Cómo la hacen… y cómo la cuentan
“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. – Otto Von Bismark
De la frase anterior yo la compondría así:
“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de una escalada”.
La pregunta es: ¿Qué nos lleva a mentir?
Hay muchos tipos de mentiras y motivos para decirlas pero el contexto de ellas es importante, estas pueden ser simplemente por cortesía, cuando lo que se pretende es complacer o hacer sentir bien a alguien. Cuando saludamos siempre deseamos un excelente día o decimos que nos encontramos muy bien, o que estamos encantados de conocerlos, pero la realidad puede ser que ni nos interesa que los otros tengan un buen día, que ni estamos tan bien y tampoco encantados de conocerlos, pero así son las reglas de cortesía y sin problemas estas mentiritas las podemos pasar por alto.
Pero hay otras mentiras que pueden ser graves y dañar, por ejemplo, las miles que escuchamos a diario de los políticos, de los periodistas, en la televisión y la iglesia. Escribe Fernando Savater en sus Diez mandamientos del siglo 21: El problema no es que todo el mundo mienta, sino que determinadas mentiras queden impunes en el contexto oficial, lo importante es que no sean utilizadas para ir en contra de la justicia, del interés público o individual.
“El que promete no paga, el que compra no retribuye, el que da su palabra no cumple, el que da su testimonio lo hace mintiendo”.
Seguramente se acordaran del programa de radio de Orson Wells, La Guerra de los Mundos (hace ya mucho tiempo, en 1938), sobre una supuesta invasión de los marcianos a la tierra, el programa fue tan bueno que la gente pensó que era una realidad. Creó un verdadero pánico entre la muchedumbre. Este es un ejemplo de hasta donde puede llegar la ficción, que es un tipo de mentira, sin embargo, en este ejemplo el interés no era perjudicar sino entretener.
Otro ejemplo es cuando fanfarroneamos, como cuando algún amigo nos presume de todas la chicas que han pasado por su haber, que ya de ante mano sabemos que es puuuro “choro”.
Desde el punto de vista psicológico hay tres niveles de patología en la mentira:
En un primer nivel, “menos patológico” nos referiríamos al acto de mentir para encubrir, para supuestamente no dañar a alguien con alguna verdad o simplemente para salir del paso.
Los dos niveles siguientes se refieren más a conductas que se catalogan como antisociales.
En el segundo, hablaríamos de mentiras asociadas con personalidades narcisistas, refiriéndonos a individuos que están más allá de ser simplemente vanidosos, nos referimos a individuos egocéntricos. A diferencia del primer nivel, en este caso, la persona sentirá menos remordimiento o culpa por haber mentido, en realidad, quizá hasta se vuelva una forma de vida y probablemente sienta temor de ser sorprendido.
En un tercer nivel ubicamos a las personas que presentan conductas antisociales extremas. Mienten y hacen trampa con plena consciencia y sin sentido de culpa. Comprenden las normas y requisitos morales, pero consideran que solamente los ingenuos se someten a ellos.
Entienden que pueden ser atrapados, sin embargo, no les preocupa que al hacerlo puedan afectar su relación con los demás ya que no son capaces de experimentar un compromiso de amor auténtico.
Pero, ¿qué pasa cuando mentimos en algo que nos gusta? Como en un deporte que nos apasiona. ¿Será tan importante el reconocimiento como para mentir?
Hay casos en los que puede existir un compromiso involucrado como una gran suma de dinero, un patrocinio, un apoyo, haber prometido algo y, finalmente, no haber podido cumplir (primer nivel, el menos patológico). En la historia de la aventura y el alpinismo tenemos ejemplos patológicos del segundo o incluso de tercer nivel.
Tal vez el caso más famoso es el de la conquista del Polo Norte, donde Frederick Cook aseguró que alcanzó el Polo el 21 de abril de 1908:
«Tiempo después salió a la luz un telegrama del comandante Robert Peary, de la marina estadounidense, antiguo colega de Cook, en el que reclamaba el Polo como suyo, y en consecuencia llamaba embustero a su rival.
Peary era un distinguido explorador polar, con 20 años de experiencia. Cook era un hombre carismático, héroe popular que en 1906 había dirigido una expedición de ascenso al monte McKinley (también en duda), el pico más alto de Norteamérica. Pero sólo contaba con dos años y medio de viajes árticos. Peary lo retó a presentar pruebas de su afirmación.
La agria polémica que sobrevino dividió a Estados Unidos. La causa de Cook empezó a desplomarse en octubre de 1909, cuando sus dos acompañantes esquimales de la expedición polar declararon que en ningún momento del viaje habían dejado de tener tierra a la vista. (La capa de hielo que rodea al Polo Norte cubre un océano, no tierra firme, y está en movimiento constante). Aunque Cook los rebatió, no pudo comprobarlo con su bitácora, pues la había dejado en el Ártico.”
Otra historia que ha sido muy polémica es el primer ascenso al Cerro Torre, en Patagonia, una de las montañas más difíciles del mundo. Donde el Italiano Cesare Maestri, junto con el austriaco, Toni Egger, dijo conquistar su cumbre en 1959, No obstante, en el descenso muere Toni Egger. Su asenso hasta la fecha esta en tela de juicio. El mismo Maestri, en 1970, escala el pilar SE . Empeñado a demostrar que subió hasta su cumbre llevó consigo un compresor neumático para taladrar y poder superar el muro superior. Esta acción causa gran indignación entre los alpinistas. Aún así, Maestri dijo que alcanzó su cumbre pero nuevamente en medio de una controversia.
Un ejemplo con cierta particularidad es el primer ascenso a la cara sur Lhotse de 8516 msnm en el Himalaya, su cara sur es reconocida como una de las paredes más difíciles de escalar en el mundo. En 1990, el esloveno Tomo Cesen escaló su cara sur en solitario, sin embargo, Cesen presentó unas fotografías de la cumbre para comprobar su ascenso, tiempo después se descubrió que las fotos no eran suyas, las había pedido prestadas para demostrar su conquista. Su escalada quedó en entredicho. Este caso es particular, porque sí se le había creído a Cesen hasta después de mostrar esas fotografías, tal vez si no hubiera presentado esas fotos prestadas no hubiera pasado nada, pues es muy probable que, en efecto, sí haya alcanzado la cumbre.
Y en nuestro país no nos quedamos atrás. El famoso caso de Roberto Madrazo, ex candidato presidencial, cuando en 2007, durante el Maratón de Berlín cortó la distancia y entró a la meta haciendo un tiempazo, más aún, con un cinismo descomunal aceptó su medalla con los brazos en alto. Posteriormente fue descalificado.
Es muy común escuchar que fulanito o fulanita son los primeros en subir a cierta montaña y de un momento a otro se convierten en los mejores del país, claro que nunca se habla en qué estilo (que cuenta muchísimo) se ascendió, con o sin oxígeno, con cuerdas fijas o si fueron autosuficientes, con o sin ayuda de porteadores.
Incluso hay casos donde el descaro es tal que inventan marcas ridículas o les da por las “primeritis”, como el más joven, el más viejo, el primero de mi colonia, el primero sin pies, etc…parece que solo cuenta el hacerse notar.
O, por, ejemplo, quienes dicen ser los mejores alpinistas de México y no saben ni siquiera hacer el nudo de encordamiento.
O más aún, los que dicen que han hecho cumbre pero que sólo les faltó el último cachito, que para ellos no cuenta porque no había cuerdas fija hasta la punta….
¿Hasta dónde queremos llenar nuestras mochilas de mentiras? Siempre, al final del camino, pesarán más de lo que podamos cargar…
El problema no es que nos mientan. El problema es que les creamos. Podrás mentirle a todo el mundo, mas cuando estés sólo en el baño, no podrás mentirte a ti mismo. – Anónimo