Fernanda y Jorge caminaron 170km durante 6 días por el Gran Desierto de Altar, un mar de dunas y volcanes que embellecen el salvaje paisaje sonorense.
Por: Fernanda Pérez Alarcón / Fotografías de Jorge Clayton Valmaña.
El Gran Desierto de Altar
En el extremo noroeste del estado de Sonora, justo en la frontera con Estados Unidos, se encuentra el Gran Desierto de Altar. Es un vasto desierto de dunas activas que alcanzan los 200 metros de altura, cubriendo un área de casi 5,000 km2, considerado el desierto de arena más grande de Norteamérica.
Colinda con un escudo volcánico de cerca de 500 cráteres, y juntos conforman la Reserva de la Biósfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar (7,146 km2), administrada por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP).
Gran biodiversidad, belleza escénica, cientos de años de historia y cultura invaden sus vastos horizontes. ¿Qué más necesita tener para atraer la atención de aquellos ambiciosos en búsqueda de aventura?
En miras al horizonte
Fernanda Pérez y Jorge Clayton, ambos sonorenses, formamos desde hace 6 años parte del Club de Exploración y Aventura de Sonora AC (pionero en deportes de aventura en el Estado), que nos capacitó técnicamente y empujó a soñar en grande.
En nuestro carácter principiante, habíamos logrado algunas metas colectivas y personales, pero faltaba ese “algo”, ese proyecto propio que nos permitiera ponernos a prueba, retarnos física, técnica y mentalmente.
A principios de 2016, Jorge lanzó la idea que dictaría nuestro destino: “tenemos en Sonora algo único y poco explorado: ¡crucemos a pie el Gran Desierto de Altar!”.
Una caminata por el remoto y poco conocido desierto, algo que pocas personas han logrado, con riesgos como golpe de calor, mordeduras por víboras de cascabel, combinado con las posibilidades de encontrarnos con traficantes o“burreros”, no sonaba muy alentador. Muchas dudas, pero gran determinación.
Planeación y entrenamiento
Nuestra ruta contemplaba 170km en 6 días (hasta el momento la más larga registrada), partiendo de San Luis Río Colorado, rumbo al sureste hasta llegar a Puerto Peñasco.
Haciendo cálculos, entre equipo, agua y comida, necesitábamos cargar 50kg cada uno, lo cual sería una misión bastante imposible -en algún momento hablamos, incluso, de comprar un burro – fuera de broma-.
Con ayuda de los grupos de travesilleros, enterramos cuatro cubetas con agua y comida en diferentes puntos del Desierto. Después de meses de preparación, estábamos listos, la espera había terminado.
El día esperado: inicia la travesía
Eran las 7:00am del domingo 20 de noviembre de 2016, cuando dejamos atrás a nuestros amigos. Ahora nuestra mirada se enfocaba en el horizonte, que escondía detrás de las montañas y dunas un amanecer teñido de rojos y violetas.
Las primeras horas tuvimos compañía de travesilleros recorriendo las dunas con sus 4×4, saludando con pitidos a este par de locos caminantes, hasta que llegamos a una laguna seca.
Conforme nos adentrábamos más al desierto, aquellos ruidos de los 4×4 iban quedando atrás. Curiosamente fue un día nublado, inclusive tuvimos una ligera y refrescante llovizna, y el día se despidió con un característico atardecer del desierto sonorense.
El GPS marcaba nuestra ruta hacia el primer punto de abastecimiento; a la distancia, se veía un misterioso conjunto de luces. Eran los travesilleros, que nos estaban esperando para echarnos porras y darnos ánimos para continuar nuestra andanza. Nunca pensamos que esa Tecate blanca de lata nos supiera a gloria.
Día 2
¿Has visto alguna vez un doble arcoiris? Por un corto tiempo fuimos testigos privilegiados de cómo estos se proyectaban desde el horizonte al amanecer, detrás del campo de dunas. Volteamos la mirada hacia el este, rumbo al valle entre las Sierras el Rosario y Los Alacranes, para continuar otros 30km al próximo campamento.
La caminata en arena era relativamente sencilla, el problema fue andar por horas entre los “tuzeros”, una compleja y extensa red de túneles y madrigueras interconectadas en parches de cientos de metros. Dábamos pasos en falso, pues se nos hundían las piernas, incluso hasta las rodillas, que más de una vez terminaba en caída (y en unos cuantos chines y jotas). Desafortunadamente para nosotros, los “tuzeros” estuvieron en un 30% del recorrido.
Día 3
Caminamos 32km por un antiguo camino de terracería para dirigirnos al Rancho Pozo Nuevo, justo en el centro del Desierto. Comenzábamos a observar algunos volcanes a la distancia.
En la terracería encontramos vestigios (latas, casquillos, botellas) de antiguos pasajeros. Esta noche dormimos en un arroyo seco, estábamos cerca de la carretera pues escuchábamos el ir y venir de tráileres a la distancia.
Día 4
¡Demonios! Más tuzeros por horas, y después 15km de terreno duro, y el dolor acumulado en las articulaciones no facilitaba las cosas. Pero finalmente llegamos de noche, y el viento soplaba fuerte, tanto que la arena se metía por la ventilación de nuestros bivy sacks.
Nos despiertan ruidos y sonidos de olfateos en el oído. Uno de los coyotes se paró sobre mi espalda, y tras un aplauso de Jorge, éstos se marcharon. La fuerza del viento se incrementó, y tuvimos que refugiarnos en la casa del ranchero (la cual gradualmente está siendo invadida por las dunas).
Día 5
El escenario era un amplio campo de roca volcánica por kilómetros, un horizonte distorsionado por la refracción permitió después vislumbrar el último campo de dunas a recorrer.
Subimos y bajamos los campos de arena durante horas. Era tanta nuestra emoción por el paisaje que nos rodeaba que el cansancio no nos doblegó. Al atardecer, los juegos de luz y sombra delineaban el serpenteo de la arena sobre las dunas, que se arrastraba con el viento hasta las cimas. Después de 28 km llegamos al último campamento en las proximidades de las vías del tren.
Día 6
Caminamos 17km sobre las vías y la carretera hacia Puerto Peñasco. El dolor en las articulaciones era insoportable. Nuestra travesía culminó cuando el personal de la CONANP llegó como jinetes al rescate y nos recogieron a media carretera. Una satisfacción nos cobijaba, lo habíamos logrado.
El Desierto Interno
Puede que muchos (o tú mismo) te digan que no puedes, o que no te será posible. Evalúa los riesgos y planea cómo atenderlos, analiza tus fortalezas y debilidades, prepárate pero no te detengas. Siempre habrá desconocidos que te darán la mano.
Nunca me había percatado de lo terapéutico que puede ser el silencio durante horas, donde lo único que escuchas son tus pasos y el viento sobre la arena. Por alguna razón Learning to fly de Pink Floyd se reprodujo varias veces en mi mente, creo que al final, si aprendí a volar. Caminar sobre los mares de arena, es también andar hacia el desierto interno: ahí donde estás contigo mismo.
Agradecemos infinitamente a Alejandro Valenzuela y a los grupos de travesilleros organizados (GTO) de SLRC (Zorros del Desierto, Korrekaminos, Club 4×4, 406 DT), a Turismo Municipal de SLRC, a la Dirección Regional Noroeste y Alto de California de la CONANP, y a la dirección de la Reserva en Puerto Peñasco. A Pedro “El Churi” Barba, por el acceso al Rancho Pozo Nuevo. A nuestros compañeros del CEAS, y en particular a Clément Ronzon (nuestro monitor), Leonardo Verdugo, Guadalupe Fernández, Sergio Quiroz y Luz Vázquez por todo su apoyo. Un especial agradecimiento a Jorge Torre Cosío de Comunidad y Biodiversidad, A.C. por el patrocinio deportivo, equipo de comunicación, y confianza. A nuestros familiares por estar ahí todo el proceso. Gracias Jorge Clayton por compartir esta experiencia inolvidable conmigo, y confiar en mí para lograrlo.
Consulta más sobre nuestra travesía aquí.