La escalada de fisura es un mundillo aparte del resto de la escalada que tiene la capacidad de hacer chillar hasta a los más fuertes. Esta es una de esas historias.
Una semana en Indian Creek
Por: Ricardo Vara
Desde que comencé a escalar mi motivación principal ha sido la aventura. Mi ideal del escalador que pretendo algún día llegar a ser, es el de alguien con el conocimiento, experiencia y habilidad necesaria para poder ascender paredes alpinas en lugares remotos y desolados.
Debido al lugar donde vivo me he inclinado más por la escalada deportiva, ya que Monterrey cuenta con zonas de calidad mundial para la práctica de esta modalidad, a la cual me he dedicado sin distracción durante toda mi vida de escalador. Sin embargo siempre he conservado la idea en la mente de que a la primera oportunidad me aventuraría en otras modalidades que me acercaran a la meta previamente descrita.
Hace aproximadamente un año y medio y, gracias a mi trabajo, el momento esperado por fin llego. He tenido la oportunidad de viajar de manera frecuente a USA y a la Ciudad de México, donde he priorizado las zonas de escalada tradicional contra las zonas deportivas para poder concretar estas aspiraciones largamente postergadas
En un principio fue difícil asimilar lo inútil que te puedes llegar a sentir en algo que podrías considerar de tu total dominio por llevar tantos años dedicados a la escalada, pero son precisamente esas diferencias entre las diferentes vertientes las que hacen tan basto y de posibilidades casi infinitas a nuestro deporte.
Recientemente volví de mi segundo viaje a Indian Creek, Utah. El viaje fue muy desgastante físicamente debido a que escalamos 7 días seguidos ininterrumpidamente y en promedio 10 largos diarios, pero fue precisamente esta sobredosis de fisura la que permitió que mi curva de aprendizaje diera un salto considerable.
La escalada en Indian Creek
Los dos primeros días los dediqué únicamente a escalar rutas de 5.10 a 5.11 para ponerme a tono, pero a pesar de este comienzo poco agresivo, mi objetivo lo tenía muy claro: haría todo lo posible por subir mi nivel a 5.12 e incluso, aunque lo veía algo lejano, hasta 5.13.
El primer 5.12 no tardó en caer, se trató de “Annanuki Crack”, una grieta zigzagueante de palmas que termina con una sección de finger locks del .5. Una particularidad de esta ruta, además de su belleza, es que es de las pocas grietas desplomadas de principio a fin en Indian Creek. Fue una grata sorpresa lograr este encadene a vista, y el resultado fue un boost de motivación que me dió la seguridad para lanzarme sobre otras rutas de mayor nivel.
La segunda ruta en caer fue “International Affair”, un 5.12c red point en Super Crack Buttress. Se trata de una línea corta de laybacking sobre una fisura para cams .3 con un crux que consiste en un cambio de esquinas justo a la mitad y un final de Boulder divertido por cortar la continuidad de la grieta con un poco de faceclimbing.
Así transcurrieron los días con encadenes de diversos grados y también intentos no siempre exitosos a algunas otras rutas en el rango del 5.12
El séptimo día que marcaba el final del viaje fue también el mejor de todos. Para ese entonces mi piel se encontraba en malas condiciones y la fuerza menguaba, pero la motivación por sacarle lo último de jugo al viaje estaba a tope. Además, la experiencia adquirida a lo largo de esa semana jugaba de mi lado. Me decidí por Rubys Café, una ruta en Battle of the Bulge Buttress de grado 5.13- que consiste en un inicio de layback en cams .4 con una transición de fingerlocks a la mitad, ya que la grieta es un offset intermitente (no es paralela, un lado está más salido, y luego cambia a ser la cara interna), que continúa con más laybacking hasta llegar a un techo que tienes que superar seguido de una última fisura de cams del .3 para llegar a las cadenas.
Le di el primer pegue para reconocerla porque un año y medio antes le había dado un top rope patético y para fechas actuales ya no recordaba nada. Este pegue me hizo sudar frío. Mucho dolor en los dedos por los ring locks y después de todo el horror, la sangre y la humanidad pude llegar a las cadenas (de acuerdo, exageré… pero si me dolió).
El segundo pegue lo di en top rope y limpié la ruta. A diferencia del primero, logré descifrar bien la secuencia e identificar las protecciones más rápidas y óptimas, así que decidí darle un tercer pegue en punta. Armé mi rack, me amarre y después de 20 minutos de “berrear cual chivato” pude encadenar Rubys Café, mi primer 5.13 en fisura. Este ascenso marcó el final de mi viaje y me retiré del lugar con la moral a tope y ganas de seguir aprendiendo para poder llevar estos nuevos conocimientos a lugares como los arriba descritos.
Creo que los años de experiencia como escalador deportivo han ayudado a que la transición hacia la fisura haya sido relativamente corta ya que en cuanto a diversidad de movimientos y complejidad de secuencias la escalada deportiva sigue superando por mucho a la fisura.
Por último y como recomendación para los que aún no la han probado, quiero decir que la satisfacción que me da esta nueva modalidad es equivalente a la emoción y satisfacción que me daba puntear mis primeros 9s en deportiva. Siendo sinceros, con los años ya no nos emociona subirnos a las mismas cosas, nos volvemos más selectivos, pero en este momento y a mis 31 años estoy viviendo algo así como una segunda plenitud de novato emocionado en un deporte en el que ya llevo mas de la mitad de mi vida.