Brasil, el lugar donde se puede soñar en las alturas. La historia del viaje y el amor por el highline de Gabriela Patiño.
Por: Gabriela Patiño
Brasil se ha convertido en una meca del highline en Latinoamérica, donde muchos atletas reconocidos han salido a la luz, como Giovanna Petrucci, Carlos Neto, Rafael Bridi, y otros tantos que han ido a visitar este país, como Andy Lewis, Faith Dickey y Jerry Mizenszky, por mencionar algunos.
Realmente no creo que haya duda del por qué, pues Brasil: su belleza tropical, su música y la calidez de las personas, ya atrae de manera natural. Si a esto le sumamos la cantidad de highline y festivales del mismo que existen, podemos afirmar que para cualquier practicante de slackline Brasil se convierte en un lugar de ensueño. Un sueño que gracias a la sincronización tiempo-espacio y a la manifestación de mis deseos, el universo me concedió.
No soy mucho de planear, pero sí me gusta alcanzar mis objetivos, así que a finales de 2016 dejé por un tiempo de lado la idea de ir a Brasil que veía un tanto lejana. Me enfoqué en alcanzar metas que sentía más próximas: viajar por Yosemite, la cuna del Slackline; o ir al desierto de Moab. Y fue así que, después del Festival de highline y Basejumping “GGBY” en Moab, ya se encontraba cerca nuestro primer festival de highline en México: “Potrero High Up” al que asistí y me hizo sentir más motivada que nunca al ver que también la pasión está creciendo en nuestro país.
Luego de este festival, volví a casa en fechas navideñas para reencontrarme con mi familia y amigos. En esos días contacté a mi amiga Priscila. Para mi sorpresa, me platicó que planeaba viajar a Brasil en tan sólo dos semanas; me preguntó si querría ir con ella. Yo, sin dudarlo, le dije que ¡sí! Inocentemente le había comentado a mi mamá que esta ocasión me quedaría al menos por un mes en la ciudad.
La primera parada fue São Paulo. Fuimos recibidas por Street Art, una familia del circo, y la comunidad Paulista en su centro de entrenamiento de highline la “Pedrera de Dib”. Un lugar rodeado de naturaleza muy accesible para la gente de São Paulo, puesto que se puede llegar en transporte público. No sólo eso, ¡la pizza llegó hasta nuestra carpa! En ese lugar se pueden colocar hasta 11 highlines; que van desde los 18m hasta los 230m de largo.
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Nuestra siguiente parada fue Río de Janeiro. Ahí nos esperaba nuestra amiga Jurema y su amigo João quien nos acogió en un cuarto en Botafogo. Era increíble salir de casa, subir a la bicicleta mientras se oía un samba o un bossa, cruzar la favela entre laberintos de concreto y callejones que parecían no tener salida, para llegar, en tan sólo 15 minutos, al highline o la zona de escalada. Sin hablar de la adrenalina que se sentía al oír los tiroteos desde arriba; aunque esto no era en todos los morros (cerros), sí fue algo que presenciamos un par de veces. Pero lo mejor era el esplendor de los paisajes al caminar el highline. A veces, de un lado el Cristo Redentor; otras, la vista de las playas de Ipanema y Copacabana.
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Casi todos los morros en Brasil tienen highline y zonas de escalada equipadas. Pero una de las misiones más grandes en la que participamos fue la apertura de una nueva línea: “O Retorno dos Fenicios”, de 215m en Pedra da Gávea con 844m de alto. Un tarde, con el sol poniéndose en el horizonte, presenciamos cómo Samuka (Samuel Augusto), con tan sólo 18 años, encadenó la línea, casi corriendo y sin caer, ¡toda una máquina! Este es uno de los lugares más hermosos de Brasil. Allí también se encuentran la línea de Delírios de 40m y la Clásica de Gávea con 25m. Con esa misión cumplida Priscila y yo nos despedimos, ella volvió México; yo continué con mi viaje para participar con talleres en el “Festival de Cambotas” en Minas Gerais.
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Así emprendí camino con nosso querido carioca Marcos, quien nos llevó a dar el rol por todos los highlines de Río. Después de una serie de aventuras llegamos a finales de febrero a Cambotas; un festival de highline que dura una semana, con un escenario espacial: montañas con flores moradas y un suelo que parecía arena blanca de otro planeta. En este festival de Yoga, Telas, medidas de seguridad en highline (impartido por Marc Thompson y Thomas Buckingham de la International Slackline Assotiation) conciencia ambiental, entre otros, impartí un taller de Yoga Slackline.
El festival contó con una muy reconocida organización, con 13 highlines que iban de los 18m hasta los 100m en 4 diferentes zonas, instalados por un equipo de rigging que también se ocupó de la seguridad de los participantes. Cada mañanas teníamos un transporte que nos llevaba del área del camping a las diferentes zonas de highline. ¡Era como “ir a la escuela de highline” con todos los compañeritos echando desmadre! ¡Una utopía de felicidad donde la naturaleza y los humanos comparten, coexisten, viven y se balancean!
En este mismo festival recibí una invitación para compartir talleres en “Gravatation”, el primer festival de highline en Brasil y que tendría lugar su 3ª edición a finales de Marzo. El camino se iba marcando solo. Después de Minas Gerais, volví a Río para escalar un poco en Urca, comer más Pão de Queijo, Açaí, preparar mi participación en el festival, despedirme de los tan queridos amigos Cariocas y darle continuación a mi viaje hacia Florianópolis o Floripa a “Ilha da magia”.
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Llegué a Floripa días previos al festival. Fueron días de mar, highline y acro. Llegado el día del festival, ya se sentía esa “vibe” donde todos llegan siempre a compartir su esencia. Gravatation fue un festival con los escenarios más increíbles que he visto: once líneas de 20 hasta 130m de largo en tres zonas diferentes, también instaladas y supervisadas por un equipo de rigging. Todas ellas frente a un mar azul sin fin y para las que teníamos que hacer alrededor de una hora de caminata de subida bajo el calor de la playa, la lluvia tropical y la jungla. Era visualmente hermoso, pero después de dos días y de hacer highline largas jornadas, las piernas ya lo recordaban hasta el tejido más intrínseco. Hicimos surf, yoga, acroyoga y yogaslackline. Estas dos últimas fueron las actividades que me tocó compartir, ¡me encantó la disposición de la gente! También hubo noches de fiesta, música y pláticas en torno al highline.
Floripa me trajo grandes experiencias y mucho conocimiento al lado de muy buenos amigos. Encontré una gran compañera de viaje y aventura, Lou Grifiths de Francia, con quien emprendería el trayecto hacia el siguiente destino: ¡Uruguay! donde se llevaría a cabo el primer Festival de highline y donde también daría talleres de Acroyoga y participaría como parte del equipo de rigging.
Después de que terminó el festival nos quedamos un par de días más haciendo highline, para después ir para la carretera, pues Lou me convenció de “pegar carona” (irnos de ride) desde Florianopolis hasta Minas, la sede del festival en Uruguay. Fue una gran aventura. Viajamos de tráiler en tráiler, dormimos en la orilla de una caseta en la frontera de Uruguay, para después de 1200km y tres días llegar a nuestro destino en un último tráiler cargado de chocolate: el cerro de Arequita en Minas, Uruguay.
Stay High fue más que un festival. Después de ver la cara de las mismas personas por tres semanas seguidas y durmiendo todos en la misma habitación, terminas siendo hermano de todos. Aquí hubo siete highlines que, aunque no eran muchos, fueron los más impresionantes. Iban de los 18m hasta los 260m.
La línea de 260m marcó la vida de todas las personas que la caminamos, se sentía como caminar en una nube. Mi amigo Macel de México, parte del equipo de slackline en CDMX: “Tenochtitline”, la caminó durando largos minutos sin caer, atrapando la mirada e inspirando a todos los que, metidos en algún rincón del cerro, lo veíamos volar y retomar.
Otras imágenes clavadas en mi memoria son las de Michael Noal, quién lo caminó durante 20 minutos y encandenó con una claridad mental increíble, acompañado de un atardecer de mil naranjas. Sólo Michael y mi querido Víctor Escudeiro fueron capaces de encadenarla. El nombre de la vía elegido fue “Brazilian Storm”.
Otra de las cosas más increíbles que tuve oportunidad de vivir en Uruguay fue dormir una noche en una hamaca colgada de un highline, junto con otros 16 locos. Todos allí, suspendidos en el aire, bajo las estrellas fugaces, comiendo alfajores y disfrutando la vida más que nunca. Es increíble cuando diferentes personas con el mismo deseo terminan juntas, en un mismo lugar. La magia de esa experiencia es simplemente indescriptible.
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“Una de las cosas que me gustaría también sobresaltar es el buen trabajo que existe en la comunidad de slackline dentro de cada festival y proyecto realizado, pues todo esto se lleva a cabo por el sueño en común de volar. Ver tanta gente organizada para la aventura es producto de los sueños que se van proyectando y alcanzando paso a paso.”
Y así, como agua que corre, de aventura en aventura, se fueron todos estos meses hasta comienzos de Junio. Viajé por Porto Alegre para finalizar de vuelta na Ilha e toda a sua Magia. Cerré un viaje que trajo a mi vida grandes amigos, a los cuales agradezco su calidez que me hizo sentir siempre en casa.
Fueron meses de grandes experiencias que me dejaron conocimientos y felicidad. Los miedos que un día tuve se van sacudiendo, aligerando mis pasos y calmando mi respiración, brindándome claridad mental. Hay un reflejo entre mis pasos en el highline y los pasos de mi vida. Cada día es un aprendizaje, cada paso un avance y cada caída un nuevo y más profundo conocimiento para aprender a andar mejor.
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