Hoy es el Día Internacional de la Mujer. Ese día en el que nos felicitan, nos llenan nuestro muro de Facebook de imágenes hermosas, nuestro celular de mensajitos y cadenas, y vemos videos por las redes sociales hablando de lo maravillosas que somos y hemos sido las mujeres. Con un poco de suerte, tal vez hasta nuestro marido nos de una rosa.
Yo misma, cada año, he enviado felicitaciones, he mandado mensajes he hecho llamadas. Pero hoy, algo pasó; y lo que pasó es que me sentí confundida, muy confundida.
Y es que me pregunté ¿qué es lo que hay que felicitarle a las mujeres? ¿Qué es lo que hay que justificar en este día? ¿Nuestro sacrificio y abnegación acaso? Y es así, como llegué a la conclusión que para mí, este día, no es más que una muestra de la desigualdad en la que vivimos.
Recordamos a aquellas mujeres que con valentía lucharon y murieron por lo que consideraban justo. Levantamos la voz a la humanidad, para recordarles que aquí estamos y que merecemos respeto. Que merecemos respeto para nuestras ideas, para nuestros cuerpos, para nuestros sueños. Y así, en este día seguimos recordando el miedo que nos da darnos cuenta que ¡NO somos iguales!
No somos iguales, porque aún somos secuestradas por las voces de aquellos hombres que se sienten con libertad de gritarnos “piropos” por las calles, que se sienten con permiso de darnos una nalgada en el metro. Somos secuestradas, al enseñarles a nuestras niñas que deben ser cuidadosas y no estar “solas”, no deben caminar”solas”, no deben viajar “solas”, por miedo a que les pase algo. Nos sentimos secuestradas, al tener que trabajar el doble para ganar la mitad del sueldo, y al tener que hacer en casa un sin fin de tareas, que no sé en qué momento, quedan estipuladas como “nuestra responsabilidad”. Nos sentimos secuestradas, al tener que aguantar que nos digan “locas o histéricas” al terminar un día lleno de estrés en el trabajo laboral y doméstico.
Y, es que, no nos damos cuenta, que también las mujeres somos las causantes de esta violencia de la que nosotras mismas somos víctimas. No nos damos cuenta, que criamos hombres de forma distinta a las mujeres. Que les enseñamos que ellos son hombres, y no tienen ni las mismas preocupaciones, ni las mismas responsabilidades que las mujeres. Criamos hombres lisiados emocionalmente que después formarán una “pareja”. Una pareja que no conecta, que no se responsabiliza de igual manera, porque nunca les enseñamos cómo.
“Una pareja, no muy pareja”, pues las responsabilidades de casa son implícitamente de las mujeres. Hoy día nos sentimos “fascinadas” porque las cosas han cambiado, han mejorado mucho según nos dicen nuestras abuelas, pues antes los hombres no hacían nada. Nos deberíamos sentir “afortunadas” porque ahora los hombres “cooperan”, porque lavan de vez en cuando los platos, porque alguna vez llevaron a sus hijas al ballet, porque lavan su ropa. Sin darse cuenta, que en casa hay mucho más que su ropa, porque también hay que lavar la ropa de los demás, y las toallas y sábanas que se comparten en casa.
Porque no basta con “ayudar” a barrer un día. Porque no es un una tarea de un día, o de una semana, ni se trata de “cooperar o ayudar”. Se trata de que la cosa es de los dos, o de los tres o de cuántos elementos tenga la familia. Y así seguimos fomentando y celebrando las parejas no muy parejas. Seguimos agradeciendo que “ayuden”, admitiendo así, de nuevo, que las tareas efectivamente siguen siendo nuestras.
Hoy, nos enternecemos cuando vemos a un Papá paseando y jugando con sus hijos. Atascamos de likes un video de un papá peinando a su hija en YouTube; y decimos, pero ¡mira qué tierno, qué buen papá! Sin darnos cuenta que con esto seguimos fomentando esa desigualdad. ¡No señor!, no es “qué tierno”, pues no nos enterneceríamos si supiéramos que las cosas son así, y que papá y mamá peinan a su hija por igual.
Pasó un día, o dos, o tres, o un mes y papá peinó a su hija, la llevó al ballet y le leyó un cuento por la noche, pero el resto del año lo hizo mamá. Al igual que cortó horas de trabajo para ir a la clase abierta, a la que papá le fue imposible acudir por tener una junta importantísima, al igual que corrió a las 8:00p.m. por toda la ciudad buscando una papelería abierta para comprar esa monografía que le pidieron a la niña en la escuela, al igual que la llevó al dentista, al doctor, al oculista, al terapeuta, le curó la rodilla lastimada, remendó su ropa, arregló su muñeca favorita y lavó, planchó, fregó, barrió, cocinó, lavó excusados, etc., etc., etc., el resto de los días, ¡de TODOS sus días!
¡No señor!, no somos iguales, porque papá puede levantarse e irse a trabajar sin tener ninguna tarea entre esas dos acciones, mientras las tareas de mamá pueden ser más de 10 antes de que den las 8:00 a.m.
Y seguimos aquí, lamentando nuestras diferencias, y celebrando los pocos triunfos que hemos logrado a través de la historia y que no deberíamos ni celebrar, porque deberían ser iguales en primer lugar. Pero seguimos así, asumiendo nuestros “roles” pero eso sí, celebrando nuestro día, recibiendo las felicitaciones que justifican nuestra desigualdad. ¡Qué bonito día, ese en el que todos nos dicen lo lindas que somos, aunque no, no somos iguales!
¡No, lo siento!, hoy me niego a felicitar a las mujeres. Y no porque no las admire, no porque piense que no son unas chingonas, porque lo somos, eso y más. Pero mujeres, es hora de que despertemos y nos demos cuenta de que esta es la forma de seguir marcando nuestras diferencias. Nosotras no necesitamos un día en el que nos celebren y justifiquen lo maravillosas que somos por hacer ”todo” lo que se supone que debemos hacer. Necesitamos que todos y cada uno de nuestros días nuestras parejas sean parejas, que nuestros trabajos sean justos, que nuestro caminar sea seguro, que nuestra educación sea completa, que nuestros cuerpos sean nuestros.
Mujeres, criemos hombres iguales, sensibles, empáticos y participativos.
Hombres, si ya están grandecitos para que los sigan criando, mediten. Paren bien las orejas, abran bien los ojos y dense cuenta que sus mujeres (además de flores), necesitan participación e igualdad, pero de la de verdad. ¡Sean parejos!, no nada más para la foto de Facebook, la reunión escolar o la llamada con su mamá.
Mujeres, necesitamos sentirnos, libres, respetadas, seguras e iguales. Necesitamos dejar de criar a nuestros niños y niñas diferentes. Porque no será hasta ese día, que en verdad seamos todos iguales y las cosas sean en verdad parejas. Así podremos celebrar, todos en igualdad.
Así que no, por lo menos hoy, no celebro a las mujeres en el Día Internacional de la Mujer.
Marzo 2016.
Imágenes: Pixabay, CC0 Public Domain