Hoy, en EscaladorasMx, Quetzali Galindo, la atleta que, escuchando su corazón, renunció a su profesión para convertirse en una de las mejores escaladoras.
Ha llegado la hora del cuarto y penúltimo capítulo de EscaladorasMx que YamaFilms trae para nosotros. Y, en esta ocasión nos presentarán, a través de Discovery Latinoamérica, a una de las mujeres más decididas, fuertes y dedicadas de la escalada mexicana: Quetzali Galindo.
Atrás de esa sonrisa de Quetzali Galindo, tan característica y que siempre la acompaña, encontramos una mujer con un carácter fuerte, una personalidad autoexigente, dura y, sobre todo, decidida. Una mujer que lo que se ha propuesto lo ha logrado. Una deportista que pasó de la gimnasia olímpica, a los aplausos más acaudalados de los mejores teatros nacionales de ballet, hasta llegar a la escalada deportiva: territorio donde sus más altos vuelos encontraron la libertad.
Quetzali Galindo es, hoy por hoy, una de las mejores escaladoras de México. Con un buen número de 5.13s y un 5.13+/14a, Quetzali ha logrado posicionarse dentro del top del país. Pero el recorrido de su vida para llegar a ser escaladora, podría entenderse como una analogía de esa última ruta que encadenó: comenzó con los pies en la tierra y, después de varios cruxes con puntas de ballet que la pusieron, incluso, de cabeza, llegó de nueva cuenta, pero con el alma nueva y gatas puestas, a poner los pies en la tierra.
Quetzali había practicado por casi tres años gimnasia olímpica pero, los maltratos que había recibido de la maestra la llevaron a alejarse de esta disciplina. Comenzó su vida en el ballet cuando tenía nueve años.
“Mis padres me llevaron a hacer el examen de admisión a la Escuela Nacional de Danza del Centro Nacional de las Artes. Curiosamente las únicas que nos quedamos en esa temporada fuimos mi hermana y yo. Fue extraño porque yo nunca pensé “quiero ser bailarina”, en cambio mi hermana sí. Yo era la hermana ruda, la gimnasta, había hecho karate. Me gustaba la cuestión más deportiva. Pero pues, quedé. ” Quetzali Galindo
A partir de ese momento Quetzali le dedicó su vida al ballet. Al tercer año, con 11 o 12 años, “Quetza”, como la mayoría la conocemos, tuvo un periodo de crisis cuando un maestra era demasiado dura con ella. No quería continuar con la danza, pero su madre la convenció.
“Jamás diría que mis padres me forzaron a estudiar ballet. Más bien, siempre he sido una persona que se deja llevar mucho por lo que los papás opinan y por darles satisfacción, pues los admiro mucho.” – Quetzali Galindo
Después vino un periodo un poco mejor. Tuvo la suerte de ser la consentida de su maestro en el cuarto y quinto años. Físicamente estaba en un excelente momento. Pero, al terminar el quinto año, Quetza comenzó a vivir una situación crítica en el mundo del ballet: comenzó a subir de peso.
“El quinto año empezó a ser muy duro en cuestiones físicas y, por lo tanto, emocionales. Justamente estaba en la pubertad y tuve esos inicios en los que subes de peso. Pasó de ser algo normal a algo que me trajo muchos problemas. Se convirtió en un peso psicológico. Los maestros todo el tiempo me mandaban al nutriólogo, a realizar actividades alternas. Pero, obviamente no conseguía ningún resultado. Cada vez subía más de peso. Y comenzaron las amenazas: , “tienes que bajar de peso ya”, “te vas a tener que ir”. A veces, de una semana a otra subía dos kilos y llegaba a la escuela y me pesaban. Era horrible.” – Quetzali Galindo
Gracias al apoyo de sus padres Quetzali nunca cayó en problemas de anorexia o bulimia. Pero la situación cada vez se fue más al extremo.
“El sexto y el séptimo año fueron el “drama fat” de mi carrera. Tenía maestros que, frente a la clase, decían en voz alta “volteen a ver a la gorda de Quetzali”, “jamás vas a bailar en un teatro”, “ballenita de mar”. Un día una chica visitante le preguntó a un maestro que por qué nunca me corregía nada. Su respuesta fue “técnicamente es buena, pero está gorda y por eso no le hago caso”.” – Quetzali Galindo
Después de estudios médicos le detectaron Cortisol muy elevado, pero estaba completamente sana. La razón, situaciones de estrés muy altas. Su cabeza la estaba saboteando. Quetzali entendió algo. No sería la bailarina más estética, había probado todo para bajar de peso, pero sí conseguiría ser la de la mejor técnica. Gracias a su disciplina y su carácter fuerte, no permitió, con tan sólo 17 años, que esto la derrumbara.
“El el octavo año algo pasó. Era el último y la idea de pensar que me iba a ir por siempre de ese horrible lugar, me llenó de fuerzas. Yo pesaba 60 kilos y el peso ideal era entre 48 y 49 kilos. La verdad es que, aún con todo, terminé porque tengo esa educación de terminar lo que empiezas. Pero en la última recta de la carrera comencé a bajar de peso aceleradamente y eso que comía normal. Lo que me ayudó muchísimo no fueron dietas o actividades extras, lo que me ayudó fue que conocí la escalada.” – Quetzali Galindo
Quetzali comenzó, en ese momento, a encontrar el camino que la llevaría al lugar donde se encuentra hoy. Con la escalada bajó de peso por el desfogue psicológico. Se sentía feliz, le recordaba a la gimnasia. Y la disciplina, la entrega y su fuerza interior la llevaron a un momento clave de su vida.
“Estaba en un ensayo para la última función que daría antes de graduarme. Me sentía muy bien. El maestro, el que me decía “ballenita de mar”, el que nunca me corregía y me despreciaba, volteó a verme y, frente a todos, me dijo, “Quetzali te ves hermosa, te ves muy bien, te felicito”. Me dio mucho gusto porque cobró sentido el haber creído siempre en mi, en que sí iba a poder, que no me iba a derrumbar, que iba a terminar. Además, le demostré, sin querer, que él podía cambiar. Jamás se lo dije, simplemente le di las gracias.” – Quetzali Galindo
Finalmente Quetzali se graduó con 18 años y combinó, por un tiempo, su servicio social en la Compañía Nacional de Danza, de 10am a 4pm, estudios de 4pm a 10pm, y la escalada cuando lograba irse de pinta. Cuando intentó entrar a la Compañía, para profesionalizarse, la rechazaron.
“En realidad nunca entendí. Siempre había sido la elegida para marcar la clase. Me daba cuenta que si bien no era la flaquita, güera y de ojos azules, los profesores me consideraban buena. Pero no había sido suficiente.” – Quetzali Galindo
Decidió irse a España; había conseguido una beca en una escuela de danza. Iba por 15 días y se quedó ocho meses. Viajó, conoció gente y muros de escalada. Comenzó a salir a roca por primera vez. Pero, al cabo del tiempo, Quetza volvió a subir de peso y tras una lesión de un esguince de segundo grado en el tobillo, entró en depresión.
“Estaba reviviendo cosas que no quería. La maestra que tenía en España jamás me dijo algo de mi peso, pero era algo que me bajoneaba. Necesitaba curarme y decidí volver a México.” – Quetzali Galindo.
A su vuelta, Quetzali comenzó a escalar más en forma. Trabajó durante seis largos años en la Compañía Nacional de Danza, donde había logrado entrar, pero no era feliz. Fue difícil, lo meditó durante tres años y renunció aún cuando lo tenía todo, un suelo muy bueno, giras, teatros, aplausos. Escalaba. Y ya había conocido a su pareja, Javier Serratos.
“Él no lo sabe, pero desde la primera vez que lo vi, me gustó. Mucho tiempo pensé que sería imposible que pasara algo entre nosotros, pero pasó. Definitivamente con Javier aprendí lo que era escalar.- Quetzali Galindo
Y Quetzali comenzó a escalar en tiempo completo, entrenó de manera formal. Se retiró del ballet definitivamente cuando renunció a la Compañía Nacional de Danza. En ese momento, no sólo sintió un gran alivio, tenía la fortaleza, la experiencia y la sabiduría de quien ha pasado por momentos duros pero, sobre todo, las ganas inmensas de disfrutar la libertad que la escalada le había dado.
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