Rigel Galindo nació y creció en Monterrey, México, junto a la Sierra Madre Oriental. Es Ing. en Telecomunicaciones y Microelectrónica. Le apasiona la fotografía, aprender cosas nuevas, el Trail Running, la naturaleza y el cañonismo.
Pacific Crest Trail: Tras hermosos paisajes, altibajos emocionales, Pop Tarts y ampollas, llegué a la meta. Por: Rigel Galindo
Hasta abril del 2018 siempre estuve enfocado en crecer profesionalmente en mi carrera como asalariado, pero decidí detener ese estilo de vida y opté por ponerme un reto nuevo y diferente a todos los anteriores.
Decidí caminar en 100 días los 4278km del Sendero de la Cresta del Pacífico (Pacific Crest Trail). Siempre me ha gustado la naturaleza, viajar, el deporte y la montaña. ¿Por qué no unirlo todo?
El Pacific Crest Trail es un sendero que empieza en la frontera de México y EUA, cerca de Tijuana, y termina en Canadá. Son 128,000 metros de cambio en desnivel a través de California, Oregon y Washington. Sí, implica exigencia física, pero lo difícil es lidiar con la mente.
Está dividido en 5 secciones. La primera cruza el desierto de California, caracterizado por escasa sombra y agua; no fue tan difícil para mí que he vivido en un clima árido y caliente toda mi vida. En ocasiones veía hikers europeos refugiándose del sol del mediodía bajo un arbusto mientras yo pasaba como Juan por su casa.
Luego sigue la Sierra Nevada. Se resume a subir y bajar montañas. Esta es la sección más peligrosa por los cruces de ríos. Ahí la situación fue diferente, pues era mi primera vez caminando en tanta nieve; me sentía inseguro y temeroso, por lo que procuré estar siempre acompañado de alguien.
Después sigue el norte de California que es desierto y bosque. La cuarta sección es Oregon, es muy plano con bastantes lagos, pinos, y mosquitos, muchísimos mosquitos. Por último, Washington, lleno de pinos y otra vez montañas, con el Monumento 78 señal de haber llegado al final.
Empecé sólo. Crucé y conviví con otros senderistas pero la mayor parte del tiempo caminé, tropecé, comí y acampé en completa soledad. No hay nadie acompañándote que te diga “Levántate, ya es hora de empezar a caminar”, nadie que te dé una palmada en la espalda. Cada uno es el director de su travesía, uno mismo tiene que motivarse.
La meta es llegar a Canadá, pero lo que me funcionó fue fijarme destinos cercanos, mis metas eran llegar al siguiente pueblo a reabastecer la comida. Entre cada pueblo realicé entre 2 y 9 días de camino. No cargué una estufa y en ocasiones despertaba entre la nieve a -5 °C con mucho antojo de un café caliente y me decía a mi mismo: “Venga Rigel, en tres días llegas a Sierra City, ahí podrás conseguir un cafecito”.
Mi dieta consistía en granola, Pop Tarts, avena, dulces, ramen, galletas, carne seca. Intentaba conseguir comida alta en calorías y poco peso. Un día promedio caminaba 14 horas e ingería 2200 kcal (lo equivalente a una Little Caesars Pizza), sin embargo no eran suficientes y perdí un total de 14 kg.
Algo que me emocionaba mucho era llegar a algún buffet y meterme 8000kcal en una sentada, o un supermercado donde pudiera comprar un pastel y medio galón de leche.
En el andar, entendí cosas importantes que además compartí con quienes me crucé en el camino del PCT, sobre todo respecto a ser conscientes del impacto ambiental que generamos.
No encendí fogatas excepto en los lugares designados; nunca vi alguien escuchando música en altavoz porque los animales se estresan, mucho menos encontré gente arrojando basura en medio de la naturaleza.
Estando cerca de Mt. Whitney, en Sequoia National Park, no era permitido enterrar tus heces a 15 centímetros de profundidad como lo dictan los principios de Leave No Trace. Las reglas eran hacer del baño en una bolsa de plástico especial y cargar tus desechos en la mochila por varios días hasta llegar al siguiente pueblo para tirarla.
Sin duda, lo que más me marcó fue el apoyo que hubo entre nosotros, los que compartimos el camino. Los Trail Angels son personas que ayudan a los hikers ofreciéndoles comida y cervezas a lo largo del sendero, dan aventones al pueblo, nos hospedan en sus casas. La mayoría lo hacen a cambio de escuchar acerca de tu experiencia.
Al principio me asustaba recibir ayuda, como buen mexicano fui desconfiado y pensaba: “¿Por qué me están regalando esta cerveza? de seguro trae veneno”. Pero poco a poco me di cuenta que aún hay gente bien intencionada y con espíritu de cooperación a ras de piel.
En el 2017, 3496 personas solicitaron el permiso para caminar el PCT. No obstante, sólo un cuarto termina la travesía; la mayoría desertan durante las primeras tres semanas.
El promedio para terminar el PCT es de 152 días, pero cada quién va a su paso, no es una competencia. Me tocó conocer un señor retirado de 76 años que promediaba 25 kilómetros diarios, ponía su campamento a las 16:00, leía un libro, y todos los días preparaba una cena elaborada. También presencié el otro extremo, gente que caminaba y corría más de 65km por día, desde el alba hasta el ocaso, tomando en total 30 minutos de descanso en cada jornada, no se detienen ni para ir al baño.
Me mantuve enfocado en hacer todos los kilómetros posibles al día, guiado por los fundamentos de ultralight hiking. Llevé solamente lo mínimo necesario. ¿En verdad necesito un pantalón? No, únicamente shorts. El peso base de mi mochila eran 3.5 kg, y sin incluir agua ni comida, esto es lo que cargué.
¿Osos? Fui afortunado de ver cuatro osos negros. El primero fue cerca del Parque Nacional Yosemite. Estaba del otro lado de la carretera, a 30 metros. Me sentía seguro porque había muchos carros pasando y no se podía cruzar. De pronto empezó a subir al pavimento y los carros se detuvieron para coordialmente darle el paso al animal mientras yo en mi mente pensaba “¡No! No lo den el paso. ¡Por favor!”. Ahora estaba a 30 metros pero de mi lado. Me quedé congelado, pero el oso en ningún momento se preocupó por los carros ni por mí, siguió derecho perdiéndose en el denso bosque.
Tuve suerte de que ese oso estaba acostumbrado a las personas, en esa área están protegidos, de hecho, es común verlos alimentándose en los basureros.
Los otros tres encuentros fueros muy similares entre sí, entre las montañas, lejos de la civilización. Estos osos temen a los humanos porque en ciertas temporadas se cazan, y saben que el hombre es una amenaza. Me aparecieron de la misma manera, iba caminando sólo y de pronto los observaba huyendo de mí.
Vi decenas de animales, algunos que ni sabía que existían. El más peligroso fue la víbora de cascabel, que en ocasiones están tomando el sol camuflajeadas en medio del sendero y no las ves hasta que estas a punto de pisarlas.
Es difícil narrar esta experiencia, podría escribir un libro de muchas páginas, describiendo mis vivencias y anécdotas con fotos de paisajes impresionantes. Hice notas de voz que utilicé como diario, tomé muchas fotos y traté de documentar lo más que podía en Instagram.
Caminar durante cien días me ayudó a superar mis miedos, retarme a mí mismo, conocer ideologías nuevas, y saber lo que realmente necesitas para ser feliz. Estos 100 días cambiaron mi manera de ver el mundo.
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