Reseña: Mexicanos llegan al Squamish Highline Gathering con récords de asistencia y longitud en Highline, caminan en las alturas y fortalecen la comunidad.
Por: Andrea Dattoli y Nicco Tiburcio
Viajar es una forma particularmente privilegiada de crecer. Hay en el camino un aprendizaje continuo, constante, siempre excepcional. Para nosotros, una de esas oportunidades se presentó en grupo, como el gran equipo que hemos logrado consolidar.
El verano de este 2018 varios miembros de TenochtitLine Slackline Mx pudimos ir a Canadá a hacer un viaje lleno de highline y escalada en las impresionantes montañas de la Columbia Británica. El evento que sirvió como excusa para reunirnos fue el encuentro anual de highline en Squamish, el Squamish Highline Gathering, una verdadera meca de los deportes de montaña.
Desde meses previos varios miembros del equipo comenzamos a planear lo que resultaría ser el festival internacional de highline con mayor número de asistentes mexicanos, por lo menos hasta la fecha.
Algunos de nosotros partimos semanas antes para explorar otras zonas y montar nuevas líneas. La comunidad canadiense nos recibió con los brazos abiertos, dándonos hospedaje y mostrándonos los highlines locales más cercanos a Vancouver.
Eventualmente logramos llegar a Skaha Bluffs, un sector con escalada deportiva de cinco estrellas. Fuimos un par de veces a escalar y después de resolver algunos detalles logísticos montamos uno de los highlines de la zona: una línea corta, de entre 30 y 40 metros, pero con una vista espectacular al valle. Contemplamos un atardecer como pocos, en las alturas, en la montaña, en compañía.
Después seguimos la travesía un poco más al Este hasta llegar a un pequeño poblado llamado Creston. A los pocos días conocimos el río de la localidad, un cuerpo de agua absolutamente cristalino. No lo pensamos dos veces y montamos un waterline de un lado a otro. El agua estaba fría, no cabe duda, pero eso sirvió para someter a prueba nuestra calma y concentración, claves en esta disciplina.
También ahí buscamos información local y logramos encontrar una pequeña zona de escalada a las orillas del Goat River, a tan solo unos metros de una bellísima cascada formada por los vestigios de una presa. La roca no era excelente, pero el lugar valía sin duda la pena.
Desde el momento en que vimos ese cañón supimos que no podíamos irnos sin montar un highline encima de la cascada. Y fue eso exactamente lo que hicimos. Después de dos misiones de exploración para dar con el acceso y los anclajes ideales, abrimos ‘La Cereza del Pastel’ una línea excepcional de algo así como 65 metros de largo. Nuestra firma mexicana en territorio canadiense.
El río, su respectiva cascada y el sonido ocasional de un tren que circulaba en las cercanías daban a esa línea un ambiente único, casi literario. Fue en esas locaciones en donde se logró apreciar prístinamente la verdadera belleza de esta pasión que hemos aprendido a hacer nuestra. Volvimos tres veces a esa línea antes de partir hacia Squamish.
Mientras tanto, el resto del equipo comenzó a llegar a Vancouver, todos listos y motivados para el festival. Conocimos los highlines de The Light House, el sector local de entrenamiento y un par de días después llegamos todos a Squamish para el festival.
El encuentro comenzó el 9 de agosto y terminó el lunes 13. La sede fue el enigmático, masivo y absolutamente único Chief, en Squamish. El Chief es una de esas locaciones históricas de la escalada: un lugar que ha marcado pautas muy relevantes para su desarrollo, alzándose icónicamente como un genuino monumento a los deportes de montaña. Fue, para nosotros, un sitio de aventura y aprendizaje como pocos.
Por primera vez en la historia, había más de 13 mexicanos en un festival de highline en el extranjero, la mayoría parte de nuestro equipo TenochtitLine Slackline Mx. Fue la primera vez, también, que la mayoría de nosotros nos enfrentamos a alturas superiores a los 600mts. El reto era inédito; el escenario, mágico.
La caminata de aproximación era una subida muy empinada que se prolongaba por más de una hora. El fascinante sendero se abría paso a mitad del bosque con una anatomía sumamente particular: desde escalinatas construidas y diseñadas con máximo cuidado para facilitar el tránsito del turismo, hasta zonas de piedras y troncos gigantes que había que aprender a sortear. Cada paso valía la pena, pero al final la vista espectacular que esperaba en la cima le dotaba de verdadero sentido a toda la travesía.
En la proximidad, un concierto de líneas que cruzaban el cañón de un lado a otro a 600 metros de altura; a lo lejos, el horizonte interrumpido por la majestuosidad de SkyPilot, una montaña extraordinaria. Regocijarnos con ese panorama era más que suficiente para que valiera la pena subir todos los días.
Las líneas del festival estaban divididas en dos secciones: The North Gulley y The North North, ubicadas entre el segundo y tercer pico del Chief. En total había 13 highlines cuyas longitudes oscilaban entre 5 y 190 metros. Todas con una vista espectacular al valle.
Acudieron aproximadamente cien personas de distintas nacionalidades y niveles de experiencia, pero que compartían una peculiaridad: la pasión por el balance. Algunos de los mejor atletas a nivel internacional nos mostraron sus habilidades, haciendo de nuestra estancia una gran experiencia de entrenamiento y aprendizaje. Fueron días magníficos: exigentes y desgastantes, pero realmente motivadores.
El festival fue un gran espacio de convivencia. Conocimos a muchos slackliners de todo el mundo y compartimos con ellos los arrebatos de esta pasión que tan claramente nos une. Entendimos ahí algunas claves para continuar desarrollando el deporte en nuestro país. Fue, en suma, un buen entrenamiento para todos.
Probamos y nos enfrentamos a nuevos retos, encontrando en cada uno de nosotros un sentido más profundo de las sutilezas que involucra nuestra práctica. Quizá uno de los logros más dignos de mención fue la hazaña de Tláloc Moctezuma, parte del equipo, que cruzó sin caídas Mountain Man, la línea más larga del festival y el nuevo récord mexicano de highline.
Al final, la compañía del equipo mexicano en tierras canadienses fue un núcleo de energía positiva; reafirmamos que somos una comunidad fuerte y deseosa de continuar creciendo.