Por: Luca Benedetti
Luca Benedetti es comunicador, surfer, corredor, fotógrafo y, sobre todo, promotor de acciones en favor del medio ambiente. Colabora con organizaciones como WWF, Conservación Internacional y Freeman, entre otras.
El cursor parpadea en la hoja en blanco, esperando un input del teclado. Las palabras se atropellan en mi cabeza, intentando dar sentido a los datos que tengo enfrente. El cursor sigue parpadeando, impaciente.
Para alguien que creció en contacto con la naturaleza, leyendo National Geographic y enciclopedias de animales, estar sentado en una sala con los máximos exponentes de organizaciones como WWF y Conservación Internacional es un sueño hecho realidad.
Es jueves por la tarde, el recinto: una sala del Castillo de Chapultepec. Desde la ventana, un collage de bosque y edificios. En el fondo de la sala, una proyección reza: 2024 INFORME PLANETA VIVO. Un título esperanzador que se desvanece a medida que leo el comunicado de prensa que el personal de WWF me entregó antes de entrar.
Jorge Rickards, director general, y María José Villanueva, directora de conservación de WWF México, abren el informe hablando de un declive catastrófico del 73% en la abundancia de poblaciones de vida silvestre monitoreadas en los últimos 50 años.
Esta situación es particularmente grave en América Latina, donde el declive llega al 94%, afectando gravemente ecosistemas tan preciados como la selva amazónica y nuestras costas.
Rickards subraya que enfrentamos una doble crisis: la pérdida de la naturaleza y el cambio climático, dos fuerzas que se retroalimentan. La degradación de los ecosistemas no solo reduce la biodiversidad, sino que también aumenta la vulnerabilidad de estos espacios a eventos extremos, como los huracanes potenciados por el cambio climático.
WWF hace un llamado a los gobiernos para promover políticas públicas responsables. Es vital realizar cambios estructurales que fomenten la protección de los ecosistemas, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y asegurar la conservación de la biodiversidad. El reporte subraya que tanto los gobiernos como las empresas deben redirigir el financiamiento de prácticas nocivas hacia actividades que permitan alcanzar los objetivos globales.
Al terminar la intervención de Rickards, un dato sigue resonando en mi mente: cada año se invierten cerca de 7 billones de dólares en actividades que causan un impacto negativo directo en la naturaleza, mientras que en 2022 las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza ascendieron a aproximadamente 200,000 millones de dólares. Es increíble cómo los números pueden ser tan crueles.
Es el turno de escuchar las soluciones. Villanueva enfatiza que, aunque estamos cerca de los puntos de inflexión, todavía tenemos la oportunidad de cambiar el rumbo, pero las decisiones que tomemos en los próximos cinco años serán cruciales. Si bien los datos del Informe Planeta Vivo son alarmantes, no todo está perdido. La estrategia La naturaleza de vuelta plantea soluciones concretas, como la restauración de 500 mil hectáreas de ecosistemas en México para 2030.
Al terminar la conferencia, siento que cada asistente se levanta cargando un peso incómodo, indeseado, pero real. Las sonrisas de cortesía no logran esconder la preocupación en los ojos de la gente.
Después de compartir reflexiones con algunos asistentes, necesito caminar para procesar la información, pero sobre todo las emociones que se detonaron al ver tan claramente la situación que enfrentamos. Caminando por Reforma, me pregunto cuántas de las personas atrapadas en el tráfico estarán cuestionando algo similar en ese momento.
Está claro que, hasta ahora, los gobiernos no han sido capaces de enfrentar el problema de forma efectiva. Las empresas priorizan la ganancia, y las personas buscamos la mayor comodidad al menor costo. Pero también sé que hay una comunidad que, en cuanto puede, huye de la comodidad y busca retos que la reconecten con la naturaleza. Una comunidad que tiene claro que no quiere perder más de lo que ya se ha perdido. Esta crisis nos pertenece; somos parte del problema, por lo tanto, también somos parte de la solución.
Necesitamos darnos cuenta de la fragilidad de los ecosistemas que disfrutamos para poder protegerlos y restaurarlos. Debemos recurrir a nuestra capacidad de superar límites para hacer un poco más.
Practica el «No dejar rastro», apoya a las comunidades locales, educa e inspira, participa en proyectos de restauración, reduce tu huella, elige equipamiento deportivo sostenible, infórmate y apoya iniciativas políticas que promuevan la protección de áreas naturales. Nuestras acciones, por pequeñas que sean, pueden marcar la diferencia. Hagamos que cada aventura cuente no solo para nosotros, sino también para el planeta.
Esa noche, después del evento, el cursor sigue parpadeando, ahora en espera de acciones.