Desde hace varios años juego de defensa en equipos de futbol amateur. Esta posición es muy explosiva y de desgaste, lo que me ha permitido agarrar buena condición. Por ello quise enfrentar un nuevo reto y correr mi primera carrera de 10 kilómetros.
Se trató de la carrera Huellas contra el cáncer de mama 2017, organizada por la fundación CIM*AB, la cual tuvo como objetivo recaudar fondos para financiar educación preventiva contra el cáncer de mama, por un lado, y poder realizar mastografías a mujeres en comunidades rurales de Guanajuato, por el otro.
A las siete de la mañana del 14 de mayo, la Avenida Reforma fue la pista apropiada para probar la resistencia de los músculos. La calle estaba limpia y, el pavimento, tras algunos días de lluvia, volvía el ambiente más fresco.
Correr rodeado de gente es determinante en estas experiencias. Después del arranque me sentí muy ligero y con energía, animado por la fuerza de la multitud en la que nos contábamos seis mil corredores y otro tanto o más entre familia, amigos y porras de todo tipo. Poco a poco nos fuimos desperdigando, los más experimentados tomaron la delantera.
He escuchado muchas veces que lo importante es agarrar ritmo. En vez de correr con mucha potencia, traté de encontrar ese ritmo, coordinando mis piernas y mi respiración. Alrededor del kilómetro 4 estaba flotando en mis pensamientos.
Así, pude mantener el paso otros 4 kilómetros. Fue la parte que más disfruté. Sentía cómo mi cuerpo se agitaba con cada paso, pero sin que mis piernas soportaran todo el esfuerzo. Cada pensamiento que cruzaba por mi cabeza era como una brisa de aire fresco.
El problema comenzó cuando dejamos avenida Reforma y nos internamos en otra calle. No quise ver qué vialidad era para no distraerme pero fue inevitable. De pronto vi mi agujeta desamarrada y volvió el peso de todo el cuerpo. Esta pausa modificó mi respiración.
Recordé cuando los jugadores de futbol se encomiendan, en jerarquía ascendente, a su mamá, a su abuelita, y a la Virgen de Guadalupe. Fueron difíciles los últimos dos kilómetros, y no por la resistencia de la piernas, sino por el restablecimiento de la respiración.
Que un par de personas me esperaran en la meta lo hizo todo más fácil. Los últimos 500 metros llegué con mejor ritmo, ansiando el encuentro con mis familiares. Al final, es una pequeña conquista cruzar el umbral de meta.
Terminé con una idea contradictoria: ansiaba seguir corriendo. Aunque cada kilómetro potenciara el dolor de cada articulación, músculo, y tendón, de alguna forma ese dolor me daba una gran satisfacción y cercioraba la capacidad de mi cuerpo. ¡Por la siguiente!