiente. Porque les echamos cal, les clavamos clavos, les pegamos chicles y les ponemos foquitos. Porque los desmochamos, los mandamos desmochar o dejamos que los desmochen. Porque no sabemos y porque no nos importan. Esa es, a grandes rasgos, la raíz de dicha enfermedad.
Los problemas que enfrentan los árboles urbanos se derivan de nuestra acciones despreocupadas e irresponsables. Es decir: tal como lo comprobé en carne propia, tenemos mucho por aprender y más por hacer.
Lo primero es entender que en verdad son seres vivos, y que es responsabilidad nuestra cuidarlos. Fuimos nosotros los que los pusimos donde se encuentran y los que los maltratamos sistemáticamente, ya sea con acciones irresponsables, por desinterés o por ignorancia. Lo segundo es tratar de entender la problemática. Una mala poda no sólo no ayuda al árbol, sino que, literalmente, lo mata, y lo mata muy lentamente. Así que no dejes que los desmochen, o si vez que alguien lo hace, repórtalo. Hoy en día existen algunas instituciones en el país que ayudan a proteger nuestros árboles. No se puede decir que sean demasiado eficientes, pero por algo se empieza y al final somos nosotros, los ciudadanos, los que podemos hacer algo si presionamos.
Evita y ayuda a evitar su maltrato. Ahora ya sabemos todo lo que les hace daño. Este no es un problema que el gobierno deba solucionar, somos nosotros los que nos tenemos que enterar y educar primero.
Siembra árboles, pero de una forma responsable. Podremos tratar este tema después, pues sembrar no es cualquier cosa. Por lo pronto, si estas interesado en plantar, pregunta antes de hacerlo, pues si no plantamos la especie apropiada, en el lugar apropiado, en el momento apropiado, lejos de resolver el problema podemos terminar por agravarlo.
Investiga qué es el muérdago y repórtalo, o, si tienes dudas o simplemente quieres aprender más, contacta arboristas profesionales y certificados para que te ayuden. No le llames al jardinero, él sabe de plantas y los árboles son más complejos fisiológicamente que el resto de las plantas, y, muchas veces, por ganar unos pesos, hará un trabajo que a la larga puede afectar más al árbol.
La verdad es que tenemos un gran problema, pero estoy segura de que entre más nos informemos y más compartamos nuestro conocimiento, más podremos hacer. Estoy segura de que, poco a poco, podremos cuidarnos más entre todos. Estoy segura de que pronto podremos volvernos más inclusivos, más participativos y más conscientes.
No se trata de que seas un apasionado de los árboles, ni un activista, ni un ambientalista; se trata de entender que de no cuidar nuestro entorno, los más afectados seremos nosotros. Si tienes dudas o quieres saber más, pregunta, pero no te quedes con la duda, ni pienses que no hay nada que puedas hacer, porque es en nuestras pequeñas acciones donde están las grandes diferencias.
¿Y tú ya tienes tus veintiséis árboles?
Bibliografía y webliografía asociada
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Páginas de internet consultadas, entre otras:
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