Intento uno
Querer escalar hielo en cara sur, a esa altura y en condiciones climáticas mexicanas sonaba a que no se iba a dar fácilmente. Decidí esperar al mes de junio, que la humedad formara la cascada y que los días nublados me protegieran del sol. Así, en los días en los que nadie frecuenta el Izta, me embarqué con ropa mojada y tormentas eléctricas a buscar pararme en la base del proyecto. Desde ahí me di cuenta de lo complejo del proyecto. Solo llegar a la base era toda una aventura. Cruzar la morrena del Ayoloco con nula visibilidad, lluvia, y lajas planas de roca con una pequeña capa de grava que hacían de ese trayecto un espanto a la tracción. Además, la sección baja de la Peña Ordoñez llegó a ser un “crux” por sí sola. A esa parte la denominé “el semáforo” pues debes esperar tu turno para cruzar la avenida de rocas que bajan rodando a enrome velocidad.
Así fue como en mi primer approach al proyecto fui repelido desde el acercamiento. Regrese a mi casa mojado, frio y frustrado.
Intento dos
Un mes después junté al primer equipo serio con miras en encontrar el camino a la cascada, y quizás darle un pegue. Era julio y aún llovía. Para mi era perfecto, las peores condiciones climáticas eran lo que necesitaba para tener una oportunidad. Así es que cuando todos se bajan de la montaña por la lluvia, yo sonrío por que se que es el momento.
Esta vez invité al proyecto a mi amigo Paco Trad quien a su vez trajo a uno de los mejores escaladores que he visto en este país: Rodolfo Salinas “El Rudy” y a nuestra acompañante videografa Chris Wack. Mentalizados a vivir en la neblina nos dispusimos a pasar 4 días intentándolo.
Empapados en el refugio de ayoloco por un largo ascenso bajo la lluvia, Paco decidió descansar y Rudy y yo tomamos marcha la mañana siguiente por la morrena. Esta vez el camino parecía aún mas confuso. Pasamos horas deambulando entre la niebla y la lluvia resbalando en los salabs y, cuando por fin pasamos por el semáforo, una roca veloz casi me descuenta la pierna. Aún así la perseverancia de Rudy nos llevó a la base de la cascada. La pared negra impone respeto: la rampa de acceso a la base alcanza los 60 grados y no hay superficie de descanso; desde que te acercas ya es toda una compleja historia. Tocamos el primer canalón, una chimenea de roca estilo mazapán con hielo granizado que debe medir unos 12 metros. Debajo se oye agua correr como ríos. Rudy asumió inmediatamente que no había como proteger ahí y que lo único que se puede hacer es progresar. Empezó a subir sin preguntar y le seguí, ganamos unos 8 metros y, por alguna razón, sin preguntar ni comentarlo, los dos retrocedimos. Fue obvio que lo que estábamos haciendo estaba mal: agua debajo, hielo granizado, roca mazapán, 10 grados sobre cero…
Volvimos a la rampa de nieve en la base de la cascada des-escalando (modalidad en la que soy muy bueno pues en México casi siempre hay que des escalar las cascadas). Ahora la salida fue para arriba, ni loco volvía a cruzar el semáforo. Nos enfilamos por la rampa de nieve que bordea la base de la pared, hasta salir entre la Peña Ordoñez y la cumbre por la “Vía Citlatépetl”. Resultó ser un ascenso interesante con una pendiente fuerte en nieve y mucho peligro objetivo respecto a la caída de piedras. Ya en la cumbre, una tormenta eléctrica nos alcanzo y bajamos con la cola entra las patas, electrificados por la estática y afortunados de no ser golpeados por una descarga.
Volvimos al refugio completamente mojados, agua escurría del interior de las botas y nos metimos a temblar en sleeping bags húmedos. Paco y Chris habían preparado unas pizzas y la frustración del día se remedio con mordidas de pepperoni caliente y no quedaba otra mas que reírnos de nuestro sufrimiento bajo la tormenta que no cedía ni un segundo.
Intento tres
Por alguna razón la pizza de Paco nos motivó y su actitud satírica hizo que sufrir fuera un estado aceptable. El había descansado todo el día y estaba ansioso de su turno de probar el proyecto. Pero Rudy y yo jamás volveríamos a pasar por el semáforo. Decidimos probar un nuevo acercamiento bajando al valle y subiendo directamente por la base de la rampa para seguir por debajo a lo largo de toda la pared hasta alcanzar la altura donde la cascada toca piso. Así salimos a las dos de la mañana entre una lluvia ligera y nubes densas. Encontramos el camino a ciegas y por pura intuición. Entramos por canalones de rocas sueltas y nieve con lodo mientras la lluvia aumentaba en intensidad y la oscuridad nos malviajaba y desorientaba, no sabíamos donde estábamos o si íbamos en buen rumbo, pero todos lo queríamos; caminábamos sin hablar sin parar y sin expresar nuestras dudas. Hacia las 5am, nos dimos cuenta de que habíamos tomado el canalón equivocado y que con visibilidad menor a los 10 metros estábamos justo en el semáforo y debajo de la Peña Ordoñez. Llevábamos horas temblando por el frío de estar empapados y a pesar de estar a cinco mil metros de altura y de madrugada, la temperatura seguía sobre cero grados y en vez de nieve había lluvia. Los tres frustrados decidimos regresar, no tenia caso arriesgarnos de nuevo en el semáforo para llegar a una cascada escurriendo agua bajo esas temperaturas.
Llegamos al refugio al amanecer temblando y enojados. Dormimos unas horas y Paco empezó a tener problemas respiratorios. Para el medio día un edema pulmonar mostraba claros indicios de estar atacándolo. Recogimos todo, nos metimos a nuestras chamarras mojadas y en medio de la lluvia bajamos a casa.
Pensamos en estrategias, quizás que la suerte debía estar de nuestro lado para estar ahí en el día mas frio del verano, quizá solo así se pueda dar un intento legitimo. Pero primero habrá que resolver el complicado acceso a la base.
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